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Libre de virus

31/10/2020 - 

VALÈNCIA. Hacía mucho tiempo que no ponía un pie en el placo de Mestalla. Si no me falla la memoria la última vez fue un sábado por la mañana de 2014 cuando se procedió a la firma de la venta del paquete accionarial de la Fundación a Meriton. Desde entonces, ese rincón de Mestalla -que nunca había sido mi preferido- se ha convertido en un foco infeccioso. Allí anida la peor enfermedad que ha asolado al Valencia CF en sus más de cien años de historia y debo reconocer que me dio cierto reparo volver. Pero había recibido una llamada a la que no podía negarme. Mi amigo Fran había organizado allí la presentación de “Libre” y... tratándose de un libro que camina por la vida de uno de mis ídolos cuando, además, es Guaita quien me lo pedía no me hubieran perdonado a mi mismo no acudir a la cita a pesar de un escenario contaminado por la estulticia de sus recientes moradores. Y no me arrepiento lo más mínimo porque el acto fue sublime. Sin fasto alguno y sin gran ceremonial pero adornado con la arrebatadora liturgia que prende de manera espontánea cuando se concentra en una sala un pedazo de la historia del Club que muchos amamos y que otros pisotean con fanfarronería. Pero los fanfarrones no estaban y el Palco se convirtió en un espacio puro: libre de virus. Y disfruté como un imbécil viendo a los amigos de Ricardo Arias compartir sus vivencias, viendo a su hermano Mario Alberto saludarlo desde el otro lado del Océano, viendo los ojos vidriosos de Quique emocionado por los recuerdos. Disfruté como un imbécil comprobando, una vez más, cómo un Gigante como Ricardo Arias Penella recibía una salva de elogios que sé, le resultan incómodos porque Ricardo, igual que su hermano ‘Españeta’ siempre ha sido más de dar que de recibir y me resultó emotivo su rubor. Ricardo es un tipo normal que ha tenido que caminar por una vida gloriosa por su talla como futbolista y también por muchos senderos angostos porque las personas normales no podemos huir de nuestras miserias. Posiblemente esa ‘verdad’ que irradia y esa sinceridad, a veces hiriente, fue lo que le impidió traspasar los muros que otros levantaron ante sus narices como futbolista. No fue un fijo de la selección nacional ni aparece en los rankings de centrales históricos de fútbol mundial cocinados por los sabiondos de cabecera pero, para quien no haya tenido la fortuna de verle imperar en un terreno de juego, Richard ha sido el mejor central del Valencia y uno de los mejores del Mundo. Sólo a Baresi y a Beckenbauer he visto marcar el territorio, levantar la cabeza e iniciar el juego desde atrás como sabía hacerlo Arias y merece como pocos ver inmortalizada su carrera y su vida aunque a él le incomode.

Me encanta el fútbol pero no me gustan los libros de fútbol. Este sí. Este lo empiezo en cuanto acabe de escribir este artículo para empaparme de la peripecia vital de alguien que, además de haber sido un excelso futbolista, encarna como casi nadie los valores del valencianismo. Ricardo Arias no es un ejemplo en el que debe mirarse el valencianista sino el fiel reflejo del valencianista mismo: temperamental, renegón pero leal hasta la muerte y esa es materia prima de primerísima calidad para que un gran periodista como Fran elabore una semblanza que merezca su lectura y disfrute.

Los últimos tiempos y la deriva a la que están llevando a la entidad, debo reconocer que han intoxicado mi relación con el Club que ha marcado mi vida. Algo a lo que, durante muchísimos, me sentí íntimamente unido... se ha roto. Pero ayer volví a ver miradas y complicidades que me reconcilian con un sentimiento compartido y, a la vez, herido que se parece mucho a una familia y que nadie va a poder destruir del todo aunque se haya propuesto hacerlo.

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