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Bombeja Agustinet / OPINIÓN

Fútbol, entre tanta barbarie

27/10/2023 - 

VALÈNCIA. Cuesta escribir de fútbol, ver fútbol, sentir fútbol, cuando convivimos con el asesinato de centenares de civiles en Palestina, más de 7.000 ya, la mitad, niños, y con la barbarie yihadista de Hamás. Esas familias destrozadas no tendrán un minuto de silencio en nuestros estadios, porque quienes gobiernan el fútbol europeo son cómplices del genocidio. Incluso han prohibido en las gradas las mismas banderas palestinas que ocupan nuestras calles, en solidaridad con las víctimas, más allá de toda creencia política, social o religiosa. Es un clamor mundial. También en algunos escenarios tan dignos como el Sadar, Anoeta o Celtic Park, el estadio más católico del mundo, por cierto.

Aunque suene frívolo aplicar ciertos adjetivos, el Llevant firmó un triste partido en Tenerife para conseguir un valioso punto y otra portería a cero. Es lo que pretendió Calleja, con su puesta en escena. El Tenerife es un equipo rocoso en casa. ¿Cómo hacerle daño, sin bandas? El objetivo, claro, no era ganar; más bien no encajar, asegurar un punto y verlas venir, un clásico callejiano, acompañado por la habitual pizca de fortuna (gol anulado al rival por los pelos) y la falta de acierto, en el remate, de los canarios. Un “catenaccio” de libro, vaya, escuela Nereo Rocco. Autobús, santiguarse y avant.

Andorra trae el mal recuerdo de la deriva granota con Nafti, que tocó fondo con las derrotas en el Principat y en Orriols, ante el Racing (0-1), en las jornadas 8 y 9 del curso pasado. Aquel 3-1 dejó al descubierto todas las costuras de un equipo roto, vencido, sin plan, criterio, proyecto ni alma, a pesar del zurdazo de Brugué que ponía el 0-1 en el 8’. Fue un espejismo y se perdía el tren del ascenso. Calleja, aun con sus defectos, enderezó el rumbo, con la plantilla más cara de Segunda.

El entrenador, como cualquier futbolista, se puede equivocar. Lo que no es negociable es la ambición. El Llevant debió saltar al Heliodoro a sumar de tres, auparse en lo más alto de la tabla y dar un puñetazo en la mesa. Así se forjan los equipos legendarios; no sobre el miedo, la congoja y el conformismo. El año pasado se escapó el ascenso por la falta de ambición en los momentos decisivos y, tras ese fracaso, llegó la lotería del play-off, con el trágico (disculpen la frivolidad, de nuevo) desenlace de todos conocido.

¿Aprenderemos la lección? ¿Mostraremos la audacia táctica que merece este grupo de futbolistas, mejor, con más hambre y más futuro que el del año pasado? ¿Lo haremos, incluso con las bajas?

 ••• El ejemplo de Baraja. Imposible no girar la mirada a Mestalla. Les tengo dicho a mis amigos “merengots”, desde el curso pasado, que el mérito del Pipo Baraja es extraordinario, aunque sea para evitar el descenso. No solo ha conseguido enchufar a la grada con un equipo que va como un avión y sustituye su escasa experiencia por entusiasmo y atrevimiento, sino que lo ha hecho con un grupo de canteranos a quien nadie conocía. Está claro que, a la fuerza, ahorcan, pero echamos de menos esa audacia.

 ••• De blanc-i-blau. Jugamos en Andorra con la equipación con que ganamos la Copa del 37. El fútbol sin sentimiento y emoción no es nada. Despersonalizar el simbolismo de una escuadra es un mal “plan de negocio”. La camiseta no debiera ser el laboratorio en que ensayar la conexión con las Fallas o con la Virgen. La camiseta es para sentirse orgulloso de la propia historia: blaugrana siempre que se pueda, por el Gimnàstic; blanc-i-negra o blanc-i-blava, siempre como alternativa, por el Llevant FC. Los experimentos con gaseosa, no con la vinculación sentimental entre afición y equipo. Ojo, ni es un tema baladí ni lo fue nunca.

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