VALENCIA. Estas semanas todos nos dedicamos a hacer ruido intentando encontrar el motivo por el que el Valencia ha entrado en un bucle de descomposición; todas las virtudes que fue capaz de tejer se han volatilizado.
Es posible que nadie encuentre el verdadero motivo porque no lo hay, no hay uno solo, sino una combinación de desperfectos que sumados hacen un Valencia que fa oloreta a Djukic y a Pellegrino.
Por si acaso, añado una teoría más, en la que creo: es muy cómodo jugar en el Valencia, los futbolistas tienen poca presión y el clima favorece a que en lugar de marchar con el cuchillo entre los dientes, bajen la intensidad, ese puntillo agresivo que este equipo necesita cual combustible. Mustafi lo ha repetido cada vez que se le ha querido escuchar: o trabajamos o no tenemos nada que hacer / no nos basta con esto / no somos un equipo que pueda ganar fácil.
¿Hay mejores jugadores de lo que el funcionamiento colectivo demuestra? Sí. ¿El grupo está mal trabajado y presenta carencias tácticas escandalosas? Sí. ¿A la mayoría de futbolistas Nuno les saca mucho menos rendimiento del que de verdad pueden ofrecer? Sí. ¿Es Nuno el responsable de esta deriva? Sí.
Pero entre tanto el vestuario vive en una bañera de comodidad. Las renovaciones fáciles. La desigual meritocracia. Un organigrama poco exigente con los protagonistas. Rizando el rizo el descrédito interior de saber que es un agente exterior quien toma buena parte de las decisiones deportivas. Y el conocimiento de que el acusado es siempre Nuno (y Rodrigo, claro), tras cuyo escudo pueden pasar desapercibidos.
Nada nuevo. Vimos cuando el Valencia empezaba a estar bajo las órdenes de Juan Bautista y Consuelo como se fue convirtiendo en un club consentidor, que daba la mano al vestuario de una manera floja, con desgana, en lugar de ser una mano firme. Con los kilómetros de distancia que hay entre un proyecto y otro, ese deje paternalista, poco exigente con la plantilla, facilón, se repite.
En las declaraciones tras perder en Cornellà Nuno se refirió a sus jugadores como sus amigos. Poco implica ese pose más allá del deseo de buscar las soluciones a puerta cerrada en lugar de exhibir la mierda en público (Djukic escogía la segunda opción y perdió al vestuario a las primeras de cambio), pero tanta ternura contribuye a esta Arcadia en la que el Valencia apenas compite y sin embargo los futbolistas no parecen tener ninguna responsabilidad.
Layhoon asumió un error como el precio de las entradas de Champions y dijo querer solucionarlo. Fue un buen síntoma. Reconocer en alto las equivocaciones. Empieza a ser la hora de reconocer otro tipo de errores, como estar conformando un vestuario acomodado a pesar de tener a muchos jóvenes supuestamente hambrientos; paternalista, al que se le da la mano cual flojeras.
Es una teoría, sólo una teoría...