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Habemus Alexanco

El problema del día a día de este Valencia de ojos rasgados es que se quiere imponer desde atalayas el como, cuando y porqué. Y la cuestión es bien sencilla. El que pone la pasta, decide. Y si decide dar la gobernanza a su gente de confianza, está en su derecho. Luego existe la opción del descontento. Que lo hay. Y del cabreo. Que lo sobra

1/03/2017 - 

VALENCIA. Pues desde el Vaticano singapurense salió la fumata blanca para la dirección deportiva. Oh, sorpresa. Línea continuista. La de la cuerda de Meriton. Pues claro. Es su Scattergories y hace con él lo que quiere. De nada sirve hacerse mayor, que cantan Los Perros del Boggie. Da igual que este club roce los cien años de historia. La decadencia viene marcada por las acciones anteriores. Se puede tirar del hilo hasta llegar al Bar Torino, si quieren. Pero si caben cincuenta mil en Mestalla y hay cien mil frente al televisor, cada uno tendrá en mente una solución para el Valencia. Y muy pocas puede que coincidan en su plenitud. Lo bien cierto es que este Valencia meritonista está más muerto que vivo. Por lo menos en lo que a ilusión se refiere. Y allá voy.

Pongámonos en el extremo más radical del valencianismo. Pongan ustedes el nombre que quieran para ocupar el espacio que hoy ocupa el que era delantero centro a tiempo parcial de Johan Cruyff. Incluso ese que está usted pensado tiene haters. Y si no los tiene, al tiempo los tendrá. El problema del día a día de este Valencia de ojos rasgados es que se quiere imponer desde atalayas el como, cuando y porqué. Y la cuestión es bien sencilla. El que pone la pasta, decide. Y si decide dar la gobernanza a su gente de confianza, está en su derecho. Luego existe la opción del descontento. Que lo hay. Y del cabreo. Que lo sobra. Pero las proféticas corrientes sobre dejar al equipo solo, que no al club, no se negocian. No es no. Pero estamos en el fútbol moderno. Y la regla de oro en esto es que quien tiene el oro, hace las reglas. Este fútbol es tan moderno que hasta el inglés se salta los protocolos. Que le pregunten a Claudio sobre aquella milonga que en Inglaterra se respeta al manager. Ja. El dueño de la granja decide quien ha de pastorear el rebaño. Y, con el tiempo, se sabrá si es perro o lobo. Pero en esta falsa profesionalización del fútbol, más que cualquier titulación o experiencia, cuenta la agenda de contactos y donde le has dado patadas al balón. Desconozco como sería en la época de Vicente Peris, pero supongo que las relaciones personales y la supuesta capacitación en aquella época para detectar talentos en los campos de tierra era bagaje para poder entrar en la rueda. Pues eso mismo. De hecho, recuerden que Subirats fracasó como entrenador del Villarreal cuando aún era un equipo satélite del Valencia. Y sin embargo en los despachos encontró acomodo, siendo en su día, una apuesta arriesgada. Y no les digo nada de como llegó Monchi. De ser delegado, cuando sus anteriores trabajos fueron la suplencia eterna y una caricatura en aquel 'Al ataque' de Alfonso Arús. Más riesgo que las preferentes de Bankia, tetes.

El problema es saber si los anteriormente conocidos como Talín y Vicentín van a tener la suficiente independencia para poder cortar y confeccionar la plantilla del año que viene. Y si van a disponer de recorrido para volver a ilusionar al aficionado. Y, sobre todo, si van a poder hacer cambiar la imagen que la parroquia tiene del dueño. Cosa harto difícil, porque el árbol de la confianza ha crecido torcido. Y la guía para enderezarlo pasa, fundamentamente, por inyectar más savia. A lo Jerry Maguire. Show us the money, Peter! 

Porque no es solo la erosión de Lim. Es la propia erosión del club como entidad. Navegar por las aguas de la medianía es peligroso en estos tiempos de fútbol globalizado. Antes, siempre tenías una cadena de droguerías o la caja de ahorros de turno para echarte un cable con cualquier patrocinio. Se fomentaba la proximidad. Y más allá de la radio y la tele autonómica, cualquier noticia allende fronteras era un hito. Tanto si era negativa, casi siempre, como positiva, casi nunca. Ahora cualquier aleteo de mariposa se convierte en tornado en la otra punta del mundo. Los resultados deportivos van parejos con los económicos y viceversa. Y los que ya peinamos canas sabemos que el Valencia es grande. Pero también sabemos que la costumbre es el padecer, el revés, la pelota a dos centímetros de la gloria o partidos con 5 segundos de más. Y pensamos que habíamos traspasado el umbral de aquello. Que nos habíamos vuelto más profesionales como club. Y no. Se sigue como antes. Con soluciones de emergencia, de la casa, para apagar incendios. Porque se presupone una honradez y no fallar al escudo, que es lo único que no se negocia. Y porque, quieran o no, inspiran confianza en quien gobierna eventualmente el club. Tiren de hemeroteca. Entrenadores de filiales que dan el salto. Secretarios técnicos que dan el salto. Hasta Héctor Nuñez fue llamado para apagar incendios, con Kempes de segundo. Y oigan, si el entrenador dice que no se da para más, igual es que es verdad. Igual es que hay humedades en la casa bastante jodidas y se van encalando las paredes como recurso para que quede la cosa bonita y se confíe en el sol para que la cosa quede bien decente.

Lo bien cierto es que tenemos director deportivo. Ahora hace falta saber como, cuando y por quien va a estar formado el Valencia. Y solo es cuestión de tiempo. Yo, como no soy de directivos ni de dueños, seguiré confiando en el club, en el equipo y en las personas que lo forman. Que seguro que hay valencianistas como usted y como yo que sufren ante como estamos.

Sí. Ya se que soy un iluso. Pero varias veces les dije que tengo complejo de Peter Pan. Soy como un niño. Que le vamos a hacer.

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