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Ficción: Los últimos 15 años del VCF

Los vaivenes accionariales del club, sin embargo, le obligan a aclarar su propiedad. Un viejo lobo de la tierra, tras salir escaldado del templo, intenta de nuevo agrupar a la hinchada en torno a su figura

25/03/2016 - 

VALENCIA. El Valencia acaba de hacer, otra vez, una de las mejores temporadas de su historia. Los vaivenes accionariales del club, sin embargo, le obligan a aclarar su propiedad. Un viejo lobo de la tierra, tras salir escaldado del templo, intenta de nuevo agrupar a la hinchada en torno a su figura, la del Donald Trump valencianí. Paco Roig quiere volver.

Unos cuantos consellers -alguno de ellos acabarán años después en la cárcel- pretenden elegir al hijo de un constructor como dique frente a Roig, pero gran parte del entorno, accionistas señeros, medios de comunicación influyentes, hacen ver los peligros que tiene que las instituciones públicas tomen partido en una entidad privada. Logran evitar el dedazo y un conjunto de empresarios valencianos unidos para sostener la viabilidad del club se hacen con la propiedad bajo la promesa de dar amplia potestad a los profesionales deportivos. Durante los siguientes años, con vaivenes propios del día a día, con mejores y peores resultados, el VCF sigue un camino reconocible, tiene una personalidad.

El progreso del Valencia, acompañado de la voluntad institucional, pone sobre el tablero tiempo después la necesidad de afrontar el traslado a un estadio más grande que absorba el crecimiento societario. Nuevamente algunos consellers de la Generalitat proponen el nombre de un veterano constructor y su hijo como los mejores aliados para el reto. El entorno valencianista, sus medios más influyentes, y dirigentes del club coinciden en que no puede el VCF hipotecar su futuro. “Nos iremos de Mestalla cuando el club pueda pagarse un nuevo estadio, ni un minuto antes ni un minuto después”.

Un empresario naranjero llegado de Puçol hace una gran oferta por las acciones de la propiedad. Defiende que tiene un grupo inversor de capital americano dispuesto a comprar las parcelas de Mestalla a un precio lo suficientemente competitivo como para sufragar un nuevo estadio. El entorno, algunos medios influyentes y los dirigentes del club concuerdan que sería una buena solución pero le piden pruebas documentales que garanticen la operación. El empresario no consigue presentarla y la entidad sigue su curso con mejores y peores resultados, pequeñas broncas a propósito de la exigencia de fichajes de relumbrón, pero un objetivo claro. El VCF sabe a dónde va.

La fórmula por la que profesionales deportivos incontestables llevan las riendas mientras dirigentes de solvencia empresarial velan por la sostenibilidad del club sigue marchando. Algunos consellers de la Generalitat, aliados en UTE con reputados banqueros e ilustres financieros, reavivan la posibilidad de mudarse de Mestalla deslizando una operación aparentemente ventajosa para todos. El entorno, algunos medios influyentes y los dirigentes del club concuerdan que sería una buena solución pero les piden pruebas documentales que garanticen la operación. Pese a los intentos porque las gestiones lleguen a buen puerto, fracasan porque los dirigentes del Valencia no reciben las garantías necesarias.

Pasan algunos años y al calor de las grandes inversiones extranjeras en clubes de fútbol históricos, el Valencia empieza a recibir ofertas foráneas seducidas por la estabilidad deportiva y las posibilidades inmobiliarias. El entorno, algunos medios influyentes y los dirigentes del club concuerdan que sería una buena solución siempre que el inversor garantice la continuidad del proyecto deportivo y aporte liquidez para dar un paso en el crecimiento societario. Tras meses exigiendo al inversor garantías de su desembarco, el comprador asiático consuma una operación histórica.

Pese a algunos dudas iniciales mantiene la estructura deportiva, vigila que la soberanía futbolística esté en manos de profesionales contrastados e inicia la construcción de un nuevo estadio. El Valencia hace camino con mejores y peores resultados, pero con un objetivo claro. El VCF sabe a dónde va.

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