13 DE NOVIEMBRE / OPINIÓN

Estoy cabreado… se me pasará

26/01/2021 - 

“La Liga es la vida. La Copa es un reto que ilusiona. No elijo ni me hagáis elegir. Lo quiero todo. Nada de medias tintas. Hay mimbres para no bajar el pistón. Actitud, compromiso, exigencia y a por ambos retos. Son días para ilusionarse. Hacedlo posible Levante”. Antes de la primera de las dos batallas en menos de una semana contra el Valladolid escribía estas líneas en mi perfil de Twitter después de no entender que se generara el interrogante de priorizar una competición sobre la otra al repetirse el cara a cara en poco tiempo, aunque en campo contrario. Ni un atisbo de debate. Me mosquea cualquier amago de mínimos, el conformismo, la autocomplacencia, el ‘esto es lo que hay’, la relajación y los riesgos innecesarios. Un poco de todo (o un mucho según el grado de crítica) que ante gaditanos y pucelanos se tradujo en una doble oportunidad desaprovechada. Me fastidia sobremanera que se haya esfumado la posibilidad de haber dado ese golpe de efecto deportivo y emocional que se le reclama al equipo porque lo puede dar.

Hoy hay Copa del Rey y ni el pasaporte a cuartos de final me hará olvidar la sensación de haber perdido un par de puntos en los dos últimos 2-2 de martes a viernes. Un frenazo para dar el estirón. Necesito un poco más de tiempo; se me pasará pronto. Sé lo complicado que es ganar en Primera e incluso puedo llegar a aceptar toda la sucesión de tópicos que se utilizan como paracaídas para amortiguar (antes y después) un golpetazo: que los partidos son igualados, que el nivel es muy parejo, que hay bajas importantes. Pero eso no quita para que me encienda cuando compruebo que esos dos puntos pudieron ser los seis. Que cuatro se fueron por la borda y con ellos el salto clasificatorio hubiera sido tremendo.

Esta decepción demasiado extendida tiene una lectura positiva. La exigencia es sinónimo de crecimiento. Porque este equipo, que ha demostrado que es capaz de más, ni lo ha sido ni lo será de brazos caídos y debe ser consciente de que si no mantiene la concentración de principio a fin le pinta la cara cualquiera. Que con muy poquito le hacen mucho daño y esa deficiencia no es una cuestión actual, es habitual y corta cualquier posibilidad de ser más regular en los resultados. Que suena a misión imposible dejar la portería a cero. Solamente se ha producido una vez (en el 3-0 al Getafe) en los 19 encuentros disputados. Que el Levante es uno de los equipos que más tantos ha encajado de estrategia (6). Las dinámicas positivas esconden las carencias y se agudizan cuando los resultados dan la espalda. Ni en las buenas ni en las malas desaparecen y hay que tenerlas presentes siempre.

Siento que el ‘efecto Ciutat’ y esas cuatro victorias consecutivas no solamente han sido un necesario balón de oxígeno sino que también han generado una relajación que es contraproducente, que no es buena compañera de viaje y suele costar malas pasadas. Es una sensación que me transmite el equipo, peligrosa… y no me gusta. Quizás es una tranquilidad mal entendida por mi parte o peor gestionada por los jugadores (el error de Malsa es gravísimo y ya habrá tiempo para escribir otro #13denoviembre sobre él) y desde el banquillo (a lo mejor me falta información para comprender el cambio de Roger en Cádiz después de su doblete). Son 10 partidos (tres antes de la pandemia y siete tras la reforma), sin perder en el feudo de Orriols (seis victorias y cuatro empates), que contrasta con las nueve salidas seguidas (cuatro igualadas y cinco derrotas) sin sumar de tres, desde el 1-3 en Pamplona. La eterna bipolaridad. La montaña rusa.

