VALÈNCIA. El peculiar blindaje de Pepelu supuso un chute de energía para el levantinismo, que vive en una montaña rusa de emociones con cada decisión que se toma. De la decepción o la incertidumbre (por ser más suave) a la ilusión y viceversa… y a una velocidad inimaginable. Una locura. Desafortunadamente, ahora hay más sombras que luces. Hay más discrepancias que detalles a los que aferrarse y coger impulso. El último, la elección del nuevo entrenador. Basta con leer las respuestas al tuit oficial del club (un domingo y en la hora de la siesta) para conocer la opinión de un porcentaje amplio de granotas.
A Mehdi Nafti le voy a dar el beneficio de la duda. Lo más justo es valorarlo cuando tome las riendas y el balón eche a rodar. Es pronto, pero eso no impide para evaluar cómo se ha producido su desembarco, por esas semanas que han transcurrido con esa vacante, sufriendo varias calabazas de los que estaban por delante en la lista de preferidos y, para colmo, sin saber gestionar la salida de un profesional que ha dejado huella como Alessio en sus diez años de compromiso absoluto. Es gravísimo que Felipe dijera en la puesta de largo del preparador franco-tunecino que Alessio debía seguir con su formación para tener más bagaje. Un comentario desafortunadísimo. Una falta de respeto. Es que además no creo que Nafti tenga la entidad suficiente para eclipsar de esa manera al italiano. Al final es la decisión de Miñambres y hay que mirar al frente, pero lo que no concibo es que se desprestigie a un técnico que se ha dejado la vida por el Levante.
Hay varios factores que de partida juegan en contra del nuevo míster y contra los que tendrá que luchar para cambiar el guión: ni ilusiona ni encaja en el perfil de entrenador con experiencia en la categoría que se radiografiaba. Es normal que reine la duda entre el granota militante de si ha sido un fichaje por convencimiento de la dirección deportiva o era el único que ha dicho que sí al proyecto deportivo y económico. Su hoja de servicios en la División de Plata demuestra que la apuesta es arriesgada: fue destituido con el Lugo en la temporada 2020/21, con un balance de siete victorias, nueve empates y seis derrotas. Y desde el pasado 31 de octubre hasta el 5 de junio que decidieron deshacer sus caminos, asumió el banquillo del Leganés y le cambió la cara al conjunto pepinero, que era carne de descenso a Primera RFEF, hasta conseguir la permanencia.
¿Que esperábamos a un técnico más contrastado? Pues sí, pero creo que no es el momento de poner palos en las ruedas. Me gustó de su discurso que dejara claro que el objetivo es el ascenso, pero que hay que ser humildes y competir como un equipo de Segunda. Esta categoría no entiende de egos ni de favoritismos. Que se lo digan al Eibar, que no logró el ascenso directo con 80 puntos y cayó en la semifinal del ‘play-off’ ante el Girona, con la vuelta en casa y después de haber ganado en Montilivi.
Nafti y Pepelu generan reacciones opuestas entre los que más sufren. Me quedo con la bocanada de aire fresco del ‘8’ en una realidad plagada de inestabilidad e interrogantes. He visto crecer a Pepe, me he indignado (como muchos) cuando ha tenido que emigrar para sentirse valorado y disfrutar del fútbol, con sus cesiones al Hércules y, sobre todo, las de Portugal en el Tondela y Vitória de Guimarães. He disfrutado con su irrupción y ahora me alegro un montón de que por fin tenga la posibilidad de escribir su historia en su casa, con su escudo y a las órdenes de Nafti.
La renovación de Pepelu es el triunfo, sobre todo, de una afición que demostró desde que la joya de Denia pidió pista que se lo juega todo al ‘8’, gracias además a la confianza que le brindó Alessio. El ‘Pepelu, quédate’ supuso un impacto emocional tremendo en un futbolista que se siente identificado con estos colores, llevando la bandera de un milagro que no se pudo producir, pese a que hasta ese momento de plenitud le habían dado muchos motivos para asumir que este no era su sitio. Menospreciado durante años, demostrando fuera de su hogar que merecía por lo menos la oportunidad de equivocarse, con el equipo en Segunda y con opciones de futuro más firmes, qué fácil y lógico hubiera sido que hiciera las maletas y no le hubiéramos reprochado absolutamente nada. Nos hubiera fastidiado y también le hubiéramos entendido. Pero el Levante no podía permitirse que se marchara otro futbolista imprescindible para la conexión entre el césped y la grada.
Lo de los 10 años es impactante, pero hay mucha letra pequeña para encontrar una explicación a ese 2032 de su nueva vinculación. Hay cláusulas en el acuerdo que podrían cambiar el rumbo del destino de un Pepelu que había sido tentado por equipos de España que le permitían seguir en Primera (uno de los que más fuerza hizo fue el Celta de Vigo), Inglaterra, Bélgica… y además desechó una oferta muy apetecible de Catar. Sin embargo, aunque existen bastantes peculiaridades, y es totalmente normal porque con 23 años no puede atarse de por vida, el deseo primordial de ambas partes es unánime: que el ‘8’ sea uno de los protagonistas del regreso inmediato a Primera y que a partir de ahí siga creciendo. Ha firmado una propuesta económicamente potente, con un estatus de piedra filosofal en la reconstrucción para, a la vez, subsanar el efecto devastador en el corazón granota que ha ocasionado la marcha de Morales.
Con su renovación se empezaron a curar heridas. Claro que puede ser uno de los pilares más sólidos para edificar el futuro. El Ciutat lo adora y él se siente en deuda por el desastre deportivo de la pasada temporada. Su continuidad va acorde con el protagonismo que se ha ganado y el que desde ahora tendrá mucho más. Me encantaría que no lo sobreexpongamos. Calma por favor. No olvidemos que hace menos de un año tenía pie y medio fuera. La de Pepelu es una victoria labrada a base de sentimiento, fidelidad, trabajo, prudencia, inteligencia, paciencia y esa necesaria capacidad para saber manejar los tiempos y construir su relato.
Entiendo a los que creen que esta ‘fumata blanca’ por el talento de Denia haya sido una apuesta desesperada del club para ganar crédito tras el fiasco de una temporada repleta de suspensos. Sí, hay que dar tiempo, pero se ha metido tanto la pata que no hay margen de error. Por supuesto que la continuidad de Pepelu ilusiona. Todos han ganado y ya era hora. Es de las pocas alegrías que en estos momentos podemos echarnos a la mochila.
Con Nafti, Pepelu, los que se queden porque crean en el proyecto y los que vengan, habrá que afrontar una temporada exigente, con un objetivo claro, aunque Felipe Miñambres se deprima con solamente pensarlo. Es esencial tener clarísimo que esto no va a ser como el ascenso dictatorial con Muñiz, porque esa fue una gesta que es casi imposible que se vuelva a repetir. Que el Levante vaya a estar en las quinielas de casi todo el mundo para recuperar su sitio en la élite no es garantía de nada.
Es necesario tener las ideas muy claras. Que haya un modelo definido, convincente, que atrape y que esté lo menos encorsetado posible al boquete económico. Que por fin pase el 30 de junio para comprobar cómo queda el marrón de los 10,4 millones de euros y superar ese escollo de la mejor forma…veremos si todavía con De Frutos y Bardhi. Y luego, a la hora de emprender la ‘operación entrada’, estoy seguro de que el Levante, por su condición de rival a batir, será un reclamo para un montón de jugadores. Que los movimientos sean por convencimiento, que ojalá sean las primeras opciones y que no se vaya a la guerra con pistolitas de agua. Por mucho escudo no se puede racanear.