VALÈNCIA. Escuchaba el otro día una tertulia futbolera en la que, unos sesudos analistas, aseguraban que el modelo futbolístico que el Valencia debía imitar era el de la Real Sociedad o el Villarreal. Sí, la Real ha realizado una magnífica temporada. Pero, ¿y el Villarreal?. Para la inversión que ha hecho el Submarino, aún está por ver. Pero por ahí no van los tiros. Dejemos al margen el debate sobre si la campaña de ambos conjuntos ha sido buena. Prefiero centrar la cuestión en que considero que el Valencia no debe fijarse ni en la Real ni en el Villarreal. No son el espejo en el que mirarse. El modelo que debe copiar el Valencia es el del Valencia. Así de simple. En este caso no hace falta mirar al vecino sino que conviene echar la vista atrás. Repasar la historia centenaria del club. Con imitar lo que se hizo en Mestalla en determinados momentos, tanto cuando se estaba arriba como cuando se estaba abajo, bastaría.
Otra cosa es que Peter Lim quiera. O, mejor dicho, que los actuales gestores deportivos del Valencia decidan empaparse de un poco de nuestro relato y copien a pies juntillas lo que se hizo, por ejemplo, tras el año del descenso a Segunda. Después del mazazo que supuso bajar de categoría, se consiguió subir enseguida y en un par de temporadas quedar clasificado tercero y segundo de la Liga sin echar el resto en fichajes. Con una base de jugadores de la cantera, unidos a varios refuerzos en puestos clave, el Valencia logró convertirse en el conjunto revelación del campeonato. Lo hizo por detrás del Real Madrid de la Quinta del Buitre y del todopoderoso Barça de Johan Cruyff. A éste último, también lo adelantó. Con la gente de la casa y los refuerzos de Bossio, Ciraolo y Lucho Flores, Víctor Espárrago conformó un once que dio mucho que hablar. Eso sí, en la escuela de Paterna había mucho nivel.
El modelo del Valencia siempre ha estado bien definido. El plan ha sido bien claro. El equipo se construía con los pilares muy sólidos desde la defensa. En ese trabajo ayudaban todos como currantes del ladrillo. Y arriba teníamos la guinda. Se llamara Kempes, Mijatovic, Ilie, Piojo López o David Villa. Los privilegiados que disfrutamos de aquellos años lo llamábamos El espíritu de la Recopa, en alusión al título logrado ante el Arsenal en Heysel en 1980. Un gran entrenador, Di Stéfano, y un auténtico bloque cuya punta del iceberg era el irrepetible Mario Alberto Kempes. Algunos de aquellos jugadores, metidos en labores de dirección deportiva, construyeron desde ese modelo el Valencia de las dos finales de Champions y del doblete de 2004.
Es cierto que eran otros tiempos. Que nada tiene que ver este club con aquel Valencia de antaño. Por eso he hablado primero del año del descenso a Segunda como espejo en el que mirarse para recuperar el prestigio perdido. Y empezar por fortalecernos desde atrás. Es algo que Voro tenía muy claro cuando le tocó volver a sentarse en el banquillo de Mestalla. Voro, consciente de la sangría defensiva del equipo, modificó el sistema de juego y tiró del manual estilístico del club. Metió cinco defensas, reforzó todavía más con cuatro centrocampistas, y alineó a un solo delantero. El resultado ha sido evidente. El equipo ha logrado unos aceptables resultados en este tramo final de Liga.
Por ahí es por donde debe empezar a armarse el Valencia del futuro. Ese es el modelo a seguir de cara a una próxima temporada que se presenta todavía más complicada que la actual. Porque Mestalla se va a tener que apretar más si cabe el cinturón. La economía del club no es boyante. Todo lo contrario. Hay telarañas en la caja. Se esperan ventas importantes y refuerzos los justitos. Por este motivo, y repasando la historia, habrá que tirar de la cantera, a la vez que confiar en la buena dirección del nuevo entrenador. Pero tenemos una ventaja. El modelo a seguir ya lo conocemos de sobra. Es el nuestro. El del Valencia.