Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. La competición copera (está de más decir que el partido de hoy frente al Villarreal es un enorme estorbo mal gestionado) le debe una bien grande a Hugo Duro. No es una cuestión de estigmas, de memes, de leyendas, de etiquetas o de frases hechas. Es solo una cuestión de justicia poética, de recompensa a valores tan devaluados en el mundo futbolístico como la humildad o la perseverancia. Se la debe la Copa y estoy convencido de que esta vez sí se lo va a pagar.
Es cierto que Hugo Duro, por los motivos que sean (personales o de equipo) parece que ha perdido buena parte de su factor sorpresa, de su inspiración y de su determinación. Pero no es así: si no llega el balón para el remate poco o nada se puede hacer para marcar; si tampoco llega para abrir huecos, poco se puede producir, porque el balón va más veces por arriba que por bajo. Esto es lo que le está pasando a un Valencia CF que le está costando mucho encontrar el equilibrio entre lo que pretende defender y lo que pretende en sus ataques. Es un desequilibrio que aún está en fase de ajustes y estoy seguro de que Bordalás lo tendrá todo perfectamente ajustado cuando llegue esa finalísima del sábado.
El delantero cedido por el Getafe sigue aportando esa entrega incondicional y ese es un camino seguro para salir del pequeño bache en el que parece encontrarse. Como dije, nada más lejos de la realidad: está viviendo la calma que antecede a su némesis particular, a la ataraxia interior, porque sé que va a volver a ser el mejor Hugo Duro contra ese Betis tan poderoso en todas las parcelas del campo. Sé que lo hará, porque él mismo sabe que el fútbol se lo debe, a pesar de su juventud.
Es más, le voy a lanzar un órdago: el gol que nos va a dar la copa lo hará él. No sé cuántos van a ser, ni cuándo, ni cómo. Nadie lo sabe, pero estoy plenamente confiado en que él será el que marque el gol que nos dé la copa, porque lo estoy viendo y le veo, igualmente, celebrando ese gol lanzando una flecha hacia arriba, porque no tiene techo y debe ser consciente de esa cualidad suya y que lo hace especial. Espero no equivocarme, claro.
El gol definitivo de la final será de Hugo Duro y entonces el valencianismo hará de aquel “tocó en Hugo Duro” un cántico de celebración, de alegría, de concordia. No puede ser un arma arrojadiza, ni un motivo de herida abierta entre aficiones o entre jugador y afición de un lado o de otro. El chico se lo merece y se lo ha ganado, esté donde esté, siga o no siga en este equipo. Es más, va a marcar porque quiere seguir en este Valencia CF y él sabe cómo ganarse las cosas con sudor y esfuerzo. No sé ni tan siquiera si él me leerá, pero la última vez que escribí esto fue en 2019 y dije que un tal Rodrigo Moreno marcaría un gol decisivo en aquella final y haría justicia a los muchos años tan oscuros que vivió en este club: marcó el segundo que, a la postre, fue decisivo. Creo que nunca crucé ni media palabra con él, ni antes ni después, pero un amigo en común me dijo que me había leído aquel día y que él asintió con su cabeza afirmando que él también estaba convencido de que iba a marcar y que aquello sería una prueba de todo lo que el fútbol le había negado durante varios años. Y así fue.
Creo en Hugo Duro, que no está en los cielos, sino en la tierra, con sus dos pies tocando la rigidez del suelo; pero creo más en aquel chico que vino aquí convencido de que era capaz de hacer grandes cosas desde la sencillez de hacer muchas pequeñas cosas antes. Eso es, chaval, no olvides todo lo bueno que aportas en pequeños detalles en cada partido: sin entrar en la gresca, pero luchando; sin perder la idea de que eres punta, pero articulando muy bien tus ayudas atrás; midiendo tu esfuerzo, para llegar más fresco a zona de remate, pero sin reservarte nada. Sabes que esa, y no otra, es la medida de tu rendimiento real. Esa y tu cabeza: serenidad, porque eres muy joven y es tu primera final en la elite. Hay que elegir la mejor de las opciones, que siempre es la más sencilla en esto del balompié. No le des más vueltas: no busques siempre el pase definitivo, ni el remate más espectacular, ni la jugada del partido. La efectividad es la mejor arma en este tipo de partidos y esa precisión solo se consigue cuando tu nivel de acierto en el juego es elevado, no tanto por lo que se suma notoriamente como por lo que no perjudicas al equipo tomando malas, precipitadas o erróneas decisiones.
Sé listo en el partido. Sé fuerte en el contacto. Sé certero con el balón. Sé hábil en tus movimientos. Sé solidario. Sé tenaz en la anticipación de la jugada. Sé estratega en la carrera. Sé perseverante en el robo al contrario. Sé impasible en las provocaciones. Sé firme en la serenidad. Sé astuto en la presión. Sé rápido en el pensamiento. Sé contundente en el golpeo. Sé estilista en la colocación del pie. Sé humilde ante el error del compañero. Sé discreto frente al árbitro. Sé un titán para tu marcador. Sé una sombra para su mediocentro organizador. Sé un puñal por banda. Sé un muro para su lateral. Sé un ejemplo en todo. Sé el más cabroncete de ese otro fútbol que también se juega. Sé aquel que te pide tu míster. Sé el jugador que serás muy pronto, vistiendo la Roja. Sé el chaval que siempre soñaba con jugar una final. Sé decisivo y no siempre se es marcando un gol. Hugo: ante todo sé tú, por encima de todas las cosas.