VALÈNCIA. El equipo unido. La fuerza grupal. El reto emotivo de, angustiados, con todos los elementos en contra, con la maldición y el mal fario, fortalecerse frente a todo. Puede que, en las últimas semanas, hayamos caído en la trampita. Una alteración de la realidad basada en un conato de épica que comenzó frente al Huesca y acabó de hilarse en Balaídos.
La remarcada gestualidad del grupo, haciendo de cada victoria una prueba tenaz de superación, fue la escena perfecta para la estrategia de Marcelino. Al entrenador hay que reconocerle mucho mérito: pendiendo de un hilo, en estado especialmente delicado, ha sabido sacarse de la nada un argumento para contar con el apoyo general.
Las imágenes de los abrazos tras el 1-2 en Vigo, ese espíritu sincero de una escuadra atrincherada que se lame las heridas con alivio, son una argumentación potente para, a pesar de todo, seguir creyendo. En lo que llevamos de temporada, me parece el movimiento más hábil del marcelinismo. El Valencia es agradecido con los movimientos cooperativos en el seno de un vestuario. Apelar a ello, al deseo de querer, es entender bien el entorno. Y en ese territorio Marcelino demuestra maestría.
El problema es el resto. Solo podemos tirar de la estética. Me da la impresión de que todos, los que protagonizan y los que rodeamos, interpretamos a la perfección el papel de fervorosos ante un cambio brusco a punto de llegar. Esa unión del equipo ungido como palanca para la transformación. ¿Pero qué hay tras esta obra?
La realidad de Getafe, ese aprendizaje de no escandalizarse tras un partido estéril en el que apenas se crea peligro, es el hábito al que nos hemos visto abocados. Comprado el discurso de que estamos en un trance hacia una mejora destacable, levitamos entre la medianía.
¿Puede este equipo revertir la situación? Claro, puede. Solo que en ese poder la espera acaba sepultando la oportunidad. Ya damos por bueno luchar contra el Getafe, batallar frente al Valladolid, merecer frente al Girona. Contra nuestros propios tópicos, somos pacientes. La estrategia de Marcelino es definitivamente una obra maestra.