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Mestalla ¿por qué callas?

9/11/2021 - 

VALÈNCIA. Mestalla no ha sido nunca un feudo fácil para nadie: es una de las casas más atentas y afectivas con quien lo da todo por el Valencia CF, pero también es muy de coger ojeriza a alguien y forzar su salida como sea. Lo ha sido siempre así y lo seguirá siendo, aunque la afición valencianista haya evolucionado, para bien, en sus costumbres. Eso no quita que me extrañe ese silencio o esa calma de Mestalla ante la gestión de Meriton, no porque quiera griterío y cierta gresca, sino porque si se quiere, se puede, ni más ni menos. Y lo mismo digo de los partidos que se atascan: Mestalla tiene la fuerza suficiente para remontar un resultado y a la vista está siempre que ha hecho falta. 

Otra cosa es que reflexionemos sobre cómo está el estado de ánimo del aficionado, en general y de su parsimonia o de su resignación. Eso es otra cosa y se entiende, perfectamente, que uno ya solo quiera ir al campo a ver jugar del fútbol (que de eso se trata, no lo olvidemos) y poco más. Entonces aceptemos el destino trágico que Lim nos brinda y dejémonos de convocatorias por la libertad y estas cosillas. Si es esto lo que pensamos, no nos quedemos entre dos aguas, porque al final el equipo, sobre el campo, es el que lo padece. Por tanto, si apostamos por olvidarnos de los gestores, entonces vayamos a muerte con el equipo y que cada rival que pise Mestalla sienta su furia, su presión desde el primer minuto hasta el último. Si no es así, entonces que cada cual determine cómo cree que puede ayudar mejor al equipo de toda su vida, pero que no se quede a medias, porque eso es lo que hay hoy mismo y se queda un poco desangelado: o silencio supremo o griterío hasta romper los tímpanos. 

Y hablando del fútbol y de la vida...se nos llena la boca hablando de la grandeza de Monchi en la dirección deportiva del Sevilla. El domingo, tras el derbi andaluz, en una entrevista al susodicho, este afirmaba: “El Sevilla no es mi profesión, es mi vida”. Esa, y no otra, es la razón del éxito: no ficha para llevarse una comisión, ni para satisfacer los caprichos y negocios de nadie, ni para contentar a un grupo de torpes al frente del club, ni para pagar favores. Ficha porque quiere a su Sevilla en lo más alto y cada movimiento que hace, cada compra o venta que lleva a cabo solo tiene como objetivo reforzar, de verdad, al club de su vida. Dudo que en el Valencia CF haya nadie así dirigiendo el fútbol, los almuerzos, las pistas de pádel o el tráfico. Muy al contrario, viven del club, muy gustosamente, pero no para el club: no les mueve la pasión por este equipo, ni su amor por él. Les daría lo mismo estar dirigiendo deportivamente a este club como estar al frente de la gestión de una granja de cerdos si se cobrara lo mismo y permitiese las mismas actitudes y acciones.  Ver a Monchi decir esto me emociona y me crea envidia (ni sana ni no sana), porque yo no puedo decir lo mismo de esos señores que pavonean el estar al frente del Valencia CF demostrando cero implicación en nada y sí muchas lagunas y dudas. No sé hasta qué punto Mestalla acepta o rechaza todo esto, pero en otro tiempo más de uno hubiese necesitado entrar y salir del campo en horas diferentes a las del juego. Hemos aprendido que la violencia no es nunca ningún camino y eso es algo que cabe celebrar. Otra cosa es aprobar o dar como bueno este fandango de dirección deportiva que, un año más, ha vuelto a dejar una plantilla a medio hacer, descompensada, con muchas lagunas y que solo puede presentar un once titular competitivo y poco más. No es que deba pasar nada (que no debería) sino que me llama la atención cómo se sigue permitiendo la permanencia de señores cuyos resultados son nefastos (recordemos que, por ejemplo, Murthy es el peor presidente de la historia por números y Corona es un fiasco en todo). Es aquí cuando echo de menos ese “el Valencia es mi vida” al estilo Monchi, porque estos cobran un sueldazo sin mejorar ni un día a este club, por lo tanto, podrían decir, sin problema alguno: “el Valencia me arregla la vida”. Un lema que todo el equipo de Lim podría tatuarse en la frente, porque es lo que les mueve.

Mientras Mestalla lo permita, tendremos a quien nos haga callar, a quien se mofe de nosotros, a quien se esconda para reforzar al equipo, a quien se jacte de su poder, a quien se ve dueño y señor de nuestras emociones y a quien, sin pudor alguno, deshaga proyectos deportivos movido por celos o complejos de inferioridad. Mientras Mestalla lo permita, vendrán los rivales aquí a tocarnos la cara. Y mientras Mestalla lo permita, seguiremos aceptando la llegada de jugadores de baja aportación futbolística en muchos casos y la deriva por la mitad de la tabla: porque todo esto no es solo cuestión del técnico y de la plantilla, sino que implica a todos y aquí, quienes más somos, quienes más fuerza tenemos, quienes realmente pueden elegir qué quieren ser, aunque cueste sudor y sangre (metafóricamente, por supuesto), es Mestalla y lo que significa. Ahora mismo, solo es el proyecto visible de una demolición anunciada.

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