En este Valencia de la simulación, actuando como si el equipo estuviera en manos de un técnico capacitado, perder 1-0 en Bilbao deja buen sabor de boca. A dónde hemos llegado…
VALENCIA. En este Valencia de la simulación, actuando como si el equipo estuviera en manos de un técnico capacitado, perder 1-0 en Bilbao deja buen sabor de boca. A dónde hemos llegado… Es una cuestión de expectativas. Se esperaba noche sangrienta y solo fue un rasguño (un rasguño que pone la eliminatoria muy complicada, tanto que igual...). El estado de ánimo se ampara en un sentimiento muy lógico: cada vez que hay enfrentamiento entre un verdadero equipo y uno que es ‘conato de’, cada vez que hay un duelo entre un entrenador ya hecho contra uno que quiere hacerse entrenador, lo normal es que suceda lo que pasó en Bilbao. Por mucho voluntarismo, mucho desgaste físico, mucha energía aplicada, el Athletic sin demasiado tuvo cerca la sentencia de la eliminatoria. Eso a pesar que Abdennour, oh cielos, brilló a buen nivel, demostrando que es un defensa de agua.
Comprendo el regusto dulce de salir con vida de un trance que se presuponía trágico, pero a mí me ocurre un poco al revés. Intuyo que un Valencia hecho de cordura y no de impostura, aunque fuera con los mismos jugadores, podría haber salido con medio pase sellado en Bilbao. Solo hacían falta unas pizcas de racionalidad, un entrenador normal…
Está tan mal cosido que las costuras, por mucho que se esconda la tripa, por mucha voluntad y bonhomía, acaban reventando. La ópera bufa del banquillo el domingo pasado fue más grave por lo que escondía que por lo que mostraba. Ese instante explica bien por qué queriendo no se puede. Ese instante fue una retransmisión en vivo por Periscope de las interioridades que guarda el aparato deportivo del club. No hizo falta dirigir la cámara del móvil porque ya estaban las de televisión.
La trascendencia no viene porque Neville sacase o no a Negredo por aclamación popular, viene por el caos, la ingobernabilidad, la desidia del cuerpo técnico, el despiporre de alguno de los futbolistas ante el trance (jeje, qué risa todo).
Por un entrenador perdido. Presuponía que los entrenadores -los de elite al menos- hacían los cambios en base a una estrategia, volcando ciertos deseos con los que impactar sobre el partido. Neville demostró que sí, pero que no, pero que igual sí. La culpa, por supuesto no es suya, porque él ha venido a aprender, es un líder, el equipo es muy joven y Angulo no sabe inglés.
Viene por un cuerpo técnico como las CUP. La asamblea de entrenadores. Pareció que entre Gary, Phil, Angulo y Pako iban a convocar una votación vinculante para decidir quién salía. Si Gary estaba a otra cosa, despistado (“es que está aprendiendo”), hubiera sido deseable que alguno de sus acompañantes liderara la crisis.
Y já, qué despiporre en un rincón del banquillo, con jugadores tomándose la situación a broma. En cualquier otro banquillo donde la autoridad del cuerpo técnico no se discute, el asunto se hubiera resuelto de inmediato. Nadie hubiese tenido la ocurrencia de descojonarse de sus ‘jefes’ en un instante de crisis.
Esa sesión de Periscope (antes de que Tebas lo prohiba) a cargo del banquillo del Valencia deja al valencianismo en una tesitura imposible: 1) alegrarse, es comprensible, por perder solo por 1-0 en Bilbao, 2) querer que su equipo cambie, 3) desear que a la propiedad le deje de parecer un accidente lo que ocurre partido tras partido y pase a percatarse que es una consecuencia del mal trabajo, 4) evitar que Neville siga ante la tentación inexplicable de Lim, un amo al que para que le lleguen las señales de humo parece que hay que quemar el Amazonas entero.