Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Aunque la situación en la calle y la tensión hospitalaria sigue condicionando nuestras vidas en un año que jamás olvidaremos y que nos ha sido secuestrado por el virus, el anuncio de las vacunas que nos podrán proteger contra él nos permite ver una esperanzadora luz al final del túnel. Ojalá más pronto que tarde podamos recuperar nuestras vidas y también, de paso, podamos acudir a los estadios para disfrutar de una de las válvulas de escape que nos proporciona el fútbol. Ese es el deseo de la inmensa mayoría bien nacida aunque hay quien vive demasiado cómodo ocultando sus fechorías tras los gruesos muros de la pandemia.
El coronavirus se ha convertido en la gran excusa con la que defender lo indefendible y para nutrir el tramposo argumentario de quienes se obstinan en justificar una política deportiva encaminada a la autodestrucción. Pero no contentos con ello, no contentos con explicar el debilitamiento de la plantilla como consecuencia de la pandemia -obviando intencionadamente el hecho de haber destruido un proyecto de Champions y privando así a la institución de los suculentos ingresos que proporciona la máxima competición europea también la esgrimen como causa para llevar más lejos todavía el derribo.
Manejan los asiáticos la delirante teoría de que las competiciones volverán a quedar suspendidas por una nueva emergencia sanitaria. Cuando todo el Mundo pende de la gran incógnita, cuando ni las autoridades sanitarias -OMS incluida- vienen siendo capaces de vaticinar los que pasará mañana, resulta que los eminentes epidemiólogos que investigan día a día entorno a una mesa repleta de jarras de cerveza junto a Mestalla sí son capaces de aseverar que la epidemia acabará con el fútbol y que, por su visionaria política, al Valencia no le afectará como a otros. Grandioso. Algo así como: voy a vender los zapatos porque mañana me atropellará un tranvía y me amputaran las piernas. Una estrategia sólo al alcance de un perturbado si de verdad lo creyesen o... de un tramposo que ha decidido reírse a mandíbula batiente de todo el valencianismo. Pero quien no comulga con ruedas de molino y ha perdido ya toda la Fe en el mesías que venía al Valencia para hacerlo invencible y critica la aberración que se está perpetrando en Club lo hace porque es racista. Aquí que hemos aplaudido desde la grada a futbolistas de todas las nacionalidades, credos religiosos y razas que han defendido la camiseta del Valencia CF en más de cien años, ahora criticamos a Lim porque es asiático y a Murthy porque es indio.
Otra de sus delirantes teorías, publicitada por el libelo digital de Meriton y avalada, ni más ni menos, que por el mismísimo Presidente de la Liga de Fútbol Profesional que ha terminado convirtiéndose en otro colaboracionista del desacato que está cometiendo Peter Lim en el Valencia. A Lim no se le critica por ser de Singapur sino por haberse propuesto destruir el Valencia. A Murthy y su cortejo presidencial no se le critica por ser indio sino por su desvergonzado comportamiento y su repetitivo desprecio al valencianismo a parte de su manifiesta inutilidad para presidir nada que no sea la mesa del almuerzo. Si buscan racistas... que se compren un espejo.
Mientras comen, beben, viven y cocinan la siguiente provocación, el valencianismo aguarda una solución que se antoja harto complicada salvo que se anime alguien con muchos supermercados y la resiliencia de un equipo conjurado para salir airoso de los terrenos de juego haciendo de la necesidad virtud.