VALÈNCIA. Veo esos estadios vacíos, con espectadores de papel, cánticos enlatados y el eco de los gritos de los entrenadores rebotando contra el hormigón y me produce tristeza. Me parece todo una farsa. Este trampantojo del fútbol servirá para mantener el negocio a flote y, en el mejor de los casos, para entretener a los obsesos de este deporte sentados en un sillón en sus casas, pero es un espectáculo mellado. Y lo puedo contemplar como un parche, un arreglo temporal, pero no como un planteamiento sostenible más allá de unas pocas semanas para cerrar un campeonato que siempre arrastrará un asterisco.
Que no se ofenda nadie, que el hincha suele tener la piel muy fina, pero el fútbol, en general, me parece que arrastra demasiadas mentiras y añadirle una más, los partidos sin público, sin el bocata de tortilla, las bolsas de pipas y el pinganillo en la oreja, es mucho ceder.
Pero la inercia es tan fuerte, tan poderosa, que nadie puede frenar esta roca cayendo por la pendiente. Y ya hasta da igual que se blinden los campos de entrenamiento, que no se pueda hablar con un futbolista o que los clubes autoricen la entrada de unos periodistas y se la prohiban a otros. Nadie pestañea.
¿O no es un gran farsa que no haya ni un solo futbolista que proclame abiertamente, como hizo hace unos días Pablo Alborán, que es gay? O que no haya ni uno solo, quizá con la excepción de Piqué, que se atreva a saltarse las reglas, numerosas y estrictas, que les imponen dede su entorno. O que todos los representantes, con los bolsillos rebosantes, moldeen a sus clientes en la mediocridad. En no dar entrevistas. En no escupir más que simplezas por la boca. En no hablar de nada más que de fútbol. Vaya tostón.
Parecen muñecos de un futbolín. Sin voz ni libertad. Todos moviéndose igual cuando gira la varilla de hierro. Y yo me pregunto a menudo si no habrá un solo futbolista de Primera que llegue a su casa, cene y, mientras ve la serie de moda, se ponga a pensar en el poder que tiene su palabra, en el enorme beneficio que pueden generar sus acciones, sus gestos, en lo increíble que debe ser sentirse diferente al rebaño. Ser único.
¿De verdad que no hay ni uno solo que se salga del guión? ¿Ni uno?
Sé que su vida es mucho más que jugar y ganar cantidades ingentes de dinero, las que generan. Y sé que muchos son chavales sin madurar. Sé que tiene que ser terrible no poder salir y sentarse en una terraza con los amigos. Pero no entiendo que despunte tan poca personalidad. Aunque fuera por pura estadística. Uno de cada cien jugadores, yo qué sé...
La inercia del fútbol es tan fuerte que nadie, absolutamente nadie, discute que el árbitro sea el centro de la diana. El pelele contra el que descargar las frustraciones. La disculpa de tus errores. El futbolista, tu futbolista (así lo sienten los aficionados), puede recibir el balón en el área pequeña y mandarlo fuera del estadio pero el árbitro no puede dejar de ver una falta entre varios jugadores en una décima de segundo. El defensa, tu defensa, puede despistarse en un marcaje y que eso termine en un gol encajado, pero el señor que está en la sala del VAR tiene que tomar las decisiones que tú, sin la formación ni sus medios, entiendes que es la acertada.
Por eso, quizá, flipé, pero no tanto, cuando vi el documental de Carlos 'Kaiser', un futbolista brasileño, en realidad un tuercebotas, que estuvo durante 26 temporadas pasando de un club a otro sin llegar a jugar ni un partido por año. El fenómeno, que vestía, caminaba y se peinaba como un crack del balón, fingía que siempre estaba lesionado, se ganaba la amistad de los periodistas y caía simpático a los dirigentes. Todos, cuando descubrían el fraude, callaban. No podían dejar que bajara la cotización del supuesto fenómeno, en realidad un pobre hombre que no sabía jugar al fútbol, y, sobre todo, quedar como unos pardillos.
Y Kaiser seguía jugando. Como ahora. Sin público, sin algunos periodistas, sin un ápice de verdad. ¿Y qué más da? Que no pare la pelotita... Como dijo Fenando Aramburu, el autor de 'Patria', "en cuanto se reanude la Liga de fútbol, el tema del coronavirus estará terminado". ¿O no?