VALÈNCIA. Quizá aquello de no tener director deportivo tenga algo que ver. Puede ser. El caso es que nadie quiere ir a parar a Orriols. El Levante lleva un mes peinando el mercado con una dirección deportiva improvisada, con un parche a la espera de la figura –o las, en plural- de primer nivel que formen una regenerada Área Deportiva tras la salida en masa de Manolo Salvador, David Navarro y Manu Fajardo. Y, de momento, ni el cuerpo técnico con poderes, ni José Luis Sancho, ni Juan Luis Mora, ni el presidente, ni “el club” –como el propio Quico Catalán definió a ese ente que decidiría sobre el próximo entrenador tras el cese de Pereira- han sido capaces de convencer a nadie para que se ponga la granota y arrime el hombro. Ni para que venga ni, por cierto, para que salga. Aunque en eso la anterior dirección deportiva también topó con piedra.
La de invierno es siempre una ventana de traspasos especialmente complicada. Los clubes son reticentes a soltar piezas de rotación de no ser por declaración de rebeldía –véase el caso Wass-, los jugadores evitan en ocasiones salir si el pretendiente no es del agrado –pase a la página de Vallejo-, y cobra una importancia muy particular la búsqueda de oportunidades de mercado para llenar los huecos que deja la primera parte del campeonato. Eso y el poder de convicción que tiene la llamada de un director deportivo de enjundia para vender un proyecto por mucho que parezca estar a la deriva. Y el Levante hoy solo tiene la deriva.
Alessio Lisci fue, como siempre, sincero cuando admitió que, quizá, algunos jugadores estén rehusando llegar al Ciutat por la situación deportiva del equipo. Y es que, seamos tan sinceros como el entrenador: decir que el rumbo granota es muy difícil de voltear es quedarse corto. No es imposible por matemáticas, pero está cerca de lo irrealizable por sensaciones. Adornar el proyecto del Levante para que un jugador con más ofertas en su tablero se termine decantando estaría en chino hasta para el más avispado de los agentes. También fue franco el italiano cuando habló de que quería mejorar su plantilla y, si eso no era posible, el club no iba a "fichar por fichar". Pero, al fin y al cabo, es de Perogrullo. Sería un error de 'nivel Meriton Holdings' firmar a cualquier futbolista para salvarse de la quema. El drama real es que para reforzar al equipo está siendo necesario esperar hasta los últimos días... y ya veremos.
Adentrarse en un mercado tan importante para el Levante sin el elemento crucial era una temeridad. Pase lo que pase de aquí al lunes lo habrá sido. La distinción que hizo el presidente entre firmar un director deportivo que diseñe un equipo de Primera División o uno de Segunda no parece ser un argumento del todo sostenible -¿no puede esa figura tratar de salvar el barco y luego planear un proyecto para reflotarlo?-, a no ser que, igual que los no-fichajes, prefiera esquivar el lodazal. Y el tiempo sigue corriendo: hay renovaciones que afrontar, jugadores del propio club que también necesitan que alguien les convenza, más todavía si ha de ser para devolver a su Levante a la élite en caso de que se consume el descenso. Aún con todos los problemas que tiene en la mochila, el club puede venderse bien. Queda chicha para persuadir a los que no quieren venir. Pero claro, quizá aquello de no tener director deportivo tenga algo que ver en todo esto. Puede ser.