De milagro (o mejor dicho por la fe de un Roger que jamás tira la toalla), la solvencia de anfitrión estuvo a punto de evaporarse ante un Valladolid que supo, en la figura de un viejo conocido como Sergio González, frenar las vías de fútbol granota en los costados, sin dejar espacios e imprimiendo ese plus de intensidad para esconder su arsenal de bajas (11) y encontrar su momento para puntuar. Y acarició el premio completo. Un aviso a tener en cuenta para hoy. A veces una derrota es necesaria para mostrar las vergüenzas que un triunfo esconde. No sé si es una cuestión de actitud, concentración, relajación, intensidad, de ser más humildes, una combinación de todo o no tengo ni puñetera idea del motivo. Lo que es indudable es que de nada sirve exponer públicamente, antes de pisar el verde, que el equipo tiene esas virtudes si luego flaquea en cualquiera, aunque sea en cinco minutos como el viernes, con el consiguiente peaje de los dos goles encajados tras haber deshecho la telaraña blanquivioleta y adelantarte en el marcador.

No hay que jugar con fuego porque el riesgo a quemarte existe. Ahora, con la Copa de inmediato (y el turno para los Coke, Toño, Postigo, Son, Bardhi, Melero, Rochina o Sergio León) y la visita al Real Madrid como próximo reto liguero (sábado 30, a las 16:15 horas), hay un colchón de cinco puntos con el tercero por la cola (23 por los 18 del Deportivo Alavés). No me gusta mirar a la zona roja porque sigo pensando que hay mucho más que lo que la clasificación marca, pero hasta no dar ese paso adelante no queda otra. Es contradictorio porque de puertas para fuera, si lees o escuchas comentarios del día a día de otros equipos de la teórica ‘misma Liga’, al Levante no lo colocan entre los candidatos a sufrir. Por algo será. Esos elogios gustan, pero no son garantía de éxito.

Porque por mucho que el Levante sea el tercer 'Fair Play' más bajo de la competición, otros colegas de profesión de Paco pagarían por tener a un inagotable Roger, el tercer máximo realizador nacional (con los mismos 8 tantos que Oyarzabal), solamente superado por Gerard Moreno (10) y Iago Aspas (9), y que forma una de las parejas más realizadoras de LaLiga junto a Morales (7). O a uno de los mayores asistentes del curso 20/21 como De Frutos, que ya lleva cinco regalos de gol, cuatro en las últimas cinco jornadas. La última genialidad, que mandó a la red Dani Gómez, el otro mirlo blanco, costó cara. Una “lesión muscular leve en los isquiotibiales del muslo izquierdo” que ojalá se quede en el menor tiempo posible porque estaba atravesando su momento más dulce.

Y a ese tridente que acapara elogios merecidísimos añadiría a un Carlos Clerc que es constante en el esfuerzo, con llegada, asociándose en ataque y que ha crecido en concentración en la faceta defensiva. No es casualidad que sea el futbolista más utilizado por el míster con 1536 minutos, participando en 18 de los 19 partidos (fue suplente en la derrota en el Pizjuán) y en 17 como titular (disputó los últimos seis minutos y la prolongación del 1-1 ante el Celta en La Cerámica). No necesito el Big Data para tener clarísimo que es uno de los laterales zurdos que más está cautivando y ante la obligación de vender (y el mazazo de la lesión de Campaña por el impacto económico) apuntadlo a la lista porque novias tendrá seguro.

Y mientras tanto, Morales sigue sin renovar y sumando más registros históricos. Ante el Real Valladolid alcanzó los 200 partidos en Primera con el Levante (252 oficiales uniendo los de Copa y Segunda División). Solamente se ha perdido nueve en sus seis temporadas en la élite nacional y ha participado en los últimos 82 de Liga. Para encontrar la última vez sin él hay que remontarse al 24 de noviembre de 2018 en Huesca (2-2). No solamente es el primero en llegar al bicentenario en la máxima categoría sino que todavía habrá que esperar para que otro se sume a la lista. Roger, el tercero en esta clasificación con 134 y renovado hasta 2024, debería ser el siguiente. Antes apunta a Juanfran García, que cerró su ciclo en 153. El Comandante y el Pistolero son oro puro. Lucha y compromiso. Entrega y pasión. Un lujazo en ataque. De lo mejor de la historia del club. ¿Cómo hubiera reaccionado un Ciutat con espectadores en el momento que Quico Catalán le entregó a Morales la placa por sus 200? No hace falta responder. Creo que todos lo sabemos.