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opinión

Maquiavelo en el banquillo

14/12/2018 - 

VALÈNCIA. Aunque Nicolás Maquiavelo nunca escribió la frase por la que ha pasado a la posteridad, “el fin justifica los medios” intenta resumir, de manera sesgada, su pensamiento político y filosófico, que básicamente consiste en sostener que el resultado justifica la acción, en las circunstancias históricas en las que vivió. No hace falta ponerse aquí a dar ejemplos de la influencia del escritor italiano en la nueva política de posverdades, bots y cuentas falsas que crean una corriente de opinión pública a través de la redes sociales, pero quizás conviene recordar que en el fútbol lo que cuentan son los resultados y, por mucho que se alabe el atrevimiento y el fútbol ofensivo de equipos como el Rayo de Paco Jémez o Las Palmas de Quique Setién, si no ganas los partidos te echan a la calle.

Marcelino lo sabe bien. Su apuesta futbolística nunca ha buscado la excelencia ni el reconocimiento de los grandes gurús de la posesión y el fútbol arte. Su filosofía apunta más a lo práctico que a lo conceptual, a la contundencia que a los fuegos de artificio. En el Valencia le salió sorprendentemente bien la temporada pasada, cuando, con un grupo hecho a su medida, consiguió una meritoria cuarta plaza en la liga y llegó a las semifinales de la copa. Tales éxitos le hicieron ganar galones cara a la nueva campaña y el club, ausente de planificación deportiva desde la llegada de Meriton, le dio el poder (y más de 100 millones de euros) para confeccionar la plantilla que él deseara en la temporada del Centenario.

Pero la cosa este año no ha ido tan bien. Los hechos han demostrado que, más de 100 millones después, el Valencia no ha mejorado respecto a la temporada anterior y la política de fichajes de la entidad, propulsada por Marcelino, ha sido un auténtico desastre. El técnico es, sin duda, el máximo responsable de este fiasco, tanto como por la pretendida falta de carácter de los futbolistas que eligió como por el empecinamiento en un sistema que este año no funciona.

Por eso, en la rueda de prensa previa al Trofeo Naranja de invierno (perdón, último partido de Champions), Marcelino dejó caer una frase que resume su forma de operar: “Mi prioridad es modificar el ritmo de resultados de este equipo”. No es ninguna tontería, porque el entrenador valencianista no habla en ningún momento de cambiar sistemas, sustituir futbolistas o revolucionar dinámicas de juego, sino de algo tan intangible como modificar los resultados, de conseguir las victorias sin importar la acción que lleve a ella. En el fondo, una manera perversa de concebir el pensamiento de Maquiavelo, en la que la acción es la que permanece inamovible hasta que los resultados la acrediten.

Quizás Marcelino, tras un proceso de acumulación de excusas que culminó el sábado pasado al reconocerse culpable de la situación pero disparando de rebote hacia sus propios jugadores, ha pensado que la mejor manera de salir adelante en el embrollo en el que se ha metido sea apelando a que intangibles como el acierto cara a portería, la suerte con las lesiones y todos esos factores que hacen que la pelotita entre y no rebote en el poste acaben por tornarse a su favor para que los resultados justifiquen sus acciones.

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