VALÈNCIA. Apenas recuerdo cuando, allá por 1981, siendo yo muy pequeño, mi padre y mi abuelo, con mi hermano aún más pequeño que yo, nos llevaron a Mestalla a ver un partido donde el equipo Che jugaba contra la selección Argentina Campeona del Mundo unos cuantos meses antes de empezar el Mundial de Naranjito. Yo quería ver a Kempes, que era el ídolo de entonces. Y vi como alguien que llevaba una camiseta azul y pantalón corto negro cogía la pelota desde el medio campo, se regateaba a todos los de blanco que estaban a su paso y, tras llegar al centro del área le cedía un balón a un compañero que se convertía en el único gol del partido. “Mecachis, ha perdido el Valencia”, supongo que pensé (yo tendría unos 6 o 7 años).
Ahora, unos cuantos años más tarde, me siento muy afortunado (a pesar de mis escasos recuerdos) de haber visto en persona a Maradona en plenitud, cuando era un joven que sólo quería jugar al fútbol.
Lo que ha hecho Maradona en el fútbol no lo ha hecho nadie: ganar un Mundial él sólo (como dicen muchos), hacer que un equipo del sur de Italia que nunca había ganado nada consiguiera el doblete de Liga y Copa y una copa de la UEFA. Y otro subcampeonato del Mundo con Argentina… y sobre todo un juego que sólo él hacía. Tenía una enorme calidad técnica, a lo que acompañaba su gran portento físico. Un genio como futbolista. Uno de los mejores de la historia, si no el mejor.
Pero Maradona también era persona, claro. Diego Armando era ese ser humano que jugaba al fútbol y que, cuando con apenas veinte años empezó a jugar en el FC Barcelona, no tenía ningún problema en cargar con el saco de balones para llevarlo al entrenamiento, o recogerlos, hasta que su compañero y después amigo Lobo Carrasco le dijo que eso lo hacían los utilleros. Diego era esa persona humilde que con dieciséis años empezó a despuntar enormemente en su fútbol argentino y eso le llevó a ser el cabeza de su familia que sacaba a los suyos hacia adelante. Diego era esa persona que, casi sin darse cuenta, pasó de hacer algo que le encantaba, a ser el foco mediático de allá donde iba. Era ese niño que pasó a ser adulto sin tener ese proceso necesario. Y pasó lo que pasó.
Ruggeri, compañero suyo de Selección Argentina, reveló hace poco que las drogas que le consumieron eran su vía de escape para toda esa presión que tenía que soportar cada día. Porque Maradona, o Diego, dijo que él sólo se sentía feliz con el balón en los pies. ¿Y lo demás? ¿Qué pasaba fuera de la cancha? Quizás le pasó lo que le pasa a muchas personas de altas capacidades que se sienten incomprendidos y continuamente buscan su ubicación en el Mundo.
Ahora, cada vez más, se trabaja en la persona que juega al fútbol porque sabemos que, si tiene una vida ordenada, podrá estar más centrada en hacer bien su trabajo como futbolista. Sabemos que si, por ejemplo compagina estudios y deporte adecuadamente, le ayudará a tener esa vía de escape necesaria en numerosos momentos. Sabemos que si le establecemos límites, será una persona fuerte mentalmente… es decir que si hacemos que ese ser humano que es también bueno como futbolista desarrolle valores como el compromiso, la tolerancia a la frustración, el esfuerzo, perseverancia… no sólo será mejor deportista, sino que será una persona con más recursos para ser feliz y disfrutar de la vida.
Y los modelos para los niños y jóvenes. Los grandes referentes del deporte son personas a las que imitan una enorme cantidad de personas reproduciendo su forma de actuar, de vestir, de comportarse… sus valores. ¡Lo importante que es que los grandes referentes provoquen la imitación de conductas adecuadas!
Ahora, y gracias a esas amistades que te deja el fútbol, he podido ver con mi hijo (a una edad similar a la que tenía yo cuando vi a Maradona por primera vez) y mi mujer, en directo, a Messi. El otro gran “10” de Argentina. Esta vez, mi hijo quería ver a Messi (porque esos grandes ídolos lo son independientemente del equipo en el que juegan), y Messi no defraudó.
Me pregunto qué pensará mi hijo, treinta años más tarde, sobre la primera vez que vio a Messi. Si se sentirá afortunado. Si recordará alguna jugada. Si diferenciará al Messi jugador y al Leo persona. Si se lamentará por aquello de que “si hubiera tenido mejores condiciones como persona”… como ahora pienso yo con Diego Armando. Afortunadamente, parece que no será así por la estabilidad que muestra Leo fuera de la cancha y porque su actual club parece que aprendió de cuando fichó a Maradona y ahora se tuvo (tiene) mucho más en cuenta a la persona. Esperemos que siga así, por todo. Temps al temps.
Descansa en Paz, Diego. Gracias por recordarnos lo importante que es cuidar a la persona.
Gracias, Maradona, por el Fútbol.
David Peris Delcampo
@dperisd
Psicólogo Experto en Psicología del Deporte
Entrenador Nacional de Fútbol y de Fútbol Sala. Presidente de l’Associació de Psicologia de l’Esport de la Comunitat Valenciana (APECVA). Vicepresidente de la Federación Española de Psicología del Deporte.