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opinión

La huelga del aficionado animador

11/04/2019 - 

VALÈNCIA. Que un grupo articulado de aficionados tenga preeminencia sobre otros grupos, sobre el resto de afición en sí misma, va en contra de los principales elementales de la horizontalidad y la democracia entre hinchadas. ¿Pero desde cuándo las gradas son un sistema parlamentario? 

En todos los campos hay flancos que por su dedicación animando superan la categoría de aficionado común y se colocan en un punto intermedio entre el club y la afición. Acabamos entendiendo que su persistencia, su aportación para que el estadio sea más bullicioso, merece un trato especial. Es un acuerdo tácito. El problema, por descaro, es cuando el acuerdo se desordena y acaba pareciendo que el intercambio es a la inversa: animar para recibir prebendas. O, por invertir todavía más el orden, dejar de animar si no se reciben las prebendas adecuadas. Es el error de base que se comete cuando se deciden interrumpir los cánticos. El cese temporal de la relación. 

Cuando eso ocurre el grupo de animación acaba siendo un grupo de presión… y no es lo que pretenden, ¿verdad que no? Es una huelga a la japonesa lo que les hubiera reforzado.

A partir de ahí me parece razonable que el grupo de animación tenga prevalencia puntual para conseguir entradas en una final. Al equipo le viene bien tenerlos en comboi. Hay un beneficio común. No hay nada descabellado en que un club tenga en cuenta estas excepcionalidades a la hora de preparar los accesos a una final. 

La tensión que se genera alrededor, además de la pereza inmensa que genera, refleja algo que va más allá de este punto. Es el choque sempiterno entre las relaciones de una entidad respecto a su principal zona de animación. Cuando la simbiosis se trastabilla. Todos los grupos de animación protagonistas son expansivos y pretenden cada vez más influencia. El club, frente a ello, teme perder soberanía y verse demasiado controlado por la curva de animación. Puede temer, incluso, que una masa bien vertebrada se le vuelva en contra, por lo que prefiera una mayor diseminación de la grada. Una relación habitual si no fuera por la falta de reflejos de la entidad ante lo de Sevilla’19 y por el dislate repentino de otros de dejar de animar en algunas mitades.

Lo esencial: recordar los los manifiestos internos, recordarse que se va al campo a respaldar al equipo y no a respaldarse a uno mismo. Hay muchas tentaciones que llevan a desviarse de esa máxima.

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