/ OPINIÓN

El momento para el renacer del VCF

3/03/2022 - 

VALÈNCIA. La enormidad de los clubes también se puede percibir en sus años de plomo. Lo son para el Valencia y, en cambio, como por inercia, se ha plantado a una final aupado quizá por una concatenación de casualidades, pero sobre todo por la fuerza motriz de la propia institución: quienes la rodean tienen una genética poco dada a la rendición. Ni en las peores parece entregarse con docilidad. Por el contrario, es capaz de revolverse, volcánico. Si un ‘ajeno’ se hubiera plantado ante Mestalla dos horas antes del partido hubiera creído que el club latía con una salud envidiable. Si hubiera caído sobre las 23.30, concluiría que es uno de los mejores momentos de la historia local. Y, sin embargo, no. 

Estar tan cerca, otra vez, de conquistar la Copa, debería servir para reconsiderar* el lugar desde el que el Valencia se gestiona. Aprovechar este momento en una nueva final, no para que el presidente se ufane con su orgullo fake, sino para tomarse en serio la potencia de lo que podría estar por llegar si se aprovechara esta energía increíble.

El momento para leer que la dirigencia del Valencia ha decidido respaldar públicamente a su entrenador, reconociendo sus méritos, fortaleciéndole para generar un proyecto que -más allá de complacerlo o no- lo incluya en el pensamiento de la entidad. 

El momento para que el club vuelva a tener un portavoz que lo defienda públicamente, que sea propositivo, que explique los porqués de la institución. Un club que hable por sí mismo y no deje que los rivales lo hagan por él. 

El momento para que el Valencia defina, deportivamente, qué quiere ser de mayor; qué proyecto tiene que darle a sus jugadores referentes, más allá de seguir en este limbo donde es a ratos vivero de jóvenes y a ratos puro establecimiento en liquidación.

Es el momento para salir y transmitir con firmeza la importancia que para el VCF tienen sus pesos pesados, referentes nacionales como Gayà o Soler, iconos de una generación. Ya sea por convencimiento de proyecto, o al menos por voluntad de revalorizarlos. 

Es el momento de recuperar Mestalla como eje diferencial sobre el que orbita la institución, y no como souvenir que solo se muestra los días de necesidad. 

Eso incluye darle voz, hacerlo partícipe. Reabrir el Valencia a su sociedad, huyendo del recelo, entendiendo por fin que su colectividad es el mejor activo para el futuro del VCF. Solo hubo que olfatear Micer Mascó todo el miércoles para entenderlo.

Es el momento de enarbolar un proyecto de plantilla que, en lugar de ser subalterno de intereses ajenos, procure refuerzos claros, como el ‘seis’, el fichaje sísifo que siempre está comenzando a fraguarse. 

Es el momento de articular un plan que vaya más allá de dejar que el fruto caiga de maduro. El mejor instante para frontalmente explicar ‘a los clientes’ cómo piensa el Valencia afrontar sus urgencias económicas, cómo quiere resolver su porvenir, a qué aspira. Se avanza diciéndose las verdades. 

Es el momento para que todos aquellos que no creen en el Valencia como una fuerza social, sino que lo conciben como un recurso solamente privado, se hagan a un lado. Porque el VCF, incluso repleto de lastres que impiden su avance, es capaz de dar un paso más cuando nadie lo esperaba. 

(*) Esta historia de dulce creencia en el futuro no está basada en hechos reales.

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