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El peligro de estar bajo las órdenes de un chinorris

El último experimento viene de la mano de una leyenda del fútbol sin apenas experiencia. “Pero tiene un liderazgo incontestable”, intervienen los hagiógrafos. Como si la del liderazgo fuera una virtud que se transfiriere automáticamente de la cartera de futbolista a la de entrenador

8/01/2016 - 

VALENCIA. (A veces conviene hacer un ejercicio de deformación de la realidad para que quienes miran constantemente por encima del hombre se vean reflejados. Eso.)

Un empresario chinorris (de Singapur creo que es) lleva aplicando sus dotes tiránicas sobre un club legendario al que maneja desde el capricho. Es un hábito perverso -de imprevisibles consecuencias- que están adquiriendo algunas grandes entidades futbolísticas en Europa, entregándose a los brazos de millonarios estrafalarios. Es un tipo ejerciendo un un control estricto sobre la prensa, con subterráneas presiones contra periodistas no partidarios. Pero la verdad, como el aceite, siempre acaba desmarcándose y apareciendo por donde menos lo esperas.

El susodicho, con una arrogancia descontrolada, se ha creído que era un Rey Sol con capacidad de determinar la órbita del fútbol a su alrededor. No puede ejercer de entrenador porque cantaría demasiado (y encima no tiene el carnet), pero pretende controlar los hilos hasta de las alineaciones. Es el riesgo que tiene haber puesto al frente de un club a tipos sin ninguna tradición futbolística, desconocedores de los códigos. Eso no es lo peor. Lo peor es que a ver cómo los echas. Ha extendido su poder y apenas permite legalmente que se constituya una oposición sólida.

Su gobierno se caracteriza en lo deportivo por un enorme arrojo a la hora de acometer chapuzas. Todo parece improvisado. No hay modelo. Es capaz de tomar decisiones que solo se entienden desde el latido del iluminado; según el carácter con el que despierta actúa. No hay criterio futbolístico. Debe creerse que el club, entre su conglomerado de empresas, es solo un juguete al que manipular.

Cambia de entrenadores continuamente, retira la confianza incluso a sus apuestas más decididas. Los caprichos del patrón. Debe ser la cultura asiática.

Hace tan solo unos días aseguraba que el técnico con contrato en vigor era el ideal para el proyecto, solo que estaba sufriendo una campaña de acoso por parte de medios y entorno. La campaña debió ser tan virulenta que él mismo se adhirió, cargándose al entrenador que había adquirido como en un bazar solo unos meses antes. Haciéndolo con artes pendencieras, convirtiendo su defunción en una fiesta familiar.

La ausencia de rigor es completa. Alterna entrenadores muy experimentados con jóvenes promesas, elecciones estrafalarias con apuestas conservadoras, amantes del fútbol vistoso y representantes del más cauto. Una sucesión de pruebas sin ningún concierto.

El último experimento viene de la mano de una leyenda del fútbol sin apenas experiencia. “Pero tiene un liderazgo incontestable”, intervienen los hagiógrafos. Como si la del liderazgo fuera una virtud que se transfiriere automáticamente de la cartera de futbolista a la de entrenador. Desde ya intervendrá en la política deportiva reduciendo a sus empleados a títeres. No sabe Zidane la que le espera.

Tenían mucha razón los que advertían de los peligros de darle las riendas de un club a caprichosos chino que creen que con su cartera todo lo pueden.

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