VALÈNCIA. "Hay que valorar lo logrado", rezaban las redes sociales de Javi Calleja una vez conseguido el punto in extremis en Butarque. También dijo que, en pocas palabras, el Levante había cuajado uno de los peores partidos con él al timón. En realidad, no sé ustedes, pero yo le he visto al equipo puestas en escena aún más sangrantes... y ya estaba Calleja en el banquillo. No me malinterpreten, no es un 'palo' al míster, porque les diré también que en esos partidos que yo considero peores -el de Eibar en el Ciutat, por ejemplo- lo más triste que nos encontramos siempre fue un punto. Les quiero decir: no perder está infravalorado. En eso estoy de acuerdo con el míster. Para volver a ilusionarnos con un Levante que se tire 15 partidos consecutivos sin caer, en Primera o en Segunda, va a tener que pasar mucho tiempo. Ni aquel último equipo arrasador de Muñiz lo logró.
El caso es que este récord es peligroso. Si no se alimenta de victorias, expone al Levante y le aleja de las plazas de ascenso directo. Y en el Ciutat nadie quiere pensar -lógico- en unos playoffs, más cuando un gigantesco porcentaje de la estrategia global del club pasa por jugar en Primera la próxima temporada. De los tres 'grandes' de la categoría -llamémosles así, porque son los que marcan el paso-, el Levante es ahora el que peor dinámica enlaza: el Eibar hoy va como un tiro (13 de los últimos 15), Las Palmas ha hecho 10 y el Levante, 9. Más allá de los vascos, que tampoco pueden encantarse porque los baches de la Segunda División les bajarán de nuevo de la nube, los granotas no andan lejos, pero empiezan a contar desde hace mucho los partidos por finales. Entre otras cosas porque cada vez que se desnuda la posibilidad de dar caza al segundo, o ganan todos, o el que no lo hace es el propio Levante.
¿Lo positivo? Que precisamente esos vaivenes que propone siempre la categoría de plata no parecen afectar a los de Calleja. No vimos un buen partido en Leganés, desde luego -preocupante, más que cualquier otro punto, el carrusel de deslices en defensa que parecían haber desaparecido-, pero este Levante casi siempre se guarda una carta. Igual que me parece reseñable el riesgo de ir engordando las cifras de récord sin tirunfos permanentes, también les digo que aquello de "jugar mal y ganar" -empatar en este caso- es un síntoma de grandeza. El equipo se sabe tremendamente maduro, sabe ganar a las buenas y no sucumbir a las malas, pero si nos ponemos así... prefiero no jugar con fuego. Porque el rival también juega y el Levante jugó poco en Butarque.