Sin acciones no hay sociedad anónima y sin afición, no hay Valencia. Dueños del accionariado y del graderío deben caminar juntos. El equipo lo agradecería.
VALÈNCIA. Se entiende, que no comparte, el editorial de la propiedad. Durante los dos últimos años, de plomo, tras cometer todos los errores que se pueden cometer, Meriton ha recibido tanto jarabe de palo – con y sin fundamento- que, cuando se ha sentido fuerte para levantar cabeza, ha ejercido su derecho a réplica. Normal. Son de carne y hueso. No es plato de buen gusto poner el dinero, llevar el negocio y que, si la cosa va mal, te señalen diciendo que la culpa es tuya. Aunque lo sea, que esa es otra. Al escrito, en todo caso, le chirrían dos aspectos. Primero, el don de la palabra. Mejor no hablar de falsos aficionados para evitar que, en el futuro, alguien hable de falsos dueños. Y segundo, ha faltado sentido de la oportunidad, porque si la ciudad está volcada con el equipo de todos, no parece elegante señalar a unos cuantos. Mejor unir que dividir. Y más, cuando se gana. Se puede pedir igualdad mientras se exige compensación, pero eso no implica generosidad. Y el equipo lo agradecería. El escudo, aún más.
Entre otras cosas, porque muchos frentes abiertos donde la propiedad, en aras del escudo, puede emplearse a fondo. Ya no se trata de Porxinos, de Bruselas o del futuro estadio, sino de otros escenarios donde impulsar el crecimiento y la reputación del club son más que un deber. Ejemplos, a bote pronto: los fichajes en enero (¿un mediocentro y un punta? ¿sólo una pieza?), la futura compra de Guedes (Alemany, eficaz, ya está en ello, no será fácil), lograr el dinero para retener a Kondogbia (¿quién va a convencer al Inter? ¿habrá crédito?), el asunto del reparto de los dineros de la televisión (¿qué postura tiene ahí el VCF, pasiva o beligerante?), el calendario (¿a la carta o son lentejas?), el tema de la fuga de los diamantes de Paterna (¿hasta cuando la política de inacción actual?), el futuro patrocinador (en Europa, debería aportar mucho más) o las hipotéticas ventas para cuadrar cuentas (los pesimistas, los optimistas bien informados, hablan de ventas por 40-45 M€). Asuntos que van a requerir todo el compromiso y la pericia de la propiedad y de sus empleados. Retos, dicho sea con todo el cariño, mucho más importantes para el club que cobrar facturas atrasadas y ajustar cuentas. Crecer como club implica tener prioridades. Y la del Valencia CF debe ser usar el pasado como un trampolín, no como un sofá.El equipo lo agradecería. El escudo, aún más.
Para ser humilde, se necesita grandeza. Por la parte de la propiedad y parte de la grada. Es una verdad como un templo que los sentimientos no salvaron al VCF, sino el dinero de Meriton. También lo es pese a quien pese, que Peter Lim puso la mortadela de su bolsillo, y que llegó a ese cargo porque los que decían que iban a servir al Valencia se sirvieron de él, porque una cosa es presumir de valencianista y otra, bien diferente, demostrarlo. Todo eso es cierto. Tanto, como que el aficionado tuvo que elegir entre susto o muerte. O como que las acciones se compran con dinero, pero los sentimientos no. Conviene no confundir clientes con aficionados, porque no suele ser buen negocio. Sin acciones no hay sociedad anónima y sin afición, no hay Valencia. Dueños del accionariado y del graderío deben caminar juntos. Sin reservas, sin ambages, sin reproches. El equipo lo agradecería. El escudo, aún más.
No es tiempo de revanchismo, sino de unidad. Tras años de tormentas y convulsiones, está en juego la estabilidad del club. Peter Lim, que agotó el cupo de errores en decisiones deportivas y tiene crédito ilimitado por jugarse su dinero, ha variado su estrategia. Ha decidido delegar el día a día, de verdad y sin ambages, en dos cabezas visibles. La doble M, Mateo y Marcelino. Bingo. Alemany ha puesto orden en la casa y García Toral, en el césped. Una elección acertada porque, los que tienen que decidir, por fin, tienen manos libres para hacerlo. Después de dos años nefastos, el Valencia, por fin, tiene un equipo a la altura de su afición. Eso hay que conservarlo, cuidarlo y protegerlo. No es hora de cobrar facturas atrasadas, sino de enterrar el hacha de guerra. Está en juego el bienestar del club. No es momento de reproches. Es hora de dejar de presumir de valencianismo. Ahora toca demostrarlo. Es la hora de la humildad. El equipo lo agradecería. El escudo, aún más.