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La temporada invisible

28/05/2021 - 

VALÈNCIA. En octubre de 1938, Orson Welles experimentó con los límites de la realidad en los medios de comunicación al emitir, por radio, una versión tan fidedigna de 'La guerra de los mundos', de HG Wells, que hizo entrar en pánico a millones de norteamericanos, sugestionados, gracias a la retransmisión radiofónica, porque creían que su país estaba siendo realmente invadido por los extraterrestres. Aquella experiencia alertó del poder de los medios, en su caso la radio, para tergiversar la realidad, su capacidad para vender un discurso bien hilvanado que, aunque no fuera real, podía llegar al corazón de la gente por su credibilidad. Casi un siglo después, las redes sociales han amplificado dicho experimento para convertir a la llamada posverdad (la mentira de toda la vida) en una estrategia comunicativa.

La Liga 20-21, la que acaba de terminar con el triunfo del Atlético de Madrid y el triste papel de un Valencia que pasó los suficientes apuros para no descender como para que se encendieran todas las alarmas, ha tenido mucho de aquella apuesta pionera de Welles. Ha sido una temporada invisible, en la que los aficionados nos hemos tenido que conformar con seguirla a través de la televisión y de las radios que el poder establecido ha designado para que nos la contaran. Con excepción de las dos últimas jornadas, en las que la apertura parcial de algunos estadios permitió la presencia de (poco) público en las gradas, el campeonato se ha disputado bajo la absurda mirada del cemento y las sillas de plástico, espectadores inertes de un espectáculo del que solo hemos sabido a través de la pequeña pantalla.

El detalle es importante, porque, con los años, esta temporada se nos borrará de la mente, no quedará ligada a recuerdos, ni buenos ni malos, como otras, sencillamente porque no los habremos vivido. Ver un partido desde el sofá de casa tiene ese inconveniente: la memoria se diluye porque no va ligada a un sentimiento compartido, sino a una cerveza y unas papas. Celebramos en la intimidad del hogar la goleada sobre el Madrid o el crucial triunfo contra el Valladolid, de la misma manera que sufrimos los infumables empates contra el Alavés, el Cádiz o el Huesca, pero dentro de unos años no los recordaremos porque, al fin y al cabo, formaron parte de la rutina doméstica, igual que comer, cagar o dormir la siesta.

Es el único consuelo que nos queda en esta campaña que ha marcado el declive definitivo del Valencia que gobierna Meriton. Ni siquiera en el partido contra el Eibar, el único en el que los aficionados tuvieron la oportunidad de ver a su equipo en directo, los clientes de honor del Bar La Deportiva lo pusieron fácil. El desmedido precio de las entradas y las dificultades para comprarlas, que no se podían adquirir en bloque, facilitaron el oscurantismo del que han hecho gala Lim y sus secuaces en el secuestro que vienen perpetrando al club desde hace años, y en consecuencia la presencia en las gradas de poco más de dos mil animosos e irreductibles espectadores.

Como esos recuerdos que borramos conscientemente de nuestras vidas porque sabemos que nos producirán dolor al evocarlos, la temporada invisible desaparecerá para siempre de aquí unos años, entre otras cosas porque no existe ninguna gesta que nos valga la pena para rememorarla. El problema es que las que vienen, que no parece que serán invisibles porque podremos ver al Valencia en directo, tienen pinta de ser todavía peores que esta, tal y como Meriton se plantea el futuro del club, y, por lo tanto, mucho más difíciles de desterrar de la memoria.

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