VALÈNCIA. Viaje al pasado. Parece que han transcurrido océanos de tiempo pero apenas es un año. Empieza la Liga 21/22 con Paco López al mando. El final de la anterior campaña había sido depresiva, desde que Berenguer metió aquel churro en la prórroga. El curso nuevo debía servir de catarsis. Estrenábamos estuche, lápices, goma, libros… Ilusiones renovadas. La mala racha no se esfuma: ocho partidos sin saber lo que es ganar, aunque se mereció tres o cuatro veces. Todo sería una basseta d’oli con esos puntos de más.
Llevas 147 partidos dirigiendo al Llevant, Paco. Lo has salvado cuatro años consecutivos y has llevado a semifinales de Copa. Conoces la casa mejor que nadie. Has recibido críticas por el final de la temporada anterior que se recrudecen en el inicio de ésta, al concatenarse una cantidad indecende de encuentros sin victoria. Un récord histórico, machacan en prensa. Algunos creemos que tienes crédito, que nadie mejor que tu para enderezar la situación. Salvador y Navarro te destituyen con la bendición de Quico y el Consejo. Eres víctima del resultadismo.
Se entiende que el resultadismo impere en la grada de Orriols y en todas las demás. ¿Pero también entre los profesionales de esto? ¿No deberían tener la frialdad de valorar otros factores? No. Los “profesionales de esto” te ponen de patitas en la calle y traen a Pereira de China. Aún me preguntó qué pasaba por sus cabezas. Cuando recibe el finiquito, siete partidos después, el desatino les cuesta el cuello a Navarro y Salvador. No a Quico y a sus directivos, que bendijeron la repatriación del extremeño y el resto de despropósitos. Subir al del filial es un clásico del fútbol. Llevaba una década en la casa y conocía el equipo. Sacó 27 puntos en 23 partidos. Lisci fue una buena opción, aunque insuficiente.
El club, con Miñambres ya al frente, insistió en la chapuza López-Pereira. Con la bendición de Quico. Mismo guión, otros nombres: no se dio al italiano la continuidad que merecía por su trabajo (más allá del resultado final: el descenso) y se fichó a Nafti, una apuesta de alto riesgo con un currículum insuficiente para el reto de regresar a Primera. El patrón de los errores en cadena que provocó el descenso a Segunda, dejaba ahora al Llevant, hasta la destitución de Nafti, tocando el descenso a Primera RFEF.
Hoy todos hablan de viudas en cuanto echas la mirada atrás para analizar el presente. Yo no soy viuda de nadie porque no me caso con nadie. Y si tengo alguna convicción en esto del fútbol es que los análisis deben centrarse en el trabajo y no exclusivamente en el marcador. Sobre el césped o sobre el parquet. O eso o el desastre suele estar garantizado. A veces es suficiente con hacer las cosas menos mal, porque otros las harán aún peor. Todos sabemos que entre los ejecutivos de nuestro fútbol hay bastantes que perjudican a sus equipos con errores grotescos, como los que se vienen cometiendo en Orriols desde hace unos años, como los que se suceden desde aquella derrota en Son Moix.
Las grandes empresas, a menudo, dependen de personas. Y este Llevant, nos guste o no, lleva la vitola de Quico Catalán. El problema es que el presidente no ha abierto las ventanas ni tras los fracasos más sonados, como el que acabamos de resumir. Tampoco ha iniciado desde arriba la profunda regeneración que le reclama todo el levantinismo, sin apenas excepciones, con lo cual se ha desconectado de la grada, un error insalvable, a medio plazo, para cualquier dirigente del mundo del balompié. ¡Si cayó Villarroel, que parecía inamovible, y el club era suyo!
Como buen liberal conservador, Quico debiera saber que cuando no se regenera desde arriba, se acaba haciendo desde abajo y en ese caso se llama revolución. Cierto que Quico es español y no británico. Y que aquí siempre hemos sido más de llevar las cosas hasta el límite, de esquivar el talante reformista y el consenso, con las consabidas consecuencias. Yo mando y nadie me va a explicar cómo hacer las cosas. Ni aunque me lo digan 20.000. Bueno, parece una huída hacia adelante y una decisión poco sagaz que no hace ningún bien al Llevant. Tampoco a él, a su crédito, a su prestigio.
Regresemos a primeros de octubre de 2021, a la destitución de López después de la derrota en Son Moix: ¿Por qué no se fichó entonces a Calleja? El nuevo míster no es mi candidato favorito, ya lo he escrito, pero tiene currículum y entidad. En aquel momento él no podía venir, estaba en Vitoria, donde fue destituido poco después, pero ya me entienden: ¿por qué no alguien de su perfil? ¿por qué el carrusel de despropósitos hasta llegar aquí? Nos hubiésemos ahorrado tantos disgustos y tanto dinero.
Sí. Hay que mirar hacia adelante. De acuerdo. Calleja viene con un cuerpo técnico espectacular; dos de su miembros están vinculados con el Llevant: Luismi Loro era el guante del mejor Atlètic Llevant, que quedó a un paso del ascenso a Segunda en 2006, ante el Vecindario; Unanua era el portero del Xerez, en Chapín, en junio de 2004. Además le acompañan Quique Álvarez, segundo, y el preparador físico, José Romero. Hay que mirar adelante y aplaudir la determinación de Calleja desde el minuto 1: el objetivo es ascender. Como no puede ser de otra manera.
Sea como sea, y aunque el Llevant de Calleja encadene una racha de victorias de récord (¡ojalá!), Quico debe mirar un instante hacia atrás, oler el fango y priorizar la regeneración profunda del club. O no dejará otra salida al levantinismo que la revolución y la salida por la puerta de detrás. Ahora o en el siguiente traspié. Sería una pena.
Benvingut Calleja! Que tingam sort!
Pero abran las ventanas de una vez.