El Valencia ya sabía que perfil de entrenador fichaba, o eso se supone, cuando decidió incorporar a Albert Celades para sustituir a Marcelino. El técnico llegó a Mestalla en una situación muy complicada, sin hacer ruido, y no tardó en ganarse el respeto del vestuario. Desde esta misma tribuna elogié que, en ese delicado momento, Celades fue la mejor medicina para sanar al enfermo. Lo escribí entonces y lo suscribo ahora. Pasado este tiempo, y tras unos últimos meses marcados por la irregularidad deportiva, creo que ha llegado la hora de que Celades aporte ese plus diferencial que permita al Valencia clasificarse para la Liga de Campeones. Al entrenador le ha llegado su momento. Está obligado a demostrar.
Celades tiene el carácter que tiene. Para lo bueno y para lo malo. No es nada que descubramos ahora. Ya lo tenía como futbolista y lo tiene ahora como entrenador. No es mi intención cambiarlo, ni mucho menos, porque ni me desagradaba entonces ni me desagrada ahora. Me parecía muy buen futbolista y me parece un buen entrenador. Pero sí que es cierto que, en vísperas del regreso del fútbol debido a la crisis del Coronavirus, considero fundamental que Celades muestre un poco más de colmillo. La Champions es fundamental para el Valencia. Vital para su futuro. Decisiva. Ahora no valen medias tintas. Por eso no puedo dar por bueno ese discurso tibio a la radio oficial del club. Ese mensaje que realizó el técnico sin levantar la voz y en el que no centró los verdaderos objetivos del equipo. A Celades le faltó nervio. Sus palabras adolecieron de ambición y de grandeza. “¡Somos el Valencia!”, joder.
Entiendo que la cercanía con los futbolistas es buena. Pero a veces impide a los entrenadores ponerse en su sitio cuando vienen curvas. Cuando Jugones sacó la charla de Celades con los futbolistas en el descanso del partido de Copa ante el Logroñés, ese “tíos” que les dijo a los jugadores para que salieran a morder en la segunda parte me rechinó en exceso. No hace falta romper el mobiliario para motivar, pero cuando hay que salir al cruce para cortar un balón, hay que hacerlo con mayor agresividad. Y se empieza desde dentro del vestuario. Con un entrenador que ejerza el liderazgo, que no le tiemble la voz, y que sea vehemente cuando debe serlo.
Creo que, a falta de 11 finales para acabar el curso, estamos en ese momento de la Liga en el que hay que elevar el tono del discurso. Algo así a lo Carlos Soler, quien no dudó en reconocer sin tapujos que la Champions es sí o sí el objetivo del Valencia. Carlos Soler me representa. Ha mamado el club desde pequeño, su compromiso con la entidad es total, y sabe dónde está. Soler siente el hierro. Por eso hoy no me vale lo políticamente correcto. Es posible que el mensaje radiofónico haya sido más prudente que el lanzado en el vestuario, pero aún así, considero necesario que Celades transmita un algo más. Echo de menos ese contundente mensaje institucional. Pero no el de Anil Murthy, sino desde la dirección deportiva o del propio entrenador. Si a César le dejan hablar, claro. Porque es que no lo han ni presentado.
Hay momentos y momentos. Luis Aragonés fue el autor de aquella mítica frase de “Jesús Gil está acojonado” en la previa de un partido, con la Liga de por medio, antes de visitar al Atlético en el Calderón. “Sí, si. Lo conozco bien”, insistía Luis, “Gil está acojonado”, repitió. El resultado fue de 2-3 con actuación estelar de Mijatovic y cerrojazo final con gol de Poyatos. También me viene a la memoria aquella frase de Rafa Benítez en rueda de prensa “nos quedan dos meses de aguantarnos” , dijo, o de suspender un entrenamiento en vísperas de un partido ante el Mallorca porque no veía la actitud adecuada entre la plantilla. Al igual que Luis, los resultados logrados por Rafa en Mestalla están fuera de toda duda. Ojalá Celades logre lo mismo. Porque a veces, levantar la voz y elevar el tono de. mensaje, es garantía de éxito.