VALÈNCIA. Me alegró escuchar a Juan Roig al acabar el Maratón de Valencia cómo le decía a un periodista de À Punt: “Los récords del mundo no se compran en Mercadona”. Y tiene razón. Por suerte no se compran en Mercadona. Un récord del mundo, aunque en València hayamos tenido el privilegio de disfrutar de unos cuantos en los últimos años -5.000, 10.000, 10K y medio maratón-, son algo excepcional. Y el de maratón, aunque intuyo que el de Eliud Kichoge está al caer, no es una excepción. El mecenas parece ser que lo tiene claro, pero tampoco regala el dinero para que monten una carrera y ya está. El empresario quiere espectáculo y eso, se veía venir, va estrechando la mano alrededor del cuello de los organizadores, que tienen cada vez menor margen de maniobra porque su tope ya está en 2h03, un registro que solo han superado tres maratones en el mundo: Berlín, Londres y Milán.
València aspiraba, al menos, a recuperar ese tercer puesto que le había arrebatado Milán semanas atrás. Pero el maratón es una disciplina donde entran en juego variables incontrolables. Una de ellas es el viento. Y el viento arruinó las opciones de que Lawrence Cherono u otro elevara la carrera a la órbita de las 2h02.
Los organizadores se quedaron preocupados. No solo porque, lejos de correr en 2h02, el ganador hiciera 2h05. Y de que no solo el vencedor saliera perjudicado por el viento sino porque cientos de corredores se marcharon, o eso pensaban ellos, sin la recompensa que parece garantizar València a todo aquel que viene a correr a nuestra ciudad. Ya saben, ‘Valencia, city of running’.
Pero mi sensación, la de una persona ajena a las presiones, si existen, de los organizadores, es que fue una prueba preciosa, que fue una de las carreras más emocionantes de los últimos años. Y eso que en 2020 se decidió al esprint. Pero ese momento en el que el grupo de cabeza parecía que se iba a jugar el triunfo y de repente aparece por detrás Philemon Kacheran para darles caza, con Geoffrey Kamworor quedándose a punto de conectar también es impagable. Y cómo Lawrence Cherono mantuvo la calma y, con la lección bien aprendida de Sapporo, del maratón olímpico donde, después de tirar, acabó cuarto, fuera de las medalla, esta vez les dejó hacer para volver a ser igual de letal en los últimos metros que en aquel 2019 en el que venció en el último kilómetro en Boston y Chicago.
Nancy Jelagat, por su parte, logró bajar de 2h20 y su marca (2h19:30) es la séptima mejor del año. Y Hamid Ben Daoud igualó el récord de España. Y se batieron otros seis récord nacionales. Es decir, que no estuvo nada mal.
Y a mí me gusta casi más este tipo de atletismo, con varios corredores jugándose el triunfo, con cambios al frente de la prueba y, ojo, corriendo a 2.58 el kilómetro, para acabar con siete atletas por debajo de las dos horas y seis minutos. Y mi conclusión es que fue un espectáculo grandioso.
Pero València -y todos, en realidad- necesita que vuelva la normalidad, recuperar los 30.000 inscritos e impulsarse de nuevo hacia una inercia que le permita sentarse a la mesa de los ‘majors’, los grandes maratones del mundo de los que no quiere separarse esta ciudad. Y yo estoy convencido de que eso va a ser así. Porque una carrera de esta envergadura no se compra en Mercadona. Puede salir parte de su presupuesto de la fortuna del rey de los supermercados, pero la calidad organizativa que enamora a todos los corredores que alcanzan esa meta espectacular de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se produce porque confluye lo mejor de Correcaminos y de la Fundación Trinidad Alfonso. Y ahora que, a raíz de la posibilidad de que la Copa América volviera a València, se ha reabierto el debate sobre la conveniencia o no de apostar por los grandes eventos, yo rogaría que no se debilitara el mejor de todos, el que ha dado popularidad y prestigio a la ciudad, el que trae riqueza cada año y el que influye, en mayor o menor medida, para que la gente que vive aquí sea más saludable gracias a su afición por esto de correr.
València tiene dos súper eventos: el Gran Premio de Motociclismo en Cheste y el Maratón de València Trinidad Alfonso EDP. Larga vida a ambos.