VALÈNCIA. La última ocasión en la que el Valencia visitó Pucela fue para traerse bajo el brazo la clasificación para la Champions que tanto estamos disfrutando y que tanta cola trajo a cuenta de un presunto amaño que ocupó portadas de rotativos nacionales y abrió informativos de televisión y radio para terminar en nada, cuanto menos en lo tocante al Valencia CF, más allá de la tramposa insinuación de quienes quisieron buscar tres pies a un gato que ni era gato ni tenía pies.
Esta noche el escenario es distinto pero... no tanto porque pese a que el equipo de Celades ha firmado unas semanas muy meritorias, la caza de las posiciones Champions en la Liga obligan a salir de Zorrilla con un buen resultado aunque pesen mucho las piernas. El partido requiere un último esfuerzo antes de las mini vacaciones y , a la vista de la respuesta de la plantilla, nadie duda que ese ‘do de pecho’ se producirá con independencia del lógico número de contingencias que se pueden presentar en un partido de fútbol. Y así se pone punto y final al Año del Centenario.
Una efeméride que se ha visto privada de la apuesta del Club a la hora de celebrar los primeros cien años como merecía la ocasión pero que se ha encontrado con una respuesta deportiva que sí ha estado a la altura de las circunstancias: las dudas con las que bajaba la persiana 2018 se disiparon con una segunda vuelta imponente que terminó con título de la mano de Marcelino y, cuando la dirigencia parecía empeñada en romper la racha con la crisis del 11S, volvió a emerger el vestuario alineándose con un entrenador novato pero inteligente para mantener el listón y terminar 2019 con todas las opciones intactas. Han sido cien días que arrancaron con todas las dudas lógicas que provocaba el sinsentido de lo ocurrido y la inexperiencia de quien venía a sentarse en el banquillo pero, pasados los cien días, el valencianismo se ha tranquilizado al escuchar los ‘gritos del silencio’: el balsámico proceder de un entrenador que ha calmado las aguas haciendo gala de un perfil bajo muy bien recibido por el vestuario.
Poco ruido acompañado de una buena gestión del grupo encaminada a la superación del un duelo que amenazaba con romper la armonía de un vestuario conjurado y que se ha zanjado con un resultado brillante. El éxito deportivo cosechado ha permitido relajar el tenso ambiente calentado desde el palco poniendo a plantilla y cuerpo técnico al frente de la entidad como único referente válido, pero el mando sigue estando donde está y, aprovechando el espíritu navideño que nos empalaga con buenos propósitos, ojalá también encuentre el éxito quién tiene que encontrarlo para que esto no se quede en ‘flor de un día’.
Hay mucho trabajo por delante para mantener el nivel de la plantilla y, abortada la política del consenso que funcionó hasta que dejó de hacerlo, dicha labor queda en manos del Presidente, de Singapur y... de Portugal aunque no sea necesariamente en ese orden. Pese a que desde el ‘poder’ andan muy ocupados en la ‘caza de brujas’ sería bueno que entendiesen que lo que la gran mayoría desea es ver el nombre del Valencia brillar con fuerza, que deben poner mayor esfuerzo en hacer bien las cosas que en acallar las voces críticas: dejar a uno a varios comunicadores sin voz o sin trabajo o sacar de Mestalla a aquellos aficionados que les ‘bailen e agua’ no les reportará reconocimiento alguno y no hay mejor manera para cerrar bocas que el trabajo ayuno de prepotencia. En el propio Albert Celades tienen un buen ejemplo.