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/ OPINIÓN

Estación de penitencia

16/04/2022 - 

VALÈNCIA. No conviene aferrarse en exceso a los antiguos usos y liturgias de un fútbol que ya no existe, y no porque fuesen intrínsecamente lesivas para ese deporte que muchos amamos sino porque resultaría algo así como luchar contra molinos de viento. El equipo de ‘casa’, entendido, entre muchas otras cosas, como afirmación de un sentimiento de pertenencia apegado a la territorialidad y cimentado en la propia realidad social de cada ‘parroquia’ ha crecido de manera tan desmesurada que la copa del árbol tira con tan fuerza que amenaza con arrancar las raíces. 

El aficionado de a pie tira hacia abajo en un desesperado intento de mantener la identidad de su equipo pero la fuerza centrífuga es mucho mayor y su propio rol se va desdibujando para terminar deviniendo en cliente. Lo más conveniente, y hay algunos Clubes que lo están sabiendo hacer, sería transitar ese camino con el equilibrio necesario que ayude a alcanzar la inevitable mercantilización pero que, al mismo tiempo, permita preservar la llama de la pasión que, todavía, reside en los corazones de los aficionados de siempre que son el inicio de todo y deberían ser el centro de todo. Pero las fuerzas son desiguales y el dinero acaba pesando mucho más que el sentimiento. 

Ejemplos como el partido entre el Levante y el Barça en el Ciutat de Valencia, en el que subían los decibelios de manera alarmante cuando iban cayendo los goles del conjunto visitante: la presencia de aficionados del FC Barcelona incomodaba a los seguidores granotas que asistían resignados a la eventual colonización del Ciutat. O como el choque del propio FC Barcelona frente al Eintracht de Frankfurt en el que hasta 30.000 seguidores teutones encontraron cobijo en las gradas del Camp Nou… dejan entrever la deriva de nuestro fútbol que viaja hacia la deslocalización y encienden alguna que otra alarma. Pero hay ejemplos mucho más hilarantes. 

Clubes que han alcanzado una magnitud inusitada como el Machester City o el PSG han forjado su crecimiento en un ‘dopaje’ financiero que poco nada tiene que ver con la esencia de sus aficionados. De hecho, igual que sucede con otros grandes clubes , sus aficiones han crecido al calor de los éxitos deportivos cosechados desde el talonario: en el momento que deje de interesarle al magnate de turno y ‘recoja velas’ quedará al descubierto la verdadera dimensión de su masa social evidenciando un equilibrio insostenible. 

Hay otros casos mucho más sangrantes como el del Valencia CF. La llegada del ‘Mesías’ ha relegado a la afición a un papel meramente residual. No existen reparos a la hora de ningunearla y , desde hacerla callar desde al palco hasta arrebatarle 8.000 localidades para una final pasando por el estruendoso silencio al ‘capar’ las redes sociales … no son sino síntomas inequívocos de un camino trazado de manera absolutamente premeditada hacia la extinción de aquel anhelo común con el que el Club se fundó y creció para convertirse en el referente social más importante de la Comunidad Valenciana. 

El encuentro que mantuvo Luis Rubiales, Presidente de la RFEF, con los medios de comunicación valencianos -afortunadamente ninguno fue vetado- fue absolutamente esclarecedor: relató Rubiales en dicho encuentro, la sorpresa experimentada ante las peticiones del Valencia CF respecto de la distribución de las entradas para el Estadio de La Cartuja. Nos había tocado un fondo que es mucho más grande que el otro. Al caber muchos más aficionados en el fondo del Valencia que en el del Betis, el Valencia disponía de muchas más localidades ‘baratas’ y el club verdiblanco -pensando en el bolsillo de sus aficionados- reclamó más entradas de la zona de preferencia que son más económicas que las de tribuna. Sorprendentemente no encontraron oposición por parte de Anil Murthy. Este expuso que el Valencia quería más entradas de las ‘caras’ porque “iban a traer mucha gente del extranjero que pagaría por ellas”. Ese es el Vía Crucis por el que nos llevan pese a que todavía les quede algún que otro penitente ‘agradecido’ capaz de combinar el capirote de Nazareno con las rodilleras.

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