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13 de noviembre / OPINIÓN

Hay que hacérselo mirar

20/10/2020 - 

VALÈNCIA. “La lucha no se negocia. Es un lema que sirve en el fútbol, sí, pero también para afrontar la vida”. Son palabras de Álvaro Cervera, técnico del Cádiz. Un dogma de fe grabado a fuego en el vestuario de una de las revelaciones de la competición, que se ha viralizado y que debería ser extrapolable a esos 14 o 15 equipos que, como el propio presidente Quico Catalán ha repetido en su reciente rueda de entrevistas, tienen como objetivo amarrar la permanencia y luego ya se verá. Quizás nos equivocamos pidiéndole más al Levante y le llega para menos de lo que puede o nos gustaría. Quizás nos excedemos en el elogio en los momentos de sonrisas. Lo que sí tengo claro es que tendemos a que cada derrota sea una catástrofe y no se salve ni el apuntador. Estando colista o con tres o cuatro puntos más, no me cansaré de repetir que a este equipo le debemos reclamar que deje atrás los mínimos y dé el estirón porque hay argumentos. Es sinónimo de crecimiento y el combustible para todo lo demás. La resistencia pasa por lo que sucede en el terreno de juego, aunque haya quiénes quieran desmarcar el despegue social y sus proyectos faraónicos con el aspecto deportivo. Son historias paralelas, sin disociarlas.

Para fardar de estadio no hay que descarrilar, hay que apretar los dientes y ponerse el mono de faena y dejar el esmoquin para evitar más disgustos de la cuenta. Me resisto a conformarme con esas machadas esporádicas, a aplaudir detalles y fogonazos de talento de tanto ‘jugón’ y acabar pasándolas canutas para seguir un año más en la máxima categoría. Menos ‘bailar’ y más bajar al barro. Que sí, que los hombres de Paco juegan bonito, pero tienen tres puntos. “Hoy no estuvimos a la altura y lo pagamos. Hay mucho que mejorar si queremos hacer algo bueno esta temporada”, exponía Campaña (o su community manager) en sus redes sociales. El equipo no tuvo alma en San Mamés. Ganó el que se lo propuso. El que sale a escena a no perder siempre acaba escaldado. Una derrota indefendible.

“Lógicamente tenemos que ser exigentes y partidos como el de hoy trataremos de que no vuelvan a pasar”, reconocía Paco López tras el tercer revés seguido. Mal con balón y sin balón. Tímido y sin morder ante un rival que hace de la presión en la disputa y el juego directo su modo de supervivencia. E impreciso cuando salía victorioso de las segundas jugadas. El vestuario sabía las armas del Athletic, se trabajó para reducirlas, pero la puesta en escena fue impropia. Y ni una sola muestra de rabia al ver que no salía una a derechas, de amor propio, de morir por el de al lado, de comerse al colegiado cuando Unai López mereció que le sacaran la segunda amarilla aún con 0-0. Este es otro Levante, pero no creo que sea tan difícil protestar cuando se podría sacar rédito y cambiar el guión de un partido que estaba teñido de rojiblanco desde el principio. Lo de los líderes, o en este caso escasez, que son tan esenciales en el ‘otro fútbol’. Que sí, que soy muy pesado con este tema y lo seguiré siendo porque es un factor que no negocio.

Los jugadores se lo tienen que hacer mirar. Por supuesto que Paco López también tiene su dosis de responsabilidad en propiciar que el Athletic cargara su depósito y ganara vida. Pero como siempre he dicho, gana y pierde el Levante con todos sus protagonistas en el saco. Exigencia, equilibrio, actitud, lucha y compromiso son axiomas incuestionables para todos. Que mola mucho el piropo, pero la loa del comentarista empuja en muchos momentos al error porque el escenario tiene más realidades que no deben pasar desapercibidas por una genialidad. Aunque no lo parezca hay un término medio. Ni ser complacientes, agachar la cabeza y asumir que en San Mamés se podía perder (como contra el Sevilla y el Real Madrid) ni un exceso de ambición que este vestuario no puede plasmar sobre el campo aunque queramos más. Y eso se consigue cumpliendo lo de “la lucha no se negocia”. Al trote y esperando el detallazo no se ganan partidos y cualquiera te ‘moja la oreja’.

El cortocircuito fue del primero al último. Viendo el encuentro por televisión, me preocupó dar por hecha la inestabilidad defensiva, una indiferencia que no suele ir conmigo, asumiendo el despiste de turno por relajación o falta de intensidad (Beranger no puede ganarle en la vida ese balón a Postigo en el 1-0) y esperando que los Campaña, Bardhi o Rochina hicieran magia. Cada encuentro tiene una historia, un planteamiento según el rival, adaptándolo a partir de los giros que da el cara a cara. Sin Aitor ni Vukcevic, y dando por hecha la apuesta que se ha repetido desde Pamplona con Morales como única referencia y Melero por detrás, el once no tenía mucha historia. ¿Que salió mal? Sí ¿Qué en ningún momento hubo señales para la esperanza? También. Que no suene a una defensa a ultranza al míster (soy de Paco, lo sabéis y no lo oculto). Simplemente es que seamos proporcionados en las conclusiones. Que el Levante sea colista (con un partido menos y los mismos tres puntos que el Valladolid) es cuestión de todos.

Las tres últimas derrotas han dejado sensaciones diferentes, pero hay un factor que les une: ni un solo gol y un único remate a puerta en Bilbao (cuatro al Madrid y uno en el Pizjuán). Me da tranquilidad que el equipo siempre ha respondido después de un sopapo. En colectivo, dejándose el alma, aplaudiendo cada acción como si fuera la última. Es una lástima que nos hayamos acostumbrado también a eso, a dar como normal esos picos de desenfreno, esas idas y venidas, a verle las orejas al lobo para sacar la mejor versión. Es que las alegrías duran poco y la posibilidad de meter la pata y volver a las andadas no desaparece. Es necesaria una idea de juego compacta para encontrar ese deseado equilibrio. El ‘efecto Pamplona’ se ha evaporado y seguro que Paco volverá a dar con la tecla.

La última derrota ha señalado a varios jugadores, ha puesto en entredicho perfiles que no acaban de encajar, ha evidenciado que alguno no termina de cogerle el pulso a la temporada y que otros piden pista y dejar atrás su actual rol de secundario. Hablo de Miramón, Postigo, Son, De Frutos, Melero, Bardhi o Roger. Que cada uno los encaje en la descripción que crea más correcta.  Entre la reforma y el exilio forzoso a Villarreal; la confección definitiva de la plantilla, los efectos del Fair-Play y el trabajo del área deportiva (solamente Malsa sobresale de momento de sus fichajes); el ‘caso Campaña’, la dependencia en el andaluz y la primera llamada de la selección absoluta; las promesas y renovaciones pendientes; y la ‘excusa’ de un inicio de calendario diabólico, el Levante (en su globalidad) necesita centrarse en el fútbol. Son demasiadas circunstancias que están desviando el foco de lo importante: lo que sucede en el terreno de juego. Solamente se han disputado cinco partidos, quedan 99 puntos, pero la sensación es extraña y hay que enderezar el rumbo cuanto antes.


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