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el club mantiene su apoyo intacto en el técnico porque "ha levantado peores situaciones" a la que hoy viven los granotas

Los "otros momentos difíciles" de Paco López en el Levante

24/09/2021 - 

VALÈNCIA. La confianza en Paco López sigue viva en Orriols. A pesar de la crispación que ha crecido en gran parte de la parroquia granota por los resultados del equipo, de momento en técnico de Silla tiene su lugar reservado en el banquillo granota a pesar de la racha negativa que hoy atraviesan sus pupilos. Tanto Quico Catalán como el propio entrenador se han encargado de recordar en las últimas comparecencias públicas que se han levantado situaciones "más difíciles" que los actuales 4 puntos de 18 con los que se ha arrancado la temporada. Un dato que, en realidad, asciende a 14 jornadas consecutivas sin conocer la victoria si se suman encuentros del nefasto final de la pasada campaña, algo que el propio Paco López es cuidadoso de separar. Una cosa es la 20/21 y otra, la 21/22.

En cualquier caso, el grupo es prácticamente el mismo y la dinámica, excesivamente parecida. Brotes verdes y desconexiones frecuentes hacen al Levante acumular 7 de los últimos 42 puntos. No hay estadística más dura en el currículum del de Silla en el banquillo del Ciutat, pero si se sigue el matiz de diferenciar entre temporadas, Paco López ha conseguido alzar tesituras parecidas e incluso más dramáticas que la actual. Sin ir más lejos, el inicio de año pasado fue doloroso por un bagaje de 5/24 posibles, con cinco empates a 1 consecutivos que siguieros a tres derrotas contundentes. Después de aquello, el Levante ganó al Getafe en casa y consiguió salir del descenso sumando 23 de 39 puntos, justo antes de pinchar el globo de la Copa del Rey y sumirse en un triste y oscuro final de temporada. 

Aquellos fueron ocho encuentros sin ganar. Estos sí, concentrados en una misma temporada, la pasada. El caso es que la anterior se cuadró un dato demasiado parecido. En 7 encuentros, los levantinistas sumaron cinco puntos hasta llegar a la derrota frente al Espanyol en el Ciutat que, en su caso, sí marcó un antes y un después en el vestuario del Levante. Pese a que la situación de puntos fuera más laxa de lo que será si el equipo pierde este domingo en el Camp Nou, aquella tarde fue de cuchillos largos en Orriols y, al día siguiente, hubo charla tensa en Buñol. Se dijeron cosas, se abrió el sentir del vestuario y, a partir de ahí, el cuadro granota lavó su cara. En esa misma racha, también se habían mezclado las buenas sensaciones -por ejemplo, en la derrota en el Bernabéu- con momentos de flagidez evidente en la plantilla. 

Tras las palabras, se levantó un conjunto que echó puntos a su mochila antes de una nueva gran recesión, suavizada por la explosión de la pandemia. Cuatro derrotas seguidas antes de vencer al Real Madrid en casa y volver al suelo en Ipurúa. Fue otro gran bache que Paco López esquivó con tres meses de parón inesperados y un regreso asequible. Sin embargo, peor fue la racha que una campaña antes, en su primera completa al frente del barco, firmó el Levante. Nueve jornadas consecutivas sin ganar, con un balance de 4 de 27, para terminar salvando la categoría casi sobre la bocina en Girona. Desde entonces, los objetivos no han cambiado, la meta sigue siendo la de mantenerse en Primera División una vez mñas, pero lo que ha mostrado el equipo en buenas travesías por las temporadas han hecho al levantinismo demandar otros colores en la tabilla de resultados. 

Hasta ahora, Paco López y los suyos, desgaste palpable, evidente y real de por medio, han logrado dar la vuelta a varias tortillas. El de Silla encara su última temporada de contrato con el roce de la irregularidad prácticamente por bandera dentro de los márgenes de una temporada y la confianza de la nobleza granota se mantiene firme para, de memento, no cuestionar el cargo del entrenador. Por delante, dos citas que pueden cambiar el rumbo y el ánimo del vestuario -ante Barça y Mallorca-, como tras aquella derrota frente al Espanyol, después de la que Real Sociedad y Barça parecían imposibles y terminaron convirtiéndose en pagadores de platos rotos.

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