VALÈNCIA. Hoy se cierra la decimosexta jornada de Liga en la Primera División con dos buenos partidos, especialmente el derbi vasco por todo lo que representa. Cada vez que hay fútbol durante el último día del año recuerdo aquel Villarreal-Valencia en el todavía llamado estadio de El Madrigal en el que, con un golazo de falta directa, Bruno hizo que los valencianistas no nos tomáramos del todo a gusto las uvas -¡Y entonces nos quejábamos!- El de Artana, que pudo ser y no fue blanquinegro, entre otras cosas porque creo que la historia tenía reservado para él un lugar como leyenda del Submarino.
Precisamente para no tener que darle demasiadas vueltas a todo lo que pudo ser y no fue tras tocar el cielo con las manos en la final de Copa de Sevilla y para que esta noche no se nos atraganten demasiado estas extrañas uvas me pongo como objetivo mirar hacia adelante en 2021, ser positivo, ayudar a encontrar las mejores soluciones y confiar en que el destino –este se genera con trabajo- nos depare muchas alegrías. Tantas como decepciones nos ha dejado este malito y pandémico 2020.
Un año al que ayer le pusimos el punto final con el encuentro en el Nuevo Los Cármenes. Sin duda, un escenario de infausto recuerdo y que invitaba a todo, menos al optimismo: allí, meses atrás, se acabaron las opciones de revalidar el mencionado título copero con todos los teóricos grandes ya apeados de las semifinales. Pero me toca predicar con el ejemplo, olvidarme del pasado y centrarme en el presente. Un presente duro de digerir que se ennegrecía todavía más cuando Kennedy celebraba el teórico 1-0. Por suerte, la oscuridad se aclaraba cuando el VAR hacía su trabajo, advertía al colegiado del manotazo de Foulquier a Jason y el mazazo se quedó en un pequeño susto. También para Jaume que, como ante el Sevilla, no estuvo demasiado acertado.
Quien, por el contrario, mejoraba día a día es Guedes. Reconozco que siento debilidad por el portugués y que pese su progresión, Gonçalo sigue a años luz de aquel extremo que destrozaba laterales en su temporada de cesión desde París. Sin embargo, en este Valencia una correcta versión del luso resulta diferencial. Como lo fue en el tanto de Gameiro. Tras conducir sin acierto un contragolpe, se inventó una sutileza con la que habilitaba el centro de Cheryshev sacando a la luz la calidad de un talento que no puede dejarse perder. Y en eso él y su entorno van a tener mucho que decir. Si quiere jugar la Eurocopa, su rendimiento deberá tener continuidad. Y diciembre no había sido un mal comienzo… hasta que se le fue la boca. Injustificable. Actitudes como la de ayer provocan que nunca termine de explotar y contribuyen a acrecentar el agujero en el que ha caído el equipo. Con acciones como esta o la de Jason, es imposible. Con el equipo jugándose la vida es literalmente imposible.
Como imposible parece evitar el sufrimiento en la presente campaña. A menos de un punto por jornada -15 en 16- es difícil no asustarse. Son números de algo que sólo ha ocurrido una vez en 101 años de historia y que no quiero ni nombrar. Vienen torcidas y hay que aprender a convivir con ellas. Si algo puede salir mal, sale mal. Hay que saltar de ese círculo. Y hacerlo ya. No hay tiempo que perder. Olvidar la grandeza de esta entidad y apelar al instinto de supervivencia para sumar 42 en la clasificación. Como sea. Por lo civil o por lo criminal.
El vestuario debe acogerse al sentimiento de Gayà y de Soler, al espíritu de Paulista y de Wass, al hambre de Vallejo, de Yunus… y el club al mercado invernal. Es momento de reforzarse. Con o sin Gracia pero la plantilla necesita caras nuevas, futbolistas que vengan para apretar los dientes desde el primer entrenamiento. Con experiencia en mil batallas. Sin miedo a lo que venga por delante. Ese miedo con el que, por desgracia, hoy daremos despediremos al asqueroso 2020. ¡2021, vente ya!