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He de confesar, que escribo estas líneas con un elevado nivel de entusiasmo. Y es que, parece que, por fin, nos estamos dando cuenta del peso específico que tiene el capital humano en cualquier compañía, y nos planteamos, el comenzar a apostar como se merece por implementar estrategias que sitúen a las personas en el centro del negocio, entendiendo el impacto que tiene a nivel social y en la cuenta de resultados de nuestras empresas. Y esto, evidentemente, y si te apasionan las personas, “ilusiona al más pintao”.
Pero, debemos reflexionar. ¿Nos encontramos ante una tendencia pasajera con fin a corto plazo, o supone una necesidad real, más allá de banalidades y buenas intenciones?
Durante el primer semestre del presente año, y en diferentes foros, existe un tema recurrente sobre el que la mayoría de nosotros mostramos nuestra inquietud. La fidelización de nuestras personas y la incorporación de otras talentosas se erige como un reto fundamental al que todos nos vamos a tener que enfrentar, más pronto que tarde, y que exige reaccionar con rapidez y coherencia, estableciendo las estrategias y contextos adecuados para que, por un lado, las personas que portan valor en nuestras compañías quieran estar con nosotros, y por otro, que las personas que pueden aportar “savia nueva” y potenciar nuestras empresas nos elijan como proyecto a futuro, y quieran incorporarse con nosotros.
Soy de los que desde muy joven, y ya mientras cursaba mis estudios de especialización en RRHH y gestión de personas, he defendido con fuerza la idea de potenciar y dar valor al capital humano en cualquier organización, en primer lugar por humanidad y, en segundo lugar, como factor facilitador de rentabilidad y sostenibilidad del negocio. Es verdad que, aunque públicamente en general ha sido más una frase hecha que una convicción, los cambios socio económicos experimentados desde la crisis del 2007/2008, y la experiencia vivida con la pandemia desde marzo de 2020, hacen necesario este cambio de paradigma y cambio cultural en nuestras organizaciones.
Sigamos reflexionando. ¿Es necesario, por tanto, trabajar una imagen empleadora (employer branding) dentro de nuestras organizaciones? En mi humilde opinión, sí, lo es.
A veces bromeo con algunos directores/as de personas, comentando en tono irónico, la ilusión de medir el número de veces que nuestros colaboradores hablan mal de nuestra empresa en el café o el descanso de la mañana, y lo que es peor, cuánto malestar y tiempo improductivo provoca. No sería tan descabellado pensar que este podría ser un indicador que nos mostrara la imagen percibida la empresa, y el afecto o falta de este hacia la organización, trayendo como consecuencia también la generación de esa misma imagen a nivel social, y la repercusión a nivel de reputación como compañía.
Algunas fuentes aseguran que en la actualidad en torno al 75% de los trabajadores están insatisfechos en su puesto de trabajo, con un desapego evidente hacia su empleador, y con una motivación alta a abandonar la compañía. Y es que, actualmente podemos afirmar también, por la experiencia vivida cada día con personas en distintas compañías, que las personas valoramos más las acciones que nos generan un beneficio a nivel emocional, como el teletrabajo, la conciliación, o el reconocimiento explícito, que otras como el salario.
Por tanto, la gestión de los detalles, y la generación de una cultura organizativa “potente” con foco en las personas, que sea real, sustentada por unos valores profundos y compartidos, nos ayudará a poder ofrecer una propuesta de valor atractiva e interesante, que fomente la motivación y el bienestar, generando un sentimiento fuerte de empresa, que nos ayude a que nuestros colaboradores quieran estar con nosotros, y que otras personas necesarias quieran unirse a nuestro proyecto.
Se hace necesario que, a través de este nuevo paradigma, y este nuevo enfoque, potenciemos una reputación positiva dentro, que favorezca una imagen positiva fuera, y que nuestra marca como empleadores aumente su valor. Solo así, las personas apostarán por nosotros, y recibiremos su mejor versión.
“La guerra” por el talento no ha hecho más que comenzar y no podemos perder más tiempo. ¿Comenzamos?
Pruden Martín. CEO, Director General de Negocio de Grupo Emotiva-Liderea