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análisis: la cantina

Iván el infatigable

Este joven atleta de Alfafar prefiere el ultrafondo al maratón o el trail. "Me gusta evadirme", asegura

29/05/2020 - 

VALÈNCIA. Iván Penalba corre mucho. Tanto, que adora correr sin fin. Le da al botoncito de un viejo Casio, arranca y se olvida de todo. Se abstrae de tal forma que el reloj, 'old school', llega a la hora y arranca otra vez de cero, no acumula las horas que lleva en marcha, así que llega un momento en el que Iván tiene que mirar a su entrenador o a quien esté con él y preguntarle: "¿Cuántas horas llevo corriendo?".

¿Cuántas horas llevo corriendo? La pregunta parece ciencia ficción, pero no lo es. A Iván Penalba (Alfafar, 28 años) le pasa habitualmente cuando disputa carreras de 100 kilómetros, 12 horas o 24 horas.

¿Y por qué no se enrosca en la muñeca uno de esos sofisticados artilugios que lo miden todo? "Porque así me evado de todo", responde. "Tengo uno de esos buenos, y me lo pongo para entrenar, pero conecto el GPS y me olvido de él, solo lo tengo para cuando llego a casa, volcar la información".

Eso ocurre, por ejemplo, los sábados, consagrados a un gran atracón de kilómetros. Ese día suele caer un maratón, o 50 kilómetros, y hasta 55 si hay una carrera a tiro.

Un tipo que corre tanto que tiene que preguntarle a alguien cuántas horas lleva corría el peligro de asfixiarse durante el confinamiento. Así que conectó el ordenador, abrió el navegador y 'googleó' para averiguar cuál era el récord del mundo de doce horas corriendo encima de una cinta. El valenciano vio que estaba en 152,5 kilómetros, por debajo de su marca al aire libre, y decidió que iba a ir a por él.

El último domingo de abril cogió la cinta, la enfocó hacia la terraza y se puso a correr. Su única distracción eran el cronómetro, el cuentakilómetros, unas fotos de Mari Carmen, su madre, y gente de su equipo -su entrenador, Fabián Campanini; sus fisios, Pablo, David y Alejandro, y su nutricionista, Miguel Gorriz-. Eso y la fachada del edificio que tiene justo delante de su casa en Alfafar. Unos balcones que le dieron una sorpresa a fachada cuando los vecinos aparecieron con un cartel para darle ánimos.

Salió disparado. Nunca había hecho más de tres horas y media encima de una cinta y, quizá por la inexperiencia, llegó al ecuador con 83,7 kilómetros. Una salvajada. A 4.15 aproximadamente el kilómetro.

La cinta, del modelo Proform 705 CST, cedida por Decathlon, había sido calibrada y homologada. Y tenían que grabarle desde planos frontales, laterales y traseros para validar el récord. Otros aspectos quedaban libres. Por eso encendió el aire acondicionado y los ventiladores. "Pasé un calor espantoso. Mi padre iba con un chaquetón y yo me tuve que quitar la camiseta. Me asaba". Por eso la segunda mitad llegó a ser un suplicio. "Es la carrera donde peor lo he pasado", explica un ultrafondista que tiene los récords de España de 24 (274,30 km) y 12 horas (155,5), que en 2018 acabó como el mejor del mundo en 24 horas, que ha vencido en Taiwán, en la prueba, asegura, más prestigiosa del ultrafondo, y que tiene entre ceja y ceja el récord del mundo de las 12 horas.

Por eso en la segunda mitad fue a menos y se quedó en algo más de 71 kilómetros. Suficiente para pasar de 155 kilómetros (155,080) y lograr un Record Guinness pendiente de confirmación.

En esa segunda mitad agónica, subiendo el ritmo a 4.45 aproximadamente (la media global fue de 4.37), se sustentó en una de sus grandes virtudes, la capacidad para asimilar la ingesta de líquidos.

Pau Capell, el ganador de la última Ultra Trail Mont Blanc, me contaba el año pasado en la meta de Chamonix que él es un privilegiado porque puede tomar hasta un litro de líquido por hora, con lo que se mete 25 o 26 litros de agua y bebidas isotónicas durante la UTMB. Penalba, que cuida todo lo que come y bebe con Miguel Gorriz, su nutricionista, va más allá y en este último reto bebió "13 o 14 litros". Fundamentalmente agua marina natural, un poco de Coca-Cola y agua abundante.

Después de doce horas -solo aminoraba para orinar en una palangana- solo perdió 1,6 kilos, pero asegura que es mucho para él. "En Taiwán, en una prueba de 24 horas que es mucho más dura, solo perdí 100 gramos. Soy muy friki de todo esto y lo tengo muy calculado. La clave es ir reponiendo a medida que vas perdiendo y yo en los últimas horas, aparte de los geles, me bebí cerca de litro y medio de líquido por hora".

Otro dato que llama la atención es su edad. Solo tiene 28 años, un pipiolo en esto del ultrafondo, donde recaen aquellos que ya se han hartado del maratón. Iván solo había corrido uno, en Valencia, en 2h41. Pero prepararlo le estresaba, mientras que en el ultrafondo simplemente se relajaba. Lo tuvo claro. El de Alfafar tampoco pasó por el atletismo. Él jugó al fútbol desde los 3 hasta los 23 años, cuando sufrió una lesión lumbar que le obligó a dejar el balón. Entonces se puso a correr y fue cuando descubrió que le gustaba mucho. Tanto que ahora es atleta de alto rendimiento y solo trabaja para echarle una mano a su padre de vez en cuando en Flores María, el negocio que tiene cerca del cementerio de Valencia.

Muchos, viendo su edad y su físico (mide 1,59 y pesa 53 kilos), le han aconsejado que se pase al trail, a las carreras de montaña donde hay más patrocinadores, más dinero. Pero Iván insiste en que lo que le gusta a él es evadirse y desconectar su mente mientras corre. "Me distraigo con mucha facilidad, me quedo como atontado, así que acabaría perdiéndome en la montaña...".

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