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13 de noviembre / OPINIÓN

Estado de alarma en Orriols

3/11/2020 - 

VALÈNCIA. Los primeros 60 minutos de Mestalla, el ejercicio de resistencia en el Sánchez Pizjuán hasta el sopapo en el 92, el arreón al Real Madrid (que antes había perdonado) en la recta final, el depropósito de Melero López contra el Celta o el asedio a un Granada que resistió en inferioridad. La justicia futbolística no te da de comer. En el fútbol de alto nivel, las sensaciones sirven para muy poco. La realidad es la que marca la clasificación y ese factor no admite debate: cinco puntos de 21. Hacen falta resultados que entierren el nerviosismo. Una victoria rebajaría el estado de alarma que está instalado en Orriols (con razón) y no solamente en esa porción de un entorno a regañadientes (por ser suave) con Paco López y su ADN.

Alavés y el estreno de la cubierta, Elche, Valladolid y Getafe son los próximos cuatro rivales que aparecen en un calendario que ha dejado de ser un motivo para argumentar los sinsabores. Llega un momento en el que se acaban las excusas para capear el temporal. En lo que sí creo es en los estados de ánimo, en las muestras de rabia, en las reacciones de orgullo cuando se tuercen las cosas, en la figura de los líderes con o sin brazalete. Este Levante me transmite un elevado grado de ansiedad que ha disparado la preocupación. Aún queda un mundo, pero después de la debacle en San Mamés esperaba un golpe encima de la mesa de inmediato que, por unas cosas u otras, no ha llegado ni ante el Celta ni en Granada.  

 “La falta de acierto nos vuelve a penalizar”, afirmó Paco en una rueda de prensa telemática surrealista por los problemas técnicos. El discurso se repite y en Los Cármenes aumentó por el giro de 180 grados que supuso la roja de Gonalons. Y gracias porque el equipo tuvo una caraja de las suyas que costó el 1-0 e hizo temer lo peor una vez más. Muchísima posesión (72%) y 19 remates (solamente 4 a puerta) en los 75 y pico minutos que estuvo en superioridad numérica. Ni así valió para ganar. Incomprensibles los cuatro de prolongación que señaló Jaime Latre. No hay un decreto ley que diga que el triunfo está asegurado cuando un rival se queda con diez, pero era un partido para ganar y volaron dos puntos que hubieran dado mucha vida. Más incluso para la confianza de un vestuario que con poco sufre y al que no le llega con lo que hace para coger aire porque es insuficiente.

El gol es la medicina que cura todos los males futbolísticos. Está faltando último pase y definición. Me convenció el Levante antes del empate de un Vezo que volvió a demostrar que es el mejor central de los cuatro. Sigo sin entender tanto su suplencia ante el Celta como la de Clerc. Con el paso de los minutos faltó fluidez, sin Campaña costó crear en la base de la jugada y con la doble referencia (demasiados estáticos) tampoco se hizo daño cuando se abrió el campo por los costados. Jugar por dentro, que es la ‘zona de confort’ entre tanto ‘jugón’ y ausencia de obreros, era una misión imposible. Y en otras circunstancias, la de Roger hubiera ido a la jaula, pero Rui Silva sacó una mano salvadora. Poco bagaje en una segunda parte en la que se agudizó esa falta de veneno que está enturbiando el panorama. Dos tantos en los últimos cinco partidos: uno de penalti y el del domingo en ABP (acción a balón parado). Las dos últimas dianas en saques de esquina han sido del central portugués. La primera fue en febrero contra el Barcelona. Ha llovido lo suyo.   

