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Entre la humildad y la prepotencia

No hay jornada que no se acuse al equipo que juega bonito de no ganar y partido que no se cuestione al equipo que gana por no jugar de manera vistosa. Es la pescadilla que se muerde la cola. Y en el caso del Valencia CF, que comenzó la temporada con todos los ingredientes ideales para que Marcelino preparase un menú degustación de categoría, han llegado las primeras dudas y reproches

5/09/2018 - 

VALÈNCIA. El debate es más viejo que el propio fútbol. Y se presenta en sociedad como un elemento que implica incompatibilidad, cuando es justo al contrario. En el fútbol, al ser un espectáculo, claro que importa gustar. Ahora bien, en el fútbol profesional, lo más importante, es ganar. No es que sea lo único que importa, es que es lo más importante. Que se parece, pero es vital el matiz, porque no es lo mismo. No hay jornada que no se acuse al equipo que juega bonito de no ganar y partido que no se cuestione al equipo que gana por no jugar de manera vistosa. Es la pescadilla que se muerde la cola. Y en el caso del Valencia CF, que comenzó la temporada con todos los ingredientes ideales para que Marcelino preparase un menú degustación de categoría, han llegado las primeras dudas y reproches. Conviene decir que en este negocio lo que cuenta no es un esprint de cien metros, sino la posición final en una carrera de resistencia que se vuelve cada vez más exigente con el peso de tres competiciones y un calendario loco. Esto no consiste en agradar durante tres jornadas, sino en alcanzar la meta después de 38. Dicho eso, el VCF ha disputado tres encuentros oficiales. En tres mitades el equipo se mostró reconocible (segundo tiempo notable ante el Atleti, primer tiempo decente ante el Espanyol y segundo acto admisible en el Ciutat) y en otros tres tercios de lo que va de campeonato, se ha mostrado inconsistente (primer tiempo superado por el Atleti, segunda mitad horrorosa en Cornellá y primera mitad de apagón ante el Levante). Eso, en cuanto al juego. Se necesita autocrítica. En cuanto al resultado, dos puntos sobre 9 posibles. Un comienzo pobre. Para unos, demasiado pronto para dramas porque la situación es subsanable. Para otros, época ideal para lanzar un mensaje apocalíptico, diciendo que el mercado no ha sido tan color de toda como parecía, tornando las cañas en lanzas. De todo hay en botica.

Luego están los matices. Los que tienen nombre propio. Los que indicen en el juego y además, en los resultados. Marcelino, el primer interesado en que el equipo rinda a satisfacción tanto a nivel de fútbol como de puntos, aún no ha podido contar con una base estable de efectivos. Está pendiente de recuperar a un convaleciente Garay – jerarquía detrás-, todavía no ha podido alinear su arma definitiva, que es Gonçalo Guedes – velocidad y chispa arriba-, espera la recuperación completa de la autoestima de Murillo – obligado a recuperar su mejor nivel-, pide más de Parejo – sus dos últimos encuentros no estuvieron a su altura- y se quedó sin el imprescindible Kondogbia – mejor fichaje del pasado curso y motor de medio equipo- en el Ciutat de Levante. Bajas puntuales, pero significativas, al ser piezas vitales para que todo el ecosistema del equipo no se resienta. ¿Qué equipo de nivel no notaría las bajas de su mejor defensa, su mejor centrocampista y su mejor atacante? Cualquiera. Como Marcelino no es de los que busca excusas de mal pagador y tampoco de los que echa balones fuera, sabe que el equipo necesita trabajar más, superarse, agrupar líneas, reprogramar conceptos y volver a poner toda la atención en su gran potencial: defender con orden y salir a la contra.

Ahora llega el parón de selecciones y es época de reflexión. Para unos, será tiempo de sumar. Para otros, tiempo para dudar. Y para el vestuario, unos días para creer. Está por venir un septiembre más que exigente, con duelos ante Betis, Juventus – por fin otra vez la Champions en Mestalla-, Villarreal, Celta o Real Sociedad. Rivales de enjundia, suficientemente potentes para saber dónde está el equipo, qué margen de mejora tiene y hacia dónde va. Y para que la nave flote, navegue y no se hunda, tanto el técnico como los jugadores saben que tendrán que poner de su parte más que hasta ahora. En un fútbol cada día más igualado, la delgada línea entre victoria y derrota se cimenta en los pequeños detalles. Y esos son los que el VCF tiene que cuidar. En lo físico, recuperar efectivos. Y en lo mental, hay que apelar a una sobredosis de humildad

Si alguien creyó que la Liga sería un paseo militar, craso error. Y si alguien, por la razón que fuere, compró ese discurso de las figuritas de mazapán y la mejor plantilla de la historia, que ponga pies en tierra. Nadie le va a regalar nada al VCF. Así que, si las cosas no acaban de salir en los primeros partidos, tengan presente que esto del fútbol nunca va de esprintar cien metros, sino de resistir una carrera de fondo para llegar a la meta para ganar en primavera. Instalarse en la duda es el peor lugar posible. Comprar un discurso apocalíptico es el peor veneno. Y apelar a la autocrítica y el trabajo, la mejor medicina. No garantiza ganar, pero sí competir. Y si este equipo compite como sabe, los resultados llegarán. Si alguien cree que el futuro del VCF pasa por los nombres, se equivoca, porque la fuerza pasa por el grupo. Y si alguien cree que el camino del club pasa por seguir presumiendo de tener mejor equipo que otros, pincha en hueso. La humildad abre puertas. La prepotencia las cierra.

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