VALÈNCIA. La Copa del Rey está a la vuelta de la esquina para el Valencia CF. Un trofeo que me gusta y me apasiona por los recuerdos de lo que siempre ha sido, los títulos, las alegrías, las sorpresas… pero sobre todo por la ilusión de los que la compiten con toda la felicidad del mundo.
En Valencia, desgraciadamente, hace tiempo que no tenemos esa sensación. Los problemas sociales y económicos han superado con creces cualquier debate de tipo futbolístico por mucho que tengan que ver a fin de cuentas. De hecho, posiblemente hablar de la Copa del Rey el día de la previa esté hasta mal visto desde algunos sectores “con la que está cayendo”. Y pese a que puedo entenderlo porque hasta yo mismo he tenido dudas, voy a hacerlo para alabar lo precioso que es ver equipos que todavía juegan por ilusión, por enorgullecer a los suyos y por intentar vivirlo lo más intensamente posible.
Tengo que reconocer que la Copa me ha reconciliado un poco con esto del fútbol. En una época donde importa más un tweet que un artículo de prensa; una anécdota tiene más relevancia que un partido de fútbol; o se ha perdido el respeto entre todas las partes que conforman este ecosistema, aparecen los más humildes para recordarnos realmente de qué va esto. Nos mandan a la casilla de salida.
Si tuviera que elegir, especialmente, me gustaría vivirlo como lo está viviendo el CD Utrillas, un equipo humilde de una localidad turolense de poquito más de 3000 habitantes que está poniendo todo su empeño para que sea una fiesta del fútbol.
Tienen ilusión por jugar un partido que puede –si no lo ha hecho ya- cambiar sus vidas. Será ese recuerdo que cuenten a sus familiares, amigos o allegados sea cual sea el resultado. Si ganan seguirán haciendo historia, pero si pierden quedarán también gravados en la misma por lo ya conseguido. Nos lo decía su presidente, Pedro Asensio, que afirmaba que “he hecho más entrevistas en una semana que en cinco años” en cada una de las charlas que tanto él como la plantilla están concediendo tan solo levantando un teléfono y teniendo siempre un “sí” como respuesta. ¡Qué cercano y qué natural todo!, sin que ningún empleado intermedie, censure o tumbe cualquier tipo de acción. La normalidad por bandera.
En el Campo de La Vega han puesto gradas supletorias, mejorado considerablemente las torres de iluminación y renovado parte de las instalaciones en tiempo récord con el objetivo de superar el escollo más difícil hasta la fecha: convencer a la RFEF de que se podía jugar en su estadio. Porque ganar al Injerto fue difícil –mención especial a la previa en el bar anexo al campo-, pero convencer a la RFEF lo ha sido más teniendo en cuenta que hace un par de años ese campo “a poco que llovía era un barrizal” contaba su presidente.
Y es que la locura llega cuando pasan de 500 a 2500 localidades y se forman largas colas para adquirir una entrada para ver al conjunto minero. Todo por cumplir un sueño, jugar una eliminatoria contra un equipo de elite: el Valencia CF.
En lo futbolístico hay poco debate por la diferencia de categorías, presupuesto y demás parafernalia, pero en ilusión nos ganan con creces. Y no solo en ilusión, sino también en empatía con su gente, en lucha por unos objetivos y en capacidad de adaptarse a la situación a pesar de disponer de pocos recursos.
¿Tanto cuesta intentar hacer un club para la gente y no para los que lo dirigen? ¿Tanto cuesta que haya normalidad en las relaciones entre las partes? ¿Es posible que hablemos algún día mayoritariamente solo de fútbol?
Ojalá tuviéramos esa ilusión todos nosotros. Ojalá el fútbol, los clubes y su entorno no se hubieran convertido en un conflicto de intereses económicos y personales que nada tienen que ver con lo que pase o no en el césped. Los haters dirán que es imposible comparar un club amateur con uno profesional por todo lo que conlleva. Yo a esa gente le hago otra pregunta:
¿Acaso la comida que pueda hacer tu madre (o padre) en casa es peor que la de un restaurante con estrellas Michelin? Será distinta en muchas cosas por la diferencia de recursos pero os aseguro que tiene más alma, pasión y dedicación que cualquier otra cosa. Es más cocina de verdad de lo que imaginamos. Lo mismo pienso del fútbol.
Por eso, desde aquí, todos deberíamos hacer una reflexión, empezando por el club, pasando por la prensa y acabando por los aficionados, que son el alma de todo esto. Empieza la Copa del Rey, empieza el fútbol de verdad.