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opinión

Horrible la actitud

Horrible es elegir en qué partidos se juega y en cuáles no. Horrible es salir al campo a hacer el ridículo de forma recurrente y tomárselo como si no fuera la cosa contigo. Horrible es rendir muy por debajo de tu nivel y no preocuparte lo más mínimo en mejorar. Horrible es cargarse al entrenador porque te exige prefiriendo el baño y masaje a ganar...

5/04/2017 - 

VALENCIA. Horrible es elegir en qué partidos se juega y en cuáles no. Horrible es salir al campo a hacer el ridículo de forma recurrente y tomárselo como si no fuera la cosa contigo. Horrible es rendir muy por debajo de tu nivel y no preocuparte lo más mínimo en mejorar. Horrible es cargarse al entrenador porque te exige prefiriendo el baño y masaje a ganar.

Horrible es llevar dos años de vacaciones pagadas agarrándose a cualquier clavo ardiendo para justificarlo todo. Horrible es pasearse por el mundo sin una pizca de amor propio. Horrible es carecer de la más elemental ambición en el deporte de élite. Horrible es que te den la oportunidad de jugar en un club como el Valencia y desaprovecharla de esta manera.

Horrible es ver a uno de los equipos mejor pagados de Europa deambular por la decimotercera plaza de la liga dos años seguidos y pretender que te aplaudan por ello.

No soy yo un gran fan de las actitudes de Mestalla, un estadio caprichoso en exceso que atenta contra sus propios intereses por pura inconsciencia. Los miles de pecados que arrastra los está purgando con creces durante estos cursos. Pero no está ni entre los 500 peores lugares del mundo del fútbol. Incluso en ocasiones, de lo bueno que es, parece hasta tonto.

Tanto que aún osan concentrarse 35 mil personas para ver partidos infumables, de un nivel ínfimo, sin atractivo alguno, sabedores que de recibir algo a cambio será un disgusto por parte de unos futbolistas con los que es imposible identificarse. Tenéis la suerte, Alves, de vivir esto aquí y no en Italia, Alemania o Francia. Donde nunca os atreveríais a giraros contra una grada encendida ante el bochorno imperante.

Culpa nuestra, tal vez. Vivimos tan pendientes de los dirigentes que extendimos una exculpación de facto a una plantilla que demuestra con gestos y actos que el discurso de Meriton no es únicamente asunto de asiáticos, sino una creencia instalada en todos los estamentos del club.

Tipos que se creen mejor de lo que son, pero que en realidad están muy lejos de lo mínimo exigible. Personas que deberían hacer acto de conciencia y autocrítica, envalentonadas, enfrentándose a un entorno que únicamente pide mantenerse dentro de los estándares que marca la propia historia del lugar. Empeñados todos en envolverse en una extraña distopía con la que huir de la realidad y eludir su responsabilidad.

Generalizar siempre es injusto, y es cierto que hay casos ahí dentro que merecen un capote, viéndose en demasiadas ocasiones desprotegidos o abandonados a su suerte en asuntos peliagudos teniendo que aparecer Javi Fuego desde el más allá para arroparles, pero es la consecuencia del desnorte de una institución que pasó olímpicamente de todo, pariendo una anarquía de difícil tolerancia. Y es bueno, incluso, observar golpes de carácter en un intento de protección a los más débiles de la manada.

Pero aun en esas sigue sin ser de recibo recriminarle su actitud a quien acude al campo, todavía viaja, y muere de ganas por creer en un equipo empeñado en darle la espalda, máxime cuando te han visto saltar por los aires cada vez que un rival te hizo correr un poquito. Si la actitud de la gente te parece horrible, Alves, la vuestra sobre el verde es mucho peor.

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