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opinión

Entre horribles sufrimientos

16/03/2019 - 

VALÈNCIA. El valencianismo conoció ayer en Suiza su pareja de baile para los cuartos de Final de la Europa League. Y la cosa tiene su morbo por ser el Villarreal quien se jugará el pase a semifinales con el Valencia.

El angustioso empate cosechado la noche del jueves en tierras rusas, tras la victoria en la ida, permitió al equipo de Marcelino superar otro escalón que le acerca un poquito más a la final de Bakú. Y esto es lo que de verdad importa porque es, posiblemente, la única o una de las pocas verdades que tiene el fútbol: los resultados son inexorables y están por encima de cualquier consideración ‘decorativa’. El Valencia ha superado la eliminatoria y tiene dos citas concertadas en abril con el Villarreal... A un servidor… Siendo, como soy, un resultadista sin cura, no se me ocurre otra reflexión que no sea la de aplaudir lo acontecido en Krasnodar porque terminó como todos queríamos que terminase: el Valencia está en cuartos y el final justifica los medios.

Ahora bien. Eso no quiere decir ni que esté ciego ni que no me guste el fútbol. Entiendo perfectamente a quienes, no siendo lo resultadistas que soy yo, el jueves ponían el dedo en la llaga que el propio equipo les produce con mucha más frecuencia de la deseable. Entiendo a quienes piensan que el Valencia -como ya sucediese ante el Getafe en la Copa del Rey- superó la eliminatoria ante el Krasnodar en medio de horribles sufrimientos. Sé que fueron muchos los que se marcharon a dormir con la sensación de haber visto un partido muy pobre del Valencia que, inexplicablemente y muy lejos de la ambición que había exhibido Marcelino en la rueda de prensa previa y más lejos todavía de conformarse con especular, aceptó ser totalmente sometido por un equipo inferior que ya nos había sacado los colores en la segunda parte del partido de ida en Mestalla. Entiendo a quienes piensan que la expresión que habla de ‘jugar con fuego’ se queda corta para describir lo de Rusia. Comparto que se jugó con fuego en la alineación inicial, se jugó con fuego con la actitud del equipo en varias fases del encuentro con una intensidad muy inferior a la de los rusos y se acabó protagonizando un encuentro muy poco ambicioso.

Pero el fútbol ofrece crueldad y generosidad a su antojo. De manera que, de repente, entre Gameiro y Guedes en el último suspiro de partido surge una chispa milagrera con la que acaban rescatando a los suyos de un fatal naufagio y ese momento lo cambia todo haciendo saltar por los aires cualquier teoría más o menos catastrofista.

Entiendo muchos de los discursos críticos con el juego del equipo en Rusia porque muchos los comparto pero... me quedo con el resultado. Afortunadamente si este equipo tiene una virtud que destacar es que, aunque a menudo baje el pistón de manera alarmante y abuse -en ocasiones- de la manía de meterse en la cueva, no se rinde. Los partidos no terminan en el minuto noventa sino cuando el Valencia dice la última palabra y eso es algo que te puede acabar dando muchas alegrías. 

Al fin y a la postre... ‘calentones’ ante rotaciones de vértigo hemos vivido muchos también en otras épocas y luego han terminado saliendo bien. El éxtasis final es fantástico y todo lo padecido pasa al olvido aunque el precio que se pague en sufrimiento sea muy elevado. Das por bueno el suspense. Das por bueno que pongan a prueba tu salud cardiovascular si hay final feliz. Pocos recordarán cómo y de qué manera se pasó a cuartos si vemos al Valencia disputar una Final Europea.

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