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bombeja agustinet! / OPINIÓN

Esos dos

11/08/2022 - 

VALÈNCIA. Esos dos que han dejado helado el corazón de un montón de granotes no merecen ni un lamento más. La historia los juzgará.

Uno se besaba el escudo y prometía amor eterno. Llegó a declarar que jamás abandonaría a su equipo y menos aún en Segunda, pero lo cierto es que siempre fue un tribunero. La clase de extremo que mira de soslayo al lateral mientras éste le ruega ayuda con un gesto y que luego esprinta en el 90’ a por un balón inalcanzable para cosechar una ovación de la grada. El mismo de aquellas lágrimas sobre el césped, ante las cámaras, para forzar al club “de su vida” a firmarle una jubilación dorada. El del episodio de celos tras la desorbitada (y ruinosa, por cierto) renovación de Campaña. Ése sabía que tenía el poder que da el afecto de la grada y lo usó para someter a quien no se aviniera a sus planes. Ser el Messi de los pobres y un profesional del golazo le dio ese poder que no supo utilizar. Hace ya 28 años de aquel anuncio de Pirelli y Carl Lewis con tacones: “Power is nothing without control”. Pues eso. Resultó que ese ídolo de columna encorvada tenía, además, los pies de barro. No valoró la madurez de la grada de Orriols, que lo adoraba en la misma medida que lo detesta ahora, tras una espantada que –confieso– a mí no me sorprendió y hasta comprendí. Dos años de contrato en un club de zona europea. ¿Por qué iba a renunciar a algo así? ¿Por cumplir su palabra y contribuir al retorno del Llevant a Primera, convirtiéndose en leyenda? Res. Mejor el Madrigal. Es lícito, ojo. Pero que no espere mi afecto. Eso faltaba. Amores perros. Los de la película de González Iñárritu y los no correspondidos.

El otro “ése” no juró fidelidad, aunque pudo hacerlo ya que, con mayor o menor entusiasmo, el Llevant apostó por él pese a sus gravísimas lesiones de rodilla. Él correspondió con entrega y esfuerzo siempre, cierto. También se hubiese podido retirar en Orriols como leyenda. No es que viniera a por él el West Ham. Se va a un Elche cuyo objetivo es la salvación y renuncia a liderar con goles la que debería ser una campaña histórica en Orriols.

Uno y otro llevaban toda una vida amenazando las áreas rivales vestidos de blaugrana. En la decisión de marcharse de ambos subyace el desafecto por todo aquello que no sea el dinero (un poco más de dinero, en realidad) y el ego. Fueron muy del Llevant mientras eran el centro de los focos. Como tantos otros no entendieron que el Llevant somos nosotros ni que la ambición desmedida rompe el vínculo más estrecho; que sin el afecto de las gentes sólo son juguetes rotos, apóstoles de ese fútbol moderno que apesta.

Luego están esos otros dos que marcan el camino del retorno: Pepelu e Iborra, como símbolo de todos los que sí quieren estar y espejo para los que llegan de abajo. Hay un cambio de época en Orriols, marcado por la tolerancia cero hacia quien frivoliza con el sentimiento de pertenencia al Llevant. Quien actúa sin afecto, en definitiva, no debe esperar ovaciones ni relatos épicos. Suyo será el lamento, a medio y largo plazo.

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