VALENCIA. Sin sentido del ridículo, sin respeto hacia una entidad que esta misma semana cumplirá 97 años, sin ningún atisbo de la ambición propia de futbolistas jóvenes que son la mayoría del plantel valencianista, siendo un autentico circo como equipo y el hazmerreír de la Liga al comprobar como un proyecto que aspiraba a estar arriba se arrastra semana tras semana por los campos de España. Ese es el actual Valencia CF que preside Layhoon Chan y que está gestionado por el singapurense, Peter Lim. El pero Valencia CF de las últimas décadas en la Liga española.
Después de caer en la ida de los octavos de final de la Europa League en Bilbao el pasado jueves en un partido el que los blanquinegros sólo pusieron actitud y lucha, llegaba el derbi de la ciudad. Ese encuentro especial para los aficionados y que normalmente se vive con rivalidad y competitividad en los vestuarios de fútbol. Un partido para sacar pecho en la ciudad, para alegrarle la cara a tu gente y para sentirse superior a los futbolistas que en teoría juegan en el rival humilde de la ciudad. Nada de eso lo mostraron los jugadores que eligió Neville en el Ciudad de Valencia. Nada. No mostraron nada. Andaron por el campo sin rubor y perdieron uno a cero pero debió ser por más goles.
El Levante se jugaba una de sus últimas balas para intentar salvar la categoría y jugó el partido como tal. Los valencianistas, que no están salvados, pensaron que era un partido fácil y que ganarían sin correr al colista de la Liga. Los primeros minutos fueron de tanteo y muy pronto Feghouli tuvo una de esas ocasiones que no se pueden perdonar pero el argelino ha regresado de la lesión como suele volver de la Copa África, desdibujado. Suya fue la única alternativa más que tuvo en el partido el Valencia CF en una buena contra que envió fuera al intentar colocar con rosca un balón al segundo palo. Fue lo único en ataque del Valencia CF ante el colista. Nada más. Otra vez muy pobre el bagaje ofensivo de un equipo pagado a precio de oro.
Entre las dos ocasiones de gol de Sôso el Levante ya había tenido una clarísima que Rossi había estampado en el palo y Deyverson había vuelto loca a la zaga valencianista. En Orriols, regresó Abdennour y su gemelo se quedó en San Mamés. Por desgracia a Mustafi cada vez se le está poniendo más cara de tunecino y menos del central rocoso y seguro que fue. Diego Alves salvó una ocasión clarísima con un paradón al remate de Feddal y otra al brasileño cuando se moría la primera parte y Abdennour cometió el enésimo error infantil de la temporada.
En los laterales, Cancelo se marchó tras haber dejado una autopista abierta para Morales y su sustituto, Barragán, no agradece lo suficiente cada minuto que juega con la camiseta del Valencia CF. Siqueira empieza a dejar claro porque Simeone no contó con él en año y medio. De momento no mejora a Orban más que en la ficha, que la tiene mucho más alta.
El centro del campo fue una sombra. Simao Mate, Verdu y Verza fueron mucho mejores que Parejo, André y Fuego. Sólo el diez valencianista cobra lo mismo que todos los centrocampistas de la plantilla de Rubí, pero sigue sin ser diferencial. En el campo del Levante, Parejo debió ser expulsado cerca del minuto cuarenta pero Del Cerro Grande le perdonó la expulsión. André no estuvo en todo el partido y empieza a ser preocupante que el chico de oro no sea capaz de hacer dos buenos partido seguidos. Fuego juega lejos del nivel que dio el año pasado y cerca del suyo real, es decir muy alejado del que debería tener el stopper de un equipo como el de Mestalla.
Los de arriba ni existieron. Paco Alcácer dejó su pelea y poco más. Feghouli las dos ocasiones, y Piatti no da para más. Es seguramente el jugador menos decisivo de la Liga en ataque. Pero sigue teniendo oportunidades semana tras semana. El Valencia CF es todo lo contrario a un equipo. La falta de calidad es evidente, pero lo más grave es que en Orriols no quisieron correr. Rossi hizo un gol a la salida de un saque de banda rodeado de seis blanquinegros. Lo hizo por fe, por ambición, por ganas y por querer sumar tres puntos para mantenerse con vida en primera.
De Neville casi es mejor ni hablar. Todo lo que ocurre en el césped no es más que el síntoma de lo que se vio en el banquillo valencianista ante el Atlético de Madrid. Un vestuario de niños millonarios que se ríen de su entrenador y de los miles de valencianistas que pasaron un domingo duro. Por desgracia, el problema del banquillo no es el más grave que tiene el club de Mestalla en la actualidad.