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La tiranía de la tecnología en el diseño

Igual que pienso que tuve suerte de que la ausencia de redes sociales no inmortalizase mi adolescencia para los anales de la historia, imagino a Dieter Rams emocionado por haber podido diseñar para otros tiempos más civilizados

| 21/10/2019 | 2 min, 9 seg

VALÈNCIA.-Estaba hace unas semanas, con motivo de la Valencia Disseny Week y el pase del documental Rams (Gary Hustwit, 2018), en una mesa redonda invitado por la gente de Nectar Future para debatir en torno a los principios del buen diseño de Dieter Rams. Al intentar trasladar los grandes éxitos de la historia del diseño de producto a los estándares industriales de hoy en día —a los tiempos que marca la voraz competencia entre empresas y a la asumida necesidad de innovar a través de la tecnología— tuve claro que eso de ‘el buen diseño’ había sido víctima de la obsolescencia programada.

Hablamos de si el buen diseño es innovador, si hace útiles y comprensibles los productos, si es estético, si no debe ser intrusivo, si es honesto, duradero, minucioso o si es respetuoso con el medio ambiente, repasando punto por punto el decálogo de Dieter Rams, y tuve una epifanía: el buen diseño está sucumbiendo ante la tiranía de la tecnología.

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Es imposible abrir una conversación entre diseñadores sobre Rams o Braun (la marca de electrodomésticos para la que el diseñador alemán dedicó su carrera) y no dar algún salto a Apple como un legado en vida lleno de paralelismos. Y fue confuso visualizar de repente cómo los grandes éxitos de Braun son clásicos eternos que se reeditan durante décadas mientras que los grandes éxitos de Apple deben mutar año a año, literalmente, para sobrevivir en la vorágine que es el mercado de los portátiles o smartphones. Y lo mismo con los coches hoy en día, con la moda o con otros sectores víctimas de ese ansia por la innovación. Una innovación muy mal entendida, que se confunde con el abuso de la tecnología, donde una mesa con un cargador de móvil intenta venderse como un hit y lo peor es que otras marcas lo copian ante el miedo a perder en una carrera entre gallinas sin cabeza.

* Lea el artículo completo en el número de 60 de la revista Plaza

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