La importancia de permitir que Gayà sea valencianista 

VALÈNCIA. Durante mucho tiempo mi despertar como aficionado, en lugar de estar ligado a Arias, estuvo ligado al recuerdo de Arias. Los mayores y los jóvenes -que acababan de cristalizar su pasión con las últimas andanadas del capitán-, contaban sus batallas. Lo hacían con la sensación de aquellas experiencias que dejan huella. No ensalzaban tanto al futbolista a partir de sus condiciones, sino al valencianista que aplicaba su liderazgo sobre el propio club.

Me ocurre parecido con Gayà. Sentiría la misma inclinación a la hora de transmitir su memoria. Estamos hablando de un defensa, de un lateral in crescendo, pero los valores técnicos quedan reducidos frente a su intenso posicionamiento con el club. Es una enseña, una de las pocas que le van quedando al Valencia. Acarrea el peso emocional de una institución que ha decidido prescindir de las emociones para entregarse a los comunicados gélidos, que se relaciona con la gente de manera profiláctica. 

Gayà corre el peligro de que su presencia anímica sobrepase su trascendencia deportiva. Ocurrió en la final de La Cartuja, donde una actuación irregular fue reemplazada por la demostración del dolor que le supuso la derrota, la amargura colectiva representada en un aficionado más. No un fan, no un consumidor; un aficionado. Un valencianista que juega con el Valencia.

A cualquier espectador neutral le podrá parecer poca cosa. En fin, tan solo jugadores que sienten a su club en su propia piel y echan unas lágrimas cuando pierde. Pero para el Valencia en la ruleta de un holding, es un hecho contracultural. 

La importancia de tener capitanes como Gayà representa la fuerza de una comunidad resistiéndose a perder sus principios. Puede que este verano todo eso entre en crisis. Puede que incluso se ponga en duda la fidelidad de Gayà con su club (los ventiladores dirigidos pueden girar con mucha decisión). Puede que se discuta si es tan bueno. 

Cuando todo eso llegue no estaría de más recordar que, donde debería centrarse el foco, es en si el Valencia puede dar cabida a los talentos que creen en el propio Valencia, y no ofrecerles motivos para hacer crecer sus carreras en otros sitios. Jugar en este equipo no puede ser un acto de fe sin condiciones.