VALÈNCIA. El Valencia ha vuelto a jugar con fuego, tal y como explicó el domingo tras amarrar la salvación su cariacontecido capitán José Luis Gayà, pero esta vez el ‘incendio’ se descontroló hasta tenerle a las puertas de Segunda a pocos minutos de que acabara la Liga y aunque finalmente logró controlarlo nada hace pensar que la que ha sido su peor temporada en las últimas cuatro décadas no vaya a ser mejor que la próxima.
En realidad, desde que Peter Lim se hizo con el control del Valencia en la primavera de 2014, han sido ya varias las veces que el equipo ha visto de cerca el precipicio de Segunda, aunque nunca se quedó tan al borde como en esta. Un descenso que no fuera seguido de un ascenso inmediato en el siguiente ejercicio pondría en riesgo la viabilidad económica de una entidad que sigue asfixiada por la deuda.
El club se acercó ya a esa zona peligrosa por la falta de proyecto deportivo en los primeros años del nuevo máximo deportivo. Después se alejó del acantilado hasta volver ganar la Copa y volver a la Liga de Campeones en la etapa de Mateu Alemany en los despachos y Marcelino García en el banquillo, pero tras la marcha de ambos la caída se ha acelerado.
A la nueva falta de rumbo deportivo claro se ha unido una galopante crisis económica con una más que cuestionable gestión que ha supuesto ventas y salidas que han esquilmado la plantilla hasta dejarla en los huesos.
La historia del Valencia tiene un precedente claro en ese sentido. El famoso cabezazo de Miguel Tendillo que le dio el triunfo por 1-0 ante el Real Madrid en la última jornada de la campaña 1982-83 y que le evitó bajar a Segunda, fue en realidad un aviso no asumido del descenso que protagonizó en Ia campaña 1985-86. Tanto Gayà como Baraja insistieron este domingo en la necesidad de “aprender” de lo que ha pasado esta campaña.
La llegada de Gennaro Gattuso a su banquillo, el cambio de estilo de juego que supuso o la llegada de fichajes como Edinson Cavani, aumentó varios puntos la habitual ilusión de la fiel afición valencianista de inicio de la temporada. De hecho, el equipo estaba a cuatro puntos de Europa cuando paró la Liga por el Mundial de Qatar.
Pero a la vuelta, la espiral de malos resultados se vio alimentada por el ya clásico divorcio entre el técnico y el club por la falta de refuerzos (algo que ya protagonizaron antes Javi Gracia o José Bordalás en las últimas temporadas) y esta vez Voro González, el ‘bombero’ habitual, no logró controlar el fuego como había sucedido en otras ocasiones. La pérdida de ese comodín con la enorme ascendencia que tiene el también exjugador es parte de la factura de este ejercicio.
Para salvar los muebles a última hora ha hecho falta exprimir una triple combinación. Para empezar el club tuvo que recurrir para su banquillo a una leyenda como jugador como Rubén Baraja, para asegurarse un influjo que separara al equipo de su propietario.
Además, hubo que mantener la habitual fuerza de Mestalla pero además ha habido que exportarla a los últimos desplazamientos de un equipo tan débil que se caía cuando salía de su refugio. Pero tanto se ha complicado la cosa que ha tenido que ser la aparición de tres canteranos (Javi Guerra, Alberto Marí y Diego López) la que ha inclinado la balanza del lado de la salvación casi sobre la bocina.
Cerrado con alivio pero “sin nada que celebrar” el curso, como también subrayó Gayà, llega el momento de pensar en el siguiente.
En principio, nada indica que vaya a haber un cambio en la propiedad, por lo que parece que el proyecto se preparará con las enormes limitaciones que ha demostrado tener este sistema de gestión en el que las decisiones clave pasan por un Peter Lim atrincherado en Singapur, cuyo criterio y planes se desconocen.
Además, aunque las ventas de jugadores como Carlos Soler o Gonçalo Guedes al final el pasado verano han reducido teóricamente la necesidad de ingresos por ventas, en las últimas semanas varias informaciones han reflejado que varios de los jugadores más potentes que quedan están en el mercado y parece poco probable poder retener con estos proyectos a las pocas piezas salvables de la plantilla si quisieran salir.
Con este panorama, el Valencia ha salvado la categoría el riesgo de descenso sigue latente en el entorno valencianista.