VALÈNCIA. Con la que está cayendo cuesta escribir de la reforma del Ciutat, de las instalaciones de Natzaret o del uso residual del valenciano en el club. Cuesta escribir de algo que no sea el anhelo de ver como descienden las cifras de muertos en todo el mundo. Cuesta escribir del regreso a Orriols, por muchas ganas que tengamos. Los hay que se quejan del uso del lenguaje bélico durante esta crisis. Yo mismo lo he hecho en algún momento. Pero no es tan frívolo, no es una referencia tan inadecuada, aunque no silben las balas sobre nuestras cabezas. A diario leemos y escuchamos testimonios que nos trasladan a esos escenarios. Sea como sea, lo cierto es que la excepcionalidad de la situación nos retrotrae a otras épocas. Yo estos días me acuerdo a menudo de Agustí Dolz, el jugador que, con Juan Puig, más veces se ha enfundado la elástica levantina en 110 años de historia. Y del frente de Teruel.
El Llevant ganó su único gran título estatal en plena Guerra, justo un año después del alzamiento franquista. Las crónicas hablan de que en Sarrià, durante la final, se respiraba la tristeza de aquellas horas. Existen infinidad de historias que nos relatan cómo y en qué condiciones el fútbol se mantuvo pese a la conflagración. Conocemos la intrahistoria de la Copa del 37, de la Liga del Mediterráneo y de otros torneos que mantuvieron la vitalidad deportiva hasta que las bombas acabaron por diluirla. Siguiendo al erudito José R. March los últimos dos encuentros oficiales se disputaron en marzo de 1938, en la fase de promoción del Campeonato Valencia-Cataluña: el día 6, Gimnàstic-Llevant FC; el 13, Valencia-Gimnàstic. No conocemos los resultados.
El fútbol en Valencia no volvió hasta catorce meses más tarde: el 8 de junio de 1939 en Burjassot los blaugrana del Gimnàstic se impusieron 1-2 al team local. El Llevant FC se reestrenó el 17 de junio en Vallejo, venciendo 1-2 al Gimnàstic, con un puñado de viejos conocidos en ambas filas: Ernesto Calpe, los hermanos Juan y Paco Puig, Ruano, Calero, Alepuz, J. Rubio, Felipe o Balaguer. El secretario técnico levantino Andrés Gallart (el patrón de pesca, lo llamaban) anunció tras el partido que el club marítimo trabajaba para traer de vuelta a Olivares, Valero, Martínez Català, Botella y Agustí Dolz, muchos quilates de talento futbolístico. Aquella noticia no podía ser más ilusionante y representaba de facto reconstruir el mítico once levantino de pre-guerra. Días después se disputó el primer derby contra los merengots, en un Mestalla atestado de público. Todo seguía igual: la escuadra levantina goleó 1-4, con hat-trick de Martínez Català y Puig II; el gol del honor para el Valencia lo anotó Costa. En unas semanas el nuevo régimen, sin embargo, decidió frustrar la trayectoria del Llevant FC y forzó sufusión con el Gimnàstic.
Muchas cosas y muy graves sucedieron durante tres fatídicos años en los que el fútbol valentino sólo se detuvo, de forma oficial, catorce meses. De entre tantas vivencias siempre me llamó la atención la de Agustí Dolz (‘Bombeja Agustinet!’). El todocampista del Cabanyal siempre que podía se escapaba del frente de Teruel para jugar con el Llevant, la pasión de su vida. Era también su forma de dar un aire de normalidad a las vidas truncadas por el golpe de estado y la guerra. La hinchada levantina agradecía su presencia con rendidas ovaciones. Pan y circo: el fútbol era perfecto para que las gentes olvidaran durante un par de horas los rigores en que vivían inmersos. Como hoy. No hay fútbol en directo pero las televisiones programan partidos históricos que nos permiten, por momentos, viajar al pasado, revivir emociones de otros tiempos. Ayer Xerez, sin ir más lejos.
Los viajes de Agustinet de Teruel a Valencia se convirtieron en un símbolo que alimentó el orgullo levantino en aquel momento tan excepcional. Hoy, con el fútbol de élite acongojado y clubs multimillonarios anunciando ERTEs, el Llevant UD ha llegado a un acuerdo con sus profesionales para no cargar a las espaldas del estado un coste que, con esfuerzo mancomunado, puede salir del propio club. Y además ha recaudado y donado 297.100 euros del levantinismo para la lucha contra el virus. En esta sociedad hay quien da un paso al frente, en esta coyuntura tan compleja, y exclama: ‘¡Alto! Ya me las arreglaré para salir adelante. Destinen sus recursos a quienes más lo necesitan’. Un motivo, sin duda, de orgullo. Lo han hecho unos cuantos. Lo ha hecho el Llevant UD y lo ha hecho también Valencia Plaza. Dos ejemplos: para el mundo del fútbol y para el de la prensa. Cuando el bicho sea historia, que nadie olvide estos gestos. Que nadie olvide quien arrimó el hombro y quien, con el bolsillo lleno, se apuntó a aquello de ‘a río revuelto…’. Ya conocen ese dicho valenciano: ‘Els diners i els collons per a les ocasions’. Pues eso.