Volaron dos puntos ante rival ordenado, con las ideas claras, que está en una nube porque es un colectivo trabajadísimo y que, tampoco lo escondamos, en otras particularidades (lo de los estados de ánimo y las inercias) hubiera sucumbido. "La solidaridad y el esfuerzo han sido brutales, y hacerlo en las peores condiciones dan más merito y valor al partido del equipo", indicó el míster del conjunto nazarí Diego Martínez, que varió sobre la marcha "la gestión de esfuerzos y el plan de partido", obligando a los suyos a "redoblar los esfuerzos". "Me quedo con que el equipo es capaz de adaptarse, somos competitivos en función de lo que demanda el partido, resistimos y nos agarramos al partido", añadió el preparador gallego. Una lástima porque se escapó vivo un equipo con el desgaste añadido de haber jugado Europa con casi los mismos, con solamente tres cambios: Kenedy, Yangel Herrera y Luis Suárez dejaron su sitio a Domingos Duarte, Montoro y Jorge Molina. 

La cita en Granada se presentaba como una muestra para comprobar la vida sin Campaña. Fue la séptima ausencia del andaluz como granota en Primera División. Y comenzó con más de lo mismo, con otra demostración de fragilidad defensiva. La puesta en escena fue defectuosa. Con muy poquito, otro gol encajado con el mismo fatídico ritual: una mala presión tras pérdida, un despeje a la espalda del lateral y el equipo desprotegido a merced del rival en una acción tan fácil de defender. Simplemente hago una descripción del tercer gol de Darwin Machís al Levante en tres encuentros y no señalo a nadie porque es evidente quiénes acabaron retratados. Una vez más quedó claro que Malsa y Melero (es un llegador), en paralelo y adelantados, no dan equilibrio. La figura de Vukcevic es esencial.

Es normal que más de uno se echara a temblar cuando no vio a Campaña en el once. Tres empates y cuatro derrotas son los números del Levante en la máxima categoría sin el andaluz en el campo por lesión o sanción. Lo había jugado todo en este arranque de competición 2020/21, es el generador del fútbol granota, el que más pases da, el que más recupera. Es incuestionable que las ilusiones orbitan a su alrededor, pero cada ausencia del internacional debe entenderse como una oportunidad para demostrar que hay otros que pueden asumir esos galones. Que hay fondo de armario o debería. Que nadie debería ser imprescindible o a lo mejor sí. Que un equipo no debe sostenerse en una figura. Sin el ‘24’, los focos apuntaron a Bardhi. Como escribió mi amigo Dani Hermosilla en su #Granotera tras el 1-1 en Granada, al macedonio le falta pausa y regularidad para volar. Y da igual que esté o no Campaña. En un escenario donde había visto puerta, el ‘10’ fue más ‘10’ que en otras ocasiones, pero aún no es el ‘10’ que maravilló en el fútbol tras la pandemia. A Rochina, otro que debe dar un paso adelante y cuyo futuro es una de las ‘patatas calientes’, lo desactivó Gonalons con su durísima entrada y justísima expulsión.

La realidad clasificatoria convierte el partido del domingo en lo más parecido a una final a la primeras de cambios. El Alavés marcó un punto de inflexión en su visita en septiembre de 2018 y Machín, ahora el entrenador babazorro, con su victoria en octubre de 2019 al frente de un Espanyol que ya no volvió a ganar más con él, provocó un terremoto de cotas indescriptibles y que el vestuario se pusiera las pilas y venciera en San Sebastián y al Barça en Orriols. Que el efecto se repita, pero ganando. Como sea, con o sin VAR, en superioridad o inferioridad, el Levante necesita ese chispazo en forma de tres puntos. La clave está claro que pasa por recuperar esa frescura ofensiva que enamoraba, la seña de identidad del ADN de Paco y que por momentos eclipsaba la fragilidad defensiva, Eficacia, claridad, precisión, veneno, voracidad… como lo queráis llamar. Es el momento de los jugadores, de echarle un capotazo a Paco que se las lleva todas (algunas merecidas, no le voy a quitar su alta dosis de responsabilidad) y dejarse de historias que no se pueden controlar y que no hacen más que desviar el foco de la realidad.


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