VALÈNCIA. Si todavía existe una mínima opción de permanencia es porque en el equipo está José Luís Morales. Cuesta olvidar la imagen del Comandante roto de dolor tras otra derrota cruel y eso que ya han pasado unos cuantos días. Sus lágrimas fueron las de todo el levantinismo y el reflejo del sentimiento granota más auténtico. El respeto que se ha ganado es incuestionable y el jueves fueron muchísimos los que sintieron el disgusto del capitán y no solamente un Ciutat que se volcó con su leyenda desde el mismo momento que falló el penalti. La afición, de inmediato, no quiso que decayera lo más mínimo. Referencia y emblema, Morales es el corazón de un Levante que, salvo un milagro que cada vez tiene tintes más épicos, morirá en la orilla. Un adiós con dignidad. Me cuesta creer que este equipo, el del Wanda en adelante y también con sus borrones, esté abocado al descenso. Miro atrás y lo comprendo, y además sería merecido, por el peaje, los errores y las decisiones incomprensibles con responsables dentro y fuera del campo. Este final de temporada con orgullo, entrega, actitud y compromiso no debe reducir ni un milímetro la tan reclamada regeneración, con un mogollón de decisiones necesarias.
Quedan cinco jornadas (Valencia, Real Sociedad, Real Madrid, Alavés y Rayo Vallecano) y seguro que el vestuario defenderá el escudo a fuego hasta que las matemáticas digan lo contrario. Con Morales al frente está garantizado. Lo he dicho muchas veces y no me cansaré de repetirlo: siempre en mi equipo pase lo que pase. En las buenas y en las malas todavía más. No recordaba una unanimidad absoluta en Orriols hacia un futbolista como sucede con el ‘11’. Porque además se lo ha ganado de sobra. Aunque también hay veces que temo que no se sepa cerrar el ciclo del Comandante como toca cuando llegue ese momento como ha sucedido en otros casos. Sigamos disfrutando de un jugador eterno, el que mejor representa el espíritu rebelde del Levante más reconocible y al que le faltará Liga para revertir un desenlace que parece escrito porque este mismo equipo no consiguió su primera victoria hasta la vigésima jornada. Una travesía plagada de deméritos y un sinfín de factores que han atropellado el panorama, convirtiendo la temporada en desesperante, con tintes dramáticos como en las últimas derrotas en casa ante Barcelona y Sevilla, ambas con sendos dolorosos penaltis desaprovechados.
Tardaremos muchísimo tiempo en contar con otro futbolista con un grado de pertenencia e identificación similar al de Morales. Un futbolista icónico que traspasa fronteras. Reconocido y admirado. ADN cien por cien granota que no se ve con otra camiseta que no sea la de su Levante. Que nunca se ha bajado del tren por mucho que ha podido subirse a otros en varias ocasiones. Ni creo que lo haga ahora, aunque quede libre de contrato en caso de descenso. Pero no a cualquier precio. Igualmente estoy convencido de que, por su levantinismo y ese sentimiento de responsabilidad de recuperar el terreno perdido si se cae al precipicio, jugaría hasta gratis en Segunda.
Es evidente que su futuro va mucho más allá de categorías y debería imperar lo de la justicia poética que tantas veces se echa de menos en el fútbol. Ha dado tanto por esta institución que sería incomprensible no corresponder su grandeza a un estatus de actor principal en el siguiente proyecto. Insisto en que no lo veo con otro escudo en el pecho. No entendería que no se hiciera todo lo posible para emprender la reconstrucción con él. Porque no es un futbolista cualquiera. Porque Morales es el Levante. Además, su rendimiento a tres meses de cumplir 35 años no admite duda y sigue marcando la diferencia, sobre todo cuando el camino se enreda y hay que bajar al barro. Porque jamás tira la toalla. Está claro que esto es una cuestión de dos. El deseo del jugador es un secreto a voces como lo ha reconocido una y otra vez, pero el cariño debe ser recíproco. Habrá que ver cómo juega el club sus cartas cuando toque si se consuma la defunción deportiva. El Levante no puede permitirse el lujo de desprenderse de su símbolo más genuino.
Sigo escribiendo estas líneas y no me quito la dichosa instantánea de la cabeza. Por lo que supuso y por quién la sufrió me dolió aún más. Fue el resumen de la temporada de un Levante que no es de Segunda salvo cuando se desenvuelve en área propia y comete tantos horrores impropios del fútbol profesional contra cualquier rival que están lastrando desde el principio de curso. Estoy seguro de que Morales volverá a sonreír pronto y ojalá que sea el sábado en el derbi ante el subcampeón de Copa. Otra final más y con el agravante que supondría que la estocada definitiva nos la acabara dando el vecino Valencia y se repitieran los lamentables cánticos de ‘A Segunda’ que se escucharon en la primera vuelta. No lo quiero ni pensar, pero la posibilidad existe y la verdad es que no me sorprendería porque está sucediendo de todo y dando la espalda.
O quizás seamos nosotros los que les dejemos matemáticamente sin esa séptima plaza que aún les podría dar acceso a Europa. Siendo realistas, ambos propósitos los veo casi imposibles. Por la cuenta que nos trae, el nuestro hay que pelearlo hasta que no haya vuelta atrás. Lo de ellos me da absolutamente igual. Soy sincero si reconozco que no me apetecía nada hacerles el pasillo y que luego, para colmo, su fiesta fuera completa mandándonos a la División de Plata. Espero que lo segundo no suceda, por fin conquistemos Mestalla y podamos sostenernos a la vida, aunque sea con la yema de los dedos. Solamente vale ganar como viene pasando desde hace unas cuantas jornadas.
Y no hay un futbolista mejor que Morales para acabar con el maleficio. Un factor diferencial en el césped, que ya sabe lo que es marcar en territorio comanche. Y además es un gran tipo que nunca niega una foto a nadie como sucedió en Sevilla, en las horas previas de la final de Copa que fue a ver en directo, y además escuchando a muchos blanquinegros que le cantaban que se fuera al Valencia. Es un lujazo que el capitán del Levante reciba este cariño unánime allá por donde vaya. No le demos más vueltas. Es tan sencillo como que no tiene un detalle feo. Educación. Elegancia. No comprendo que pueda sentir mal que se fotografíe con un valencianista, por lo de ser el rival de la ciudad y a las puertas de verse las caras en feudo enemigo, cuando ha demostrado una y otra vez ese ‘Orgull Granota’ del que muchos deberían empaparse. Cuidemos a nuestro MVP. No lo perdamos. Siento que será un verano largo y habrá unos cuantos capítulos sobre el futuro del ‘11’. Cabreos y disgustos. Antes, y como el propio protagonista ha repetido una y otra vez, a pelear hasta el final, aunque la distancia con la salvación (a seis puntos del Cádiz más el golaveraje faltando 15) se antoja prácticamente insalvable