opinión

Mestalla y el estadio del Lille

24/10/2019 - 

VALÈNCIA. A colación de la visita al estadio del Lille, Rainer Bonhof (no el exfutbolista, el usuario @rainerbonhof) encendía uno de esos debates estratégicos que, más pendientes del oleaje, pasan desapercibidos en el mar de fondo: 

Una opinión personal con ánimo constructivo: Lille, estadio de 50.000 localidades en una ciudad de 230.000 habitantes. Valencia tiene casi 800.000 y al Nou Mestalla le quitan aforo en cada proyecto, y el Lille OSC no tiene el peso ni la masa social del Valencia CF. Está claro que lo importante es arreglar el problema de un campo mal planificado en todo desde el principio. Pero, ¿en serio el club no merece algo más? La excusa de que al Mestalla actual no van más de 40.000 es pobre con mejores condiciones y un proyecto decente y competitivo irían 60.000 en muchos partidos. Y más con la fidelidad demostrada siempre por el valencianismo. El ejemplo del Lille me parece bueno, a veces hay que pensar en grande para crecer, con cabeza pero sin complejos”. 

El componente de reinvención, el qué queremos ser de mayores, invita a una de esas grandes sentadas que, cuando hubo que hacerla, fue imposible por los efluvios de un desvarío: el latido faraónico de una sociedad en busca del más grande todavía. 

Precisamente por eso parto del prejuicio. Quedémonos como estamos. Compactar una afición y un estadio a la medida de lo que ya conocemos. Estratégicamente incluso parece saludable para la marca proyectar la sensación de estadio al límite. Enardecer la aspiracionalidad de la demanda. 

Y en cambio, la duda. Como veneno dispuesto a intoxicarnos de lleno. Y si… ¿y si el hipotético cambio de estadio fuera la buena ocasión para alcanzar una masa social más grande?, ¿y si las previsiones a la baja en la capacidad son la respuesta a una coyuntura de flaqueza pero resultan una condena a largo plazo? Ahora nos dirigimos hacia una ironía: cambiar de estadio para quedarnos en el mismo sitio. 

Necesitamos datos. ¿Cuánta gente querría ir habitualmente a Mestalla?, ¿qué necesita?, ¿por qué la que quiere ir no va cuando puede? Con un área metropolitana de un millón y medio de habitantes, ¿qué gajo de toda ella es proclive a ir a ver los partidos del Valencia?, ¿qué tanto de esa población está interesada en ver fútbol y de ese tanto qué porcentaje tiene simpatía por el club?

El debate se acaba, se desvirtúa, cuando el argumentario tiende a las acusaciones por mediocridad, por mirar en pequeño o por justo lo contrario. Más bien es una apasionante apertura hacia la reflexión común que, por supuesto, todos los sucesivos proyectos de Nou Mestalla no han tenido a bien abordar. Un proceso unilateral que ha desaprovechado una buenísima ocasión para, precisamente, inocular entre una audiencia nueva el interés por ir a Mestalla. 

Aprovechar el cambio para crecer o dedicar esfuerzos para consolidar la masa, sin bordear el peligro de un estadio por llenar. Me inclino por lo segundo, me excita lo primero.

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