VALÈNCIA. Dentro de ese gigantesco contenedor de taritas que llevo de serie y me gusta abrir de vez en cuando (lo llamaremos ‘Cosas Que No Os Importan Pero Me Da Igual’, en homenaje a un buen amigo tuitero), les comento a ustedes lo siguiente: tengo insomnio.
Duermo poco. Así, en general. Desde que era bien pequeño. Pero, claro, la cosa se fue haciendo más pronunciada conforme la vida de autónomo y unos horarios 'matapersonas' fueron convirtiéndose en amos y señores de mi reloj biológico. Pura productividad: a partir de la medianoche, mi cerebro y mis dedos sobre el teclado se movían de forma endemoniada. El tema adquiría tintes preocupantes las noches en las que me tocaba retransmitir algún partido por la radio, fuese como inalámbrico en el campo o como director desde el estudio.
Con los años, descubrí que no era un fenómeno singular. Que a muchos compañeros en los medios les pasaba algo parecido y tardaban en dormirse. Y que también muchos futbolistas estaban aquejados del mismo problema: tras un partido nocturno, dificultad para conciliar el sueño hubiesen ganado, empatado o perdido. Según algún especialista consultado, este inconveniente está relacionado con cuestiones como la actividad cerebral, la actividad deportiva intensa, la adrenalina y varios aspectos más que te hacen regresar a tu casa, aunque estés destruido a nivel físico, con el ‘coco’ funcionando a doscientos por hora. A ver quién es el guapo que le para los pies sin recurrir a fármacos.
Y… en esas estamos, mientras el reloj marca las tres de la madrugada y dos minutos. Escribiendo esta columna tras la enésima estampada en Mestalla este año ante un rival muy inferior en plantilla y presupuesto (UD Almería), en una noche de ambiente gélido y grada todavía más gélida, con un equipo al que ves sufrir una barbaridad para adelantarse en el marcador y luego regala goles absurdos para conceder un nuevo empate como local.
El Camp de Mestalla sigue siendo el chollo del año, un estadio ubicado permanentemente en la sección de Oportunidades de cualquier gran superficie que los rivales visitan encantados ante la posibilidad de llevarse para casa algo positivo. Para alguien que ha visto y visitado ese recinto los últimos 25 años con cierta asiduidad, la pena no podría ser más profunda.
En los noventa, aquel Mestalla invernal del ambiente cargado y neblina propia del VHS era feísimo por fuera, puro hormigón gris, pero desprendía carisma: por dentro latía como el corazón de un titán para empujar al equipo cuando venían mal dadas. El actual ha recibido un ‘lifting’ bien apañado y colorido en la última década, pero ha permitido que su alma se desvanezca poco a poco, golpe a golpe, decepción a decepción, una resignación detrás de otra.
“Caray Paco, siempre estás mirando hacia atrás”. Sí, soy. La nostalgia puede ser muy poderosa en las manos correctas, como afirmaba Neel Mukherjee. Es inevitable; no podría sacarme de la manga un podcast semanal sobre cultura de club (Veus Fé-Cé) sin la nostalgia como motor de ideas y ‘gancho’ de protagonistas. Además, estoy cansado de que se vilipendie el mirar atrás como algo negativo: echar la vista al pasado ayuda a comprender, por ejemplo, la verdadera dimensión del empequeñecimiento a la carrera padecido por el Valencia CF Sociedad Anónima Deportiva. Visto con ojos neutros, la involución es patente y evidente; si te pones las gafas de la nostalgia, la reducción pasa a ser escandalosa e inadmisible.
Las tres y cuarto. Seguramente Gattuso tampoco esté teniendo una buena noche hoy. De verdad, y lo digo sin conocerle de nada, a veces dan ganas de darle un abrazo y decirle que aguante, que no se venga abajo, porque la trituradora lleva ya semanas despedazando en silencio su actitud y su espíritu. Se le ve hastiado, cansado, impotente de trabajar por un estilo que no puede implantar con éxito porque no tiene las herramientas adecuadas. Y más impotente de saber que esas herramientas nunca llegarán del todo; sólo podemos esperar parches y fichajes ya en los últimos días de mercado, cuando deberían estar aquí desde el 1 de enero. Sus ruedas de prensa cada vez más lacónicas no pueden esconder una bordalización o 'javigraciación' a la carrera de su figura.
Casi sin darnos cuenta, aquí estamos de nuevo. Pendientes de la Copa, con la visita del Athletic a Mestalla como esa fecha marcada en rojo para afición y futbolistas, porque son esas noches las que provocan la transmutación del equipo en algo aunque sea remotamente similar a aquella escuadra poderosa y autoritaria que enamoraba a la hinchada. Y luego, el frío del Nuevo José Zorrilla con un Valladolid herido y que añade muescas a su revólver de la desesperación tras cada derrota.
De nuevo, la cabeza va a mil por hora. Como el meme de Alan contando cartas en ‘Resacón en Las Vegas’. “Pasar a semis de Copa daría un impulso ante el Valladolid. Y una victoria en Pucela alejaría a los fantasmas, rearmaría al equipo, ayudaría a creer en una hazaña cuatro días después en el Bernabéu”. El escenario optimista. Me sale una sonrisa; después de todo, este equipo es capaz de sorprender en las condiciones más adversas.
Las tres y media. El ‘coco’ sigue dando vueltas y vueltas. “Pero… ¿y si no reaccionas? ¿Y si te la pegas el jueves?” Una eliminación en Copa, en función de la forma de caer, podría suponer el enésimo guantazo traumático a una plantilla demasiado tierna, demasiado bisoña, demasiado inexperta, con predilección por tomar decisiones equivocadas dentro del césped porque la vida deportiva todavía no les ha dado las ‘collejas’ que su entrenador tan bien utiliza. Un mazazo que podría prolongarse en Valladolid. Y luego espera un Real Madrid que lucha por el liderato y que no regalará absolutamente nada.
Entonces te golpea. Ojos como platos. El insomnio es absoluto.
Porque existe la posibilidad real de que el Valencia se plante a finales de enero sin objetivos positivos que perseguir en los siguientes cuatro meses. Temporada liquidada. Cero premio al final del trayecto.
Y, ‘ojocuidao’, una lucha por evitar el hoyo que cada vez involucra a más y más equipos, todos ellos mucho más acostumbrados al barro que los jóvenes muchachos de Gattuso.
Y todavía pretenderán ustedes que pegue ojo.