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Melancolía

11/12/2020 - 

No es una situación angustiosa, pero posee algo de incertidumbre, de vacío interior. La vivo desde hace treinta años, cuando comencé a escribir mis primeros textos para la Cartelera Turia y había días que me sentaba delante de la máquina de escribir (que alguien le explique a los chavales qué era ese artilugio) sin tener ni idea de lo que iba a contar, sin un plan preciso de lo que me disponía a inventar. Con el paso de los años, eso que llaman oficio te ayuda a resolver esas situaciones de bloqueo mental con unos cuantos tópicos bien incardinados, alguna ocurrencia rescatada y adaptada al medio o un delirio literario. Pero lo que se denomina miedo al folio en blanco sigue siendo una amenaza latente, aunque nadie escriba ya sobre folios en blanco.

En los más de dos años que escribo este artículo de opinión para Plazadeportiva.com he tenido esa sensación muchas veces, aunque se ha agudizado notablemente en los últimos meses. De qué hablo, me pregunto, cuando ya está todo contado, cuando conocemos de sobra la impericia de los dirigentes del Valencia y las escasas expectativas que levanta el primer equipo, mutilado arbitrariamente por la rapacidad de la propiedad. Los partidos del fin de semana no sirven de demasiada inspiración, porque son todos iguales, los que protagoniza un equipo ramplón, cuyo único activo es la lucha y la pelea, que ha de batirse el cobre con expertos en supervivencia para salvar la categoría. De vez en cuando, algún partido regala un tema jugoso del que escribir, como esa excepcional jugada de estrategia que se presentó en sociedad en Eibar y que consiste en tres o cuatro amagos de Carlos Soler y Toni Lato para acabar por engañar a los jugadores de tu propio equipo. Una jugada que representa a las mil maravillas la estrategia de Meriton con el Valencia, ese absurdo ejercicio de equilibrismo comunicativo con el que solo se engañan a sí mismos. Pero, en ocasiones como esa, la risa da para un tuit y poco más.

El tedio se ha instalado entre nosotros, como una nube de sopor que a todos nos alcanza. Quizás eso es lo que anhelaba Meriton, un estado de catatonia general en la que puedan cometer todas las tropelías que quieran sin que nadie les discuta. De hecho, parece que ni a ellos les preocupe ser insultados en los medios de comunicación día sí día también, que les llamen “ladrones”, “inútiles” o “sátrapas” ni siquiera los anima a censurar informaciones, descalificar a los profesionales o censurar a los periodistas que las consiguen. Hasta sus defensores (a los que han alimentado de las maneras más diversas) se han quedado sin argumentos posibles, después que ser maltratados por aquellos que respaldan beneficiándose de exclusivas informativas que resultan ser falsas. En fin, ya se sabe que el fascismo sobrevive a base de idiotizar a la sociedad, hacerle perder el sentido de la justicia y el derecho a la protesta. Y los señores de Meriton, aparte de ladrones, inútiles y sátrapas, son unos fascistas, en el peor significado del término.

En este estado de hibernación general al que nos han abocado, me temo que solo nos queda esperar la aniquilación total del club, como los protagonistas de 'Melancolía', aquella hermosa película de Lars von Trier, esperaban con resignación que un planeta se estrellara contra la Tierra y acabara con ellos. Ya no hay esperanza en que Meriton intente acercarse a la sociedad valenciana, a la que desprecia, o que revierta la situación deportiva del equipo y construya un proyecto cabal con el que competir por España y por Europa. Ya no hay esperanza en que esta pesadilla acabe bien. Ya no hay nada de lo que escribir que no sea redundante.

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