Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Pocas aficiones existen en el panorama ‘futbolero’ más pacientes y generosas que la del Valencia CF. Ha tenido que llegar un ‘ángel exterminador’ que, de verdad, ha puesto en serio peligro la supervivencia de una emoción compartida para que el valencianista abandone la placidez del sofá y salga a la calle a expresar su preocupación, su impotencia y su desesperación. El valencianismo le ha visto las orejas al lobo y, como en escasas ocasiones, se ha unido para elevar a nuestro limpio cielo el lamento de una ilusión herida. Y ese dolor lacerante tiene que ver, sí, con la deriva deportiva del equipo pero, quien quiera ver que sólo se trata de eso... o se equivoca profundamente o intenta torcer una realidad que va mucho más allá de la decepción de un aficionado que no ve a su equipo bien clasificado.
Tiene que ver con la defensa de un patrimonio emocional que otros están tiroteando y tiene que ver, sobre todo, por la sensación que flota en el ambiente acerca del cómo y el por qué se está tiroteando. El valencianista sale esta tarde a la calle, con toda le legitimidad, a reivindicar la decencia extraviada. Sale empujado por el miedo al advertir que es la peor de las intenciones la que reina en la dirigencia de la entidad. Porque la torpeza despierta preocupación y también cierta comprensión pero la demolición premeditada a la que están sometiendo al Valencia CF no cabe masticarla impasible en un sofá bien mullido.
La pregunta de si servirá o no de algo... no procede. Porque nunca procede tener que justificar la defensa de tu identidad, de tu historia y de tus anhelos: es una necesidad irrenunciable. Servirá para comprender que nadie es mejor que todos juntos. Servirá para despertar las conciencias de quien pretende compadrear con los agresores a cambio de no se sabe qué. Servirá para que todo el mundo sepa la verdad que encierra el sentimiento de pertenencia.
El valencianista no reivindica que le fichen ‘cracks’ mundiales para su equipo. Eso no pasó de ser una dosis de basura propagandística de los agentes comerciales con los que Lim se alió para un tramposo proceso de venta. Lo que reivindica esta tarde el aficionado es respeto. Respeto a una institución que tiene más de cien años de historia y que Meriton está arrastrando por el lodo de su inmundicia. Respeto por una masa social que ha venido transmitiendo de padres a hijos el amor por unos colores. Respeto por una identidad común que es absolutamente transversal a condiciones económicas y credos políticos o religiosos. Que no transige con más mentiras y con más ‘campañitas’ orquestadas con las que desviar la atención de lo verdaderamente importante, que es el Valencia CF y su futuro.
No se trata de ver entrar por la puerta al Neymar de turno sino de ver la luz que ilumine un camino que recorreríamos aún sabiendo que puede ser angosto siempre que contemos con la lealtad de quien nos acompaña. Pero ha pasado suficiente tiempo, suficientes engaños y suficientes desagravios para comprender que no existe camino que recorrer con Meriton de la mano porque no sólo desconocen el significado de la lealtad sino porque ya han enseñado la patita por debajo de la puerta y han dilapidado la credibilidad que, generosa o ingenuamente, les regalamos cuando llegaron a Valencia.
Claro que hay que salir a la calle a decirles que no les queremos. Claro que el valencianismo tiene todo el derecho del mundo de protestar sobre sus desprecios, su inquina y sus reiteradas faltas de educación y respeto. Pero, además del derecho, que viene recogido en la Constitución Española aunque ellos preferirían un estado dócil y silente como Singapur, nos ampara la razón.
Hay que salir y hacer todo el ruido posible. Con observación absoluta de las medidas sanitarias que impone el Estado de Alarma, con el civismo propio de la sociedad valenciana y en alerta por la posible infiltración de ‘reventadores’ que vayan aleccionados para afear la protesta. Con el respeto que ellos no tienen y con la fuerza de una madre coraje.
Sí, la valencianista es la afición más paciente y más generosa del fútbol pero ni es imbécil, ni está dispuesta a seguir sufriendo la humillación de una advenedizo que sólo tiene dinero. La decencia no está en venta.