VALÈNCIA. El Levante salió contrariado de Lezama. Por más que Javi Calleja restara hierro a las tablas obtenidas ante el Amorebieta en la primera jornada de Liga porque "somos un equipo nuevo y aún queda mucho", lo cierto es que los tres puntos se esfumaron en una jugada aislada y con polémica. La mano de Carbonell al despeje de Postigo en la acción del empate crispó al vestuario cuando vio repetida la acción y más de uno, cargado o no tanto de razón, se acordó de la infausta infracción de Róber Pier que costó el no ascenso.
Son acciones totalmente distintas. Incomprabales. La realidad es que, según el reglamento 23/24 de la IFAB, las manos en ataque del centrocampista rival no son punibles. Que Postigo rompe y la pelota golpea en el brazo de Carbonell es indudable, pero no es éste quien acaba anotando inmediatamente después, tal y como ejemplifica el reglamento. Ni es él quien anota ni el tanto se produce de manera inmediata, explica un excolegiado. Es más, Jauregi evita prácticamente in extremis que esto suceda, porque cuando el balón parece destinado a cruzar la línea de gol tras picar Carbonell por encima de Femenías, el exariete del Atlético Levante empuja a placer sin partir en fuera de juego. En caso de no haberlo hecho, según el propio reglamento, el gol sí debería haber sido ser anulado.
En un principio, la explicación del colegiado indignó a futbolistas granotas y Calleja contó que había hablado con Arcediano Monescillo "de forma amistosa": "Para mí es una mano que puede ser voluntaria. Es verdad que si no se favorece el jugador que ha hecho mano y acaba siendo gol del compañero, no lo puede anular, pero cuando vas con el brazo arriba intentas ocupar un espacio para aprovecharte de ello. Tengo que ver la jugada, pero me dice que no la pita porque es involuntaria", comentó el técnico granota.
Precisamente, una de las cosas que no convence en el seno del vestuario al respecto de esta explicación del colegiado manchego es que López Toca advirtiera desde la sala VOR al trencilla principal y le llamase a acudir a la pantalla para que, posteriormente, Arcediano Monescillo se ratificase en su decisión inicial -o, más bien, se cerciorara por vez primera de que había existido una mano que no había detectado en directo pero que, a su parecer, era involuntaria y no ocupaba un espacio antinatural-. Es más, en caso de que el despeje sin rumbo de Postigo no hubiese sido acomodado por el brazo de Carbonell, posiblemente el esférico no hubiese quedado tan aprovechable en el